Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

viernes, 9 de enero de 2015

Buscando

Toda su vida buscó la paz, la verdad, la serenidad... Maharet era una gran mujer. 

Lestat de Lioncourt


Muchos creen que es fácil olvidar. Sin embargo, es difícil cuando tu corazón late al otro extremo del mundo. Nos separaron de la forma más cruel. Podía sentirla, pero jamás tenerla a mi lado. Aprendí a tejer a oscuras, sin ojos, mientras acariciaba mis cabellos colocándolos en el telar. Me convertí en una bruja de cuento de hadas, un monstruo que se aislaba en los confines más gélidos. Allí conocí a cientos de viajeros que pronto caerían en mis manos. Sus ojos eran pequeños milagros que duraban un suspiro, quizás el tiempo justo para mirarme en un pequeño espejo y contemplar mi rostro.

«¿Dónde estás? ¿Por qué senda salvaje caminas? ¿Son tus pasos tortuosos? Hermana, ¿dónde estás? Dime, hermana. Tú que siempre has sido libre, como yo, ahora guardas silencio y dolor. Somos cajas llenas de frustración y sueños rotos. ¿Madre nos verá desde algún lugar? Los espíritus ya no me hablan. ¿Te hablan a ti? No quiero perder la esperanza. No quiero creer que todo se pierde.»

Cada hebra se enlazaba con la anterior. La madeja era eterna, pues eran mis propios cabellos. Arrancaba pelo a pelo, lo colocaba con cuidado y disfrutaba del silencio porque imaginaba que ella estaba conmigo. La sentía viva. La comunicación con ella siempre fue intensa y eso no pudieron evitarlo jamás. Pensaba en él. En aquel guerrero. Sus ojos oscuros clavados en mí, su voz tenue y seductora, aquellos brazos que me sujetaban con fuerza. Nunca volví a ver a un hombre tan entregado a una causa. Tampoco a un ser tan arrepentido y lleno de dolor. Ni siquiera yo me sentía tan humillada como él se había llegado a sentir.

El frío poco a poco congeló mi corazón. Nunca amé a mis otras creaciones, aunque me sentí cuidada por ellos. Eric y Thorne fueron grandes hombres, pero no era lo que necesitaba. Ambos lucharon por hacerme sentir viva en medio de la muerte, colaboraron conmigo y mis estudios sobre el linaje de mi familia y finalmente me deshice de ellos esperando que lograran un mejor camino.

Conocí a otros. Gente que fue tachada de salvaje. Gente que fue señalada como mediocre. Otros como Mael, un gigantesco celta de ojos azules y cabello de paja. Aquel druida se convirtió en mi bastón, mis ojos, mis manos y también la compañía más libre que jamás he tenido. Él aprendió de mí, pero yo también aprendí de él. Me contó cosas que desconocía de los rituales que se fueron propagando por todo el mundo. Contó como un romano cuidaba de Akasha esperando que despertara. Sí, ella, mi enemiga. Pero poco a poco perdí interés en mi venganza. Lentamente me sentía perdida sin poder hacer nada. Y entonces, ya sin esperanzas, ella despertó. Como si fuese un volcán que derramaba su lava sobre todos nosotros. Muchos murieron, pero yo pude tener la paz que deseaba.


Volví a verlo, al guerrero que unió mi linaje con el suyo, y pude abrazarla, a la mujer que era mi reflejo. Khayman y Mekare volvieron a mí. Ella murió. Triunfó la maldición que llevábamos. La misma maldición que ahora nos destroza. Sin embargo, sigo tejiendo intentando encontrar en cada trozo de tela la solución que libere a todos...  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt