Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

lunes, 22 de diciembre de 2014

Dulce Navidad

Memnoch ni descansa ni quiere descansar en estas fechas...

Lestat de Lioncourt


Mi nombre fue sinónimo de luz, pero en estos momentos son la oscuridad que ronda las almas. Mis alas oscuras son tupidas, elegantes como las de un cuervo, y se alzan hacia los cielos nocturnos. Tengo una mira profunda, torva quizás, que se desliza por la silueta frágil de cada uno de ustedes. Mis cabellos dorados resplandecen con la luz de antaño, el cielo de mis ojos parecen romper en una violenta tormenta marina y mis manos, delicadas y brutales, se estiran en un ruego perenne. No obstante frente a otros puedo parecer tan sólo un niño, un hombre, un anciano, una mujer que a duras penas puede caminar, un desamparado mendigo, un fraile, un iluso artista que cree en los versos más bohemios, un muchacho que no aprenderá jamás la palabra prohibido o simplemente la silueta del fondo del vagón de metro con los auriculares puestos y el rostro girado hacia el exterior. Mi nombre es Lucifer, pero me agrada llevar el nombre de Memnoch. Aún sufro por todos ustedes. Aún me compadezco. En Navidad desciendo, como en cualquier otra época del año, esperando encontrar una brizna de esperanza y complicidad.

Soy el muchacho que te has topado esta mañana. Quizás soy el mendigo que se sentó en el autobús aterido de frío. La mujer que sonreía coqueta en el supermercado, ¿tal vez podría ser yo? No conoces mi verdadera forma. Puedo cambiar y ser distinto para el ojo de quien me mire. Puedo parecer una tentación o un despreciable adorno en mitad de un paisaje urbano. Si bien, la importante no es mi silueta vagando por las calles, sino el trato que tú ofreces a otros. Hay quienes no pueden ponerse los zapatos ajenos, los mismos que no serán válidos para mí cuando decida elegir que almas me acompañan al cielo.

Muchos escuchan canciones navideñas en los grandes almacenes y recuerdan con nostalgia a todos aquellos que amaron en el pasado. Sin embargo, no nos engañemos. Las dulces y melancólicas fechas se convierten en consumismo barato, desapego de tradiciones y valores. Hay quienes sólo son capaces de verse a sí mismos sin ofrecer un reflejo completo de todo lo que ocurre a su alrededor. Personas que creen tener la verdad encerrada en su puño, pero que en realidad sólo tienen aire. La nula capacidad para percibir el dolor ajeno es una plaga. Millones se dejan guiar por las luces, adornos de diversas formas y colores, aromas a mazapán y brindis desenfrenados sin recapacitar que hay quienes no son capaces siquiera de sonreír porque carecen de esperanzas, sueños o dinero para adquirir un pequeño obsequio que reemplace la soledad que sienten.

En estas fechas me dejo guiar entre la muchedumbre de los negocios cercanos al corazón de las grandes, controvertidas y carismáticas urbes. He estado en New York, Madrid o Roma. Me he deslizado por las calles de París o Mónaco. Sin embargo, allá donde vaya veo esas pretenciosas sonrisas, esos mensajes vacíos de amor y paz, corazones que son incapaces de pensar en el dolor ajeno y que acompañan sus latidos con el tintineo de un buen puñado de monedas.

Dios me advirtió que las almas están corruptas y no se puede ser pescador en un mar pantanoso. Sin embargo, sigo creyendo que bajo el fango puedo encontrar la solución. La llave al enigma debe estar en uno de esos corazones bondadosos. Personas que aún hoy respiran un poco de optimismo e intentan que otros sientan sus abrazos en los días más fríos. La Navidad puede ser sinónimo de capitalismo, frialdad, codicia, desprecio, ruindad, oscuridad, soledad y dolor. Sin embargo, hay quienes iluminan con un trozo de esperanza, sin necesidad de regalos caros y suculentas cenas, el rostro de alguien que ya perdió prácticamente la fe en la humanidad.



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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt