Daniel Molloy, uno de los periodistas más populares entre los vampiros desde que se convirtió en el detonante de cierto librito... Ja, chico... Sobrevivir es cuestión de suerte ahora y siempre.
Lestat de Lioncourt
Aprendí a resistir la tentación de
dejarme arrastrar por mis sueños cuando era tan sólo un niño, pero
cuando llegué a la edad adulta me despojé de esa pesada coraza.
Intenté soñar de la única forma que podía hacerlo. Imaginaba las
vidas que discurrían frente a mí. Cada ser humano que decidía
encender un cigarrillo, maldecir un mal día, acomodarse el cabello o
simplemente observar detenidamente un escaparate de un negocio,
familiar o grandes almacenes, se convertía para mí en un insecto
gigantesco de llamativos colores. Deseaba saber todo, mirar con lupa
sus vidas e imaginar sus distintas trayectorias. Quería saber la
verdad oculta. Creo que decidí ser periodista porque las vidas
ocultas siempre son más interesantes que las públicas.
Hubo un tiempo en el cual tenía fe en
la humanidad y en aquello que hacía. Acababa de salir de la
universidad, me paseaba por las calles creyendo que descubriría
grandes hazañas y llenaría las portadas de las revistas más
influyentes con suculenta información. Sin embargo, lo único que
llené fue el vaso de whisky y mis pulmones de nicotina. Perdí la
ilusión. Me tomé el trabajo como una mera cadena de montaje. Cada
nueva entrevista era sólo calderilla para poder llegar a fin de mes.
Trabajaba para un periódico local. Mi
columna era una miseria de unos cuantos párrafos donde narraba la
vida de alguien, algún suceso, que pudiese ser curioso o llamativo
para el lector. Si bien, seamos sinceros, nadie lee ese tipo de
artículos salvo por aburrimiento. Eran los artículos que uno lee
sentado en el inodoro. Nada más.
Si bien, después de conocer a ese
vampiro todo cambió. Mi imaginación se liberó, mis miedos me
arrastraron hasta el sumidero más cercano y la locura me hizo presa.
Acabé encadenado en un deseo insaciable de ser inmortal, algo
terriblemente irresistible, sin saber a ciencia cierta cuales eran
las terribles consecuencias. Había escuchado los lamentos de Louis,
pero estaba seguro que yo podía soportar todo lo que ocurría sin
importar nada.
Me equivoqué.
Jamás he pensado tanto en mi error
como en los últimos meses. Recientemente he revivido los primeros
pasos que di allá por 1986, años más tarde de mi fatal
descubrimiento, cuando Akasha hizo pedazos a cientos y los convirtió
en cenizas. He visto a muchos morir. Muchos que eran como yo. Jóvenes
incautos que creían que vivirían para siempre. Sin embargo, el para
siempre jamás existe en el diccionario de un vampiro. Siempre puede
ocurrir algo. Nunca lo he tenido tan claro como ahora.
No he vuelto a construir casas desde
hace semanas. Creo que me cansé de contemplar los perfectos tejados,
pintar aceras y colocar pequeños muñecos imitando la vida. Quiero
vivir de nuevo la vida. Necesito tener un contacto más salvaje. Esta
aventura junto a Marius, mi actual protector, y otros vampiros me ha
dado la clave y estoy resuelto a acabar con todo.
Quiero conocer y conoceré. Me he
propuesto volver a investigar lo que tengo frente a mí. Deseo
escuchar nuevamente historias imposibles, quizás de la mano de
Marius, y disfrutar de la noche de una forma más intensa. Si bien,
sé que terminaré regresando a mis costumbres. Acabaré llenándome
de nuevo las manos de pegamento y pintura, terminaré una nueva
maqueta y me echaré a reír al ver el tren dirigiéndose
ruidosamente a la estación principal de un pueblo montañoso. Pero
mientras me dure la adrenalina en mis venas lo disfrutaré. He
sobrevivido. Podía haber muerto, pero no lo hice. Ni Akasha ni Amel
han podido conmigo. Debo de celebrarlo, ¿no es así? De algún modo
lo haré...
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