Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

lunes, 22 de diciembre de 2014

Una bala de pasión

Stella es una de las apariciones que tuve que soportar cuando conocí a los Mayfair. Pero juro que fue la aparición más agradable que jamás he tenido. Ella me encantó, pues era fascinante. 

Lestat de Lioncourt


Podía escuchar sus pasos por el piso superior, las discusiones con Julien eran frecuentes. Ellos hablaban como si fueran dos mitades divididas por un destino cruel. Era la malicia que a tío Julien le faltaba, esa malicia que le armaba de valor para elaborar planes terribles de venganza y dinero. Sabía que la atmósfera cruel que lo envolvía era parte del hombre manipulador y encantador que le sostenía de los hombros, besaba sus mejillas y rogaba que le dejase poner el mundo a sus pies. Ellos eran una dualidad terrible.

Conocía bien al ser de peligrosa mirada, modales remilgados adoptados por la simpatía hacia el cabeza de familia y escuchaba sus canciones penetrando bajo la puerta. Era tan sólo una niña cuando comenzó a visitarme con frecuencia. Tocaba mis cabellos apartándolos de mi frente, oprimía sus labios contra los míos y deslizaba las sábanas para contemplarme como si fuera un triunfo. Julien jamás le permitió que tuviese actos más funestos conmigo. Nunca logró mancillar mi honor, por así decirlo, mientras él estuvo vivo.

Los ojos azules de mi padre brillaban como canicas en medio de la oscuridad. Me vigilaba atentamente, con preocupación y amor. Respetaba la escasa inocencia que poseía, aunque a veces me arrastraba a los peores lugares de la ciudad. Eran lecciones. Quería que viese donde iban los desafortunados y desarrapados. Necesitaba que comprendiera que debía ser astuta. Él me tenía un amor único e irreemplazable. Jamás vi tanto amor de un hombre a una niña. Creo que porque además de ser su hija era su nieta. Yo representaba un vínculo para nada ordinario que traspasaba generaciones. Se sentía muy orgulloso de mi portentosa inteligencia y los dones que la genética me habían conferido. Yo era su pequeño talismán.

Mi hermana siempre me detestó. Creo que nunca aceptó mi forma de ser. Yo era vital y jamás tenía miedo a nada, ni siquiera al Hombre que se aproximaba a nosotras con gentiles sonrisas y un trato amigable. Mi madre lo ignoraba ocasionalmente, pero sé que también lo veía y hacía tratos con él. Sin embargo, quien imponía los grilletes al monstruo que nos engrandecía, colmaba de riquezas y colaboraba en nuestro mundo de poder era mi padre.

Siempre supe que era mi padre. Jamás me creí las historias que solían contarme sobre mi concepción. Mi madre amaba a su marido, pero el juez terminó siendo un borracho que no se sostenía en pie. La pobre eligió mal. Más bien, su corazón no supo elegir adecuadamente. Ella poseía una fuerza de la que él carecía y es posible que eso llamara su atención. No lo sé.

La música siempre me fascinó y noté rápidamente que enloquecía al pequeño diablillo que nos observaba. Supe rápido que tener música cerca era tener poder sobre él. Julien me lo confirmó. Me convertí en la elegida y sabía que llevaría pronto la esmeralda. Tan pronto como me casara o tuviese una hija. Las bodas no eran lo mío. No quería comprometer mi corazón tan rápido. Odiaba pensar que un hombre se acostara conmigo en la cama hasta verlo envejecer. El amor eterno no existía. Así lo veía yo. Aunque las mujeres y los hombres siempre me llamaron la atención. Sobre todo las mujeres que tenían cierto espíritu artista o vanguardista. Mujeres que para nada tuviesen que ver con el rostro gris y enfuruñado de mi hermana mayor. Carlotta siempre tuvo el ceño fruncido y la boca torcida. Jamás se divirtió. Decidió ser fuerte como nuestra madre y tener la carrera que su padre destrozó. Una abogada implacable. Una mujer de ley y orden... pero yo era lo contrario. Me gustaba vivir desenfrenadamente y descubrir.

Cuando tío Julien murió la casa se llenó de un duelo insondable. Podía escuchar los sollozos de aquel ser en su habitación. La tormenta fue terrible, pero también lo fue su trato conmigo. Pronto las visitas dejaron de ser meramente un juego para ser un terrible vínculo. Descubrí el sexo abriendo mis jóvenes piernas, dejando que él invadiera mi boca con el aire de su poderoso deseo y permití que mis manos tiraran de las sábanas mientras gemía como toda una mujer.

Tras la muerte del hombre más interesante que he conocido, tras la partida de mi adorado tío Julien, él decidió que yo ocuparía inmediatamente su lugar. Yo y no mi madre. Así que comencé a luchar para darle lo que quería y poder vivir así en paz, con la conciencia tranquila, para que mi tío, estuviese donde estuviese, se encontrara siempre tan orgulloso de mí como cuando era sólo una niña.


Un disparo puso fin a mi vida. Una vida que comenzó a truncarse. Yo quería huir, pero Carlotta no lo sabía. Deseaba huir de sus manos y sus juegos. Si bien, todo fue de mal en peor. Pobre de nuestro hermano Lionel, él tuvo que ser quien apretara el gatillo que ella no podía sostener.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt