Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

jueves, 4 de diciembre de 2014

Sentimientos al papel.

Me encantan estos dos. Son increíbles cuando quieren. Extraño pelearme con ella y que él me detenga. 

Lestat de Lioncourt 


Su jóvenes y eternas manos acariciaban con cuidado aquel papel en blanco. Acostumbrada a diario a teclear en su ordenador le parecía casi imposible, incluso algo mágico e íntimo, hacerlo en un papel rasgándolo con el bolígrafo y, como no, ensuciándolo sin remedio. Temía que sus pensamientos fuesen a convertirse en diente de león, pues sólo quería arrancar un par de plumas de sus alas y atarlas por siempre a un momento.

Mordió un segundo su labio inferior, se tocó el pelo y luego rió. Era tan estúpido tener nervios por escribir algo tan sencillo. Algo que debía llevar su nombre aunque no lo firmara. Algo que dijera que era ella.

Finalmente tomó el bolígrafo, como si un demonio se apoderase de ella, y comenzó a escribir todos sentimientos abriendo su corazón y derramando cada uno, con una fuerza indecible, sobre el papel. Sus ojos verdes no miraban a los atentos ojos azules de Quinn. Él sólo se mantenía a cierta distancia. En sus elegantes y caballerosas manos yacía su papel, un papel que ya había rellenado. Como juego se lo entregaría a ella. Era sólo un juego.

«Yo tengo el corazón ciudadano de un sólo país, pero mi deseo anda errante por cualquier lado. Puta, me llaman. Anda errante con ganas de un abrazo, de esos que se dan de espaldas. Esos en los que se sienten los latidos y las ganas retumbar entre los pulmones y las caderas.
El amor no anda naciendo como las flores, el deseo crece como la hiedra, basta una pared húmeda para que se expanda y se apodere de todo. El deseo no tiene gobernantes; el amor vive bajo la dictadura del ser amado. El turismo emocional no lo conozco, yo no amo a cualquiera. Sin embargo, basta una sola orilla para que mis olas se revuelvan.»

Se incorporó y le tendió la hoja a su amante. Él hizo lo mismo con su pequeño folio. Cuando sus ojos verdes chocaron con cada línea se sintió confusa, avergonzada y a la vez conmovida. Quinn era sensible, se mostraba en cada línea, pero también podía llegar a ser terrible.

«Soy el monstruo que no quisieron amamantar. Me dio la espalda el mundo, del mismo modo que los fantasmas abrieron sus brazos y me retuvieron en su tenebroso reino. Crecí buscando mariposas para poder contener algo de color en un mundo gris, tan simple como el perfume de una margarita y tan complejo como el caparazón de un caracol. Niño rico, me llaman.

Mi sensibilidad me ha llevado por sombríos lugares. La crueldad que llevo en mis manos, manchadas de la sangre de mi madre, las lavé en las orillas infectadas de caimanes. Disfruté del festín que ofrecí a los insaciables pupilos del pantano. Mis lágrimas mancharon el radiante vestido de una novia, convirtiendo en flores carmesí su sangre y en espigas mis colmillos.

Soy el monstruo que desea amar y ser amado. Tan sólo el guardián de sus caprichos, sean cuales sean, que abre sus brazos, tal como le enseñaron, para que ella tome posesión de su corazón y necesidades.»

Él la abrazó y besó. Eso es lo que ella necesitaba. Era su deseo en la carta. Por su lado, Mona, simplemente lo rodeó del cuello y permitió que todo ocurriera.





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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt