¿Qué hago? ¿Le ignoro? Porque es lo que se merece.
Lestat de Lioncourt
Cuando te veo descubro en ti viejas
heridas. Puedo palpar en tu rostro las lágrimas que no has
derramado. En tus ojos me reflejo con un aura extraña. He
comprendido al fin lo que es ser parte de la oscuridad, caminar por
los pasillos enrevesados del mundo y escalar hacia un estatus que
desconocía. Ya comprendo que es la muerte mucho mejor que antes,
incluso acepto que tiene una belleza tóxica que me provoca cierto
éxtasis. He vivido a ciegas y tú has intentado en mil ocasiones
arrancarme la venda. Al fin lo he permitido. El Jardín Salvaje se
postra ante nosotros. Puedo al fin ver la belleza nocturna, su
simplicidad y decadencia, que me impulsan a caminar bajo las mismas
premisas que tú me has dado. Ya gozo como debería. Sin embargo, es
cuando te contemplo cuando me siento vivo. Tan vivo como una llama
solitaria que se enciende en mitad de la noche. Quiero ser esa llama
y deseo que tú la lleves entre sus manos. Sé me comprendes, del
mismo modo que yo te comprendo. Ese, mon cour, es nuestro mayor
problema y desafío.
He deseado mil veces borrar esa sonrisa
socarrona de tus labios, desviar la mirada de tus intensos ojos de
destellos violáceos, olvidarme de tus cabellos dorados
desparramándose sobre mi torso y arrancarme de mi corazón todos
esos besos que tanto añoro. Acepto que estoy enamorado de ti. Sí,
lo acepto. Mis palabras de amor, esas que creía yermas, florecen
cada vez que me tocas o escucho tu nombre. Es como si esa pequeña
vela se convirtiera en una fogata.
Deseo volver a caminar junto a ti. Esta
vez no rechazaré en absoluto tu mano. Quiero que me estreches con
fuerza, como si me pudieses dividir en dos mitades, mientras el mundo
aún tiembla por el pánico. Junto a ti no siento miedo. A tu lado no
hay dolor insoportable. Cuando te veo no la veo a ella, a nuestra
pequeña, sino a las siniestras palabras de amor que muchas veces me
has susurrado. He sido un cobarde y he huido como las ratas que solía
cazar cuando me negaba a mí mismo, a ti y al mundo de las sombras.
Tú, el príncipe, y yo, el esclavo, somos un dueto
extraordinariamente extraño.
Por favor, acepta mi compañía. No
quiero volverme loco. Necesito un hueco entre tus brazos, mi cabeza
añora tu hombro y mis manos quieren acariciar tu rostro. No puedo
vivir ya sin tu compañía. La soledad es maravillosa, la compañía
de otros es apetecible, pero tú eres el único que eres capaz de
hacerme sentir pleno.
Como diría Wallace Stevens... “Vivimos
en un viejo caos del sol.” Y yo, Lestat, mi amado Príncipe de los
Vampiros, deseo vivir ese caos junto a ti. Acéptame de nuevo. Quiero
ser el discípulo que no fui.
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