Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

martes, 23 de diciembre de 2014

Seductora soledad

Mona es algo más que unos ojos bonitos, un atractivo contoneo y una voz sensual que te propaga verdades hirientes o sensuales. Es algo más. Es una mujer muy inteligente y con un pasado doloroso.

Lestat de Lioncourt


No tuve una infancia feliz llena de recuerdos encantadores que conservar en una caja de zapatos. No. No existen las hermosas fotografías familiares en un día soleado, ni las canciones infantiles que pueden ser rememoradas con facilidad, ni mucho menos las cartas de cumpleaños o los pequeños cuentos que podían ser contados mil veces en mitad de la noche. Para mí no hubo nada de eso. Tan sólo silencio y abandono. Sufrí en las sombras de mi habitación, crecí con los libros más clásicos y en mí se engendró un rechazo atroz a la felicidad. Quería ser feliz, pero me di cuenta que no sabía serlo.

Con trece años ya conocía todos los misterios de la seducción. Aprendí rápido a ofrecer para tener. No me importaba regalar miradas, ofrecer mis piernas y dar besos apasionados en mitad de un encuentro fugaz. No me importaba que me pasara. Mientras ocurría no me sentía tan hundida, ni perdida. Era como una liberación. Quizás era mi forma de demostrar que podía conseguir todo lo que quisiera con algo de astucia. Sin embargo, pronto me di cuenta que todo lo que tenía era polvo.

Cuando la mayor tragedia de la familia ocurrió me encontraba sumergida en miles de sensaciones. Al fin había personas que se preocupaban por mí, pero a la vez había miles de incógnitas que me parecían más fascinantes que ser la heredera. Todos apuntaban hacia mí tras la desaparición de Rowan. Podía ser la chica educada, criada entre algodones y cosmopolita que siempre quise ser. Tendría la posibilidad de invertir en las empresas que tanto me interesaba y tener mayor voz ante los más ancianos. Tenía poder. Sin embargo, ¿tenía felicidad?

Vi a mi madre morir frente a mis ojos, pero no sentí especial tristeza. Tan sólo cierta punzada de dolor. Me pregunté durante algún tiempo si ella me amaba. Desconocía si ella podía amarme. Una mujer que se daba a la bebida de forma fácil, con un hombre con su mismo problema, y una abuela extraña, la cual la cuidaba como si fuera una niña descortés, me hacían sentir confusa. Mi tía había muerto días antes. La habían encontrado en la playa desangrada y oliendo a salitre. Su hermoso rostro se quedó cubierto de arena. Pierce lloraba, Ryan se desesperaba hundiéndose cada vez más, y yo tan sólo miraba todo a mi alrededor. El mundo que conocía, el que una vez odié y amé a la vez, se derrumbaba quedando sepultado entre miles de escombros. Escombros que eran palabras dictadas en mi ordenador. Todo cifrado, por supuesto.


Jamás pensé que tendría que soportar un pecado tan grande, un secreto tan inmenso, una soledad tan aplastante y un amor eterno. Las dudas se amontonarían, los latidos de mi corazón prácticamente se paralizarían y la muerte me rondarían igual que un Taltos ronda el valle mágico de sus recuerdos. Me convertí en la flor eterna, con savia de mandrágora, de la familia.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt