Stella es una de las apariciones que tuve que soportar cuando conocí a los Mayfair. Pero juro que fue la aparición más agradable que jamás he tenido. Ella me encantó, pues era fascinante.
Lestat de Lioncourt
Podía escuchar sus pasos por el piso
superior, las discusiones con Julien eran frecuentes. Ellos hablaban
como si fueran dos mitades divididas por un destino cruel. Era la
malicia que a tío Julien le faltaba, esa malicia que le armaba de
valor para elaborar planes terribles de venganza y dinero. Sabía que
la atmósfera cruel que lo envolvía era parte del hombre manipulador
y encantador que le sostenía de los hombros, besaba sus mejillas y
rogaba que le dejase poner el mundo a sus pies. Ellos eran una
dualidad terrible.
Conocía bien al ser de peligrosa
mirada, modales remilgados adoptados por la simpatía hacia el cabeza
de familia y escuchaba sus canciones penetrando bajo la puerta. Era
tan sólo una niña cuando comenzó a visitarme con frecuencia.
Tocaba mis cabellos apartándolos de mi frente, oprimía sus labios
contra los míos y deslizaba las sábanas para contemplarme como si
fuera un triunfo. Julien jamás le permitió que tuviese actos más
funestos conmigo. Nunca logró mancillar mi honor, por así decirlo,
mientras él estuvo vivo.
Los ojos azules de mi padre brillaban
como canicas en medio de la oscuridad. Me vigilaba atentamente, con
preocupación y amor. Respetaba la escasa inocencia que poseía,
aunque a veces me arrastraba a los peores lugares de la ciudad. Eran
lecciones. Quería que viese donde iban los desafortunados y
desarrapados. Necesitaba que comprendiera que debía ser astuta. Él
me tenía un amor único e irreemplazable. Jamás vi tanto amor de un
hombre a una niña. Creo que porque además de ser su hija era su
nieta. Yo representaba un vínculo para nada ordinario que traspasaba
generaciones. Se sentía muy orgulloso de mi portentosa inteligencia
y los dones que la genética me habían conferido. Yo era su pequeño
talismán.
Mi hermana siempre me detestó. Creo
que nunca aceptó mi forma de ser. Yo era vital y jamás tenía miedo
a nada, ni siquiera al Hombre que se aproximaba a nosotras con
gentiles sonrisas y un trato amigable. Mi madre lo ignoraba
ocasionalmente, pero sé que también lo veía y hacía tratos con
él. Sin embargo, quien imponía los grilletes al monstruo que nos
engrandecía, colmaba de riquezas y colaboraba en nuestro mundo de
poder era mi padre.
Siempre supe que era mi padre. Jamás
me creí las historias que solían contarme sobre mi concepción. Mi
madre amaba a su marido, pero el juez terminó siendo un borracho que
no se sostenía en pie. La pobre eligió mal. Más bien, su corazón
no supo elegir adecuadamente. Ella poseía una fuerza de la que él
carecía y es posible que eso llamara su atención. No lo sé.
La música siempre me fascinó y noté
rápidamente que enloquecía al pequeño diablillo que nos observaba.
Supe rápido que tener música cerca era tener poder sobre él.
Julien me lo confirmó. Me convertí en la elegida y sabía que
llevaría pronto la esmeralda. Tan pronto como me casara o tuviese
una hija. Las bodas no eran lo mío. No quería comprometer mi
corazón tan rápido. Odiaba pensar que un hombre se acostara conmigo
en la cama hasta verlo envejecer. El amor eterno no existía. Así lo
veía yo. Aunque las mujeres y los hombres siempre me llamaron la
atención. Sobre todo las mujeres que tenían cierto espíritu
artista o vanguardista. Mujeres que para nada tuviesen que ver con el
rostro gris y enfuruñado de mi hermana mayor. Carlotta siempre tuvo
el ceño fruncido y la boca torcida. Jamás se divirtió. Decidió
ser fuerte como nuestra madre y tener la carrera que su padre
destrozó. Una abogada implacable. Una mujer de ley y orden... pero
yo era lo contrario. Me gustaba vivir desenfrenadamente y descubrir.
Cuando tío Julien murió la casa se
llenó de un duelo insondable. Podía escuchar los sollozos de aquel
ser en su habitación. La tormenta fue terrible, pero también lo fue
su trato conmigo. Pronto las visitas dejaron de ser meramente un
juego para ser un terrible vínculo. Descubrí el sexo abriendo mis
jóvenes piernas, dejando que él invadiera mi boca con el aire de su
poderoso deseo y permití que mis manos tiraran de las sábanas
mientras gemía como toda una mujer.
Tras la muerte del hombre más
interesante que he conocido, tras la partida de mi adorado tío
Julien, él decidió que yo ocuparía inmediatamente su lugar. Yo y
no mi madre. Así que comencé a luchar para darle lo que quería y
poder vivir así en paz, con la conciencia tranquila, para que mi
tío, estuviese donde estuviese, se encontrara siempre tan orgulloso
de mí como cuando era sólo una niña.
Un disparo puso fin a mi vida. Una vida
que comenzó a truncarse. Yo quería huir, pero Carlotta no lo sabía.
Deseaba huir de sus manos y sus juegos. Si bien, todo fue de mal en
peor. Pobre de nuestro hermano Lionel, él tuvo que ser quien
apretara el gatillo que ella no podía sostener.
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