Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

martes, 6 de enero de 2015

Carta al corazón

Nash quiere saber donde está Quinn realmente. La verdad, yo también.

Lestat de Lioncourt 


Han pasado muchos años, pero lo recuerdo con facilidad. Quizás no puedo olvidar algo tan importante en tu vida, pues durante mucho tiempo fuiste lo más importante en la mía. Me convertí en tu hombro, la mano tendida y los ojos vidriosos de un hombre con el corazón roto y el alma dividida. Te conocí joven, acobardado por el dolor y tachado de loco por muchos que se creían sumamente inteligentes pese a su estupidez. Tus ojos eran la luz de la vida de una vieja amiga. Ella vivía con cierta esperanza porque te protegía, o al menos eso creía.

Como he dicho, han pasado muchos años. ¿Cuántos desde aquella noche? Creo que son casi tres décadas. Se podría decir que ha sido casi toda una vida. Una vida que ha convertido en un precipicio oscuro que nos atrapa a ambos. Yo ya era un hombre adulto y tú casi no habías vivido nada de tu juventud. Te habían hecho malgastar tu infancia en una granja perdida a las afueras de una ciudad fascinante, llena de magia y misterios sobre vudú, fantasmas y juegos de poder. Casi no sabías tus orígenes, desconocías si realmente estabas loco o simplemente vivías en una de esas historias paranormales que desafiaban la verdad de los expertos. Eras un niño con las manos llenas de esperanza y el corazón acelerado.

Juro que cuando te vi pensé que eras el perfecto caballero. Tus ademanes no eran los de un chico criado cerca de un pantano. Era el de un muchacho que podía haber sido educado en los mejores colegios británicos. Aquel traje te sentaba perfecto, pues era la horma de tu zapato. Tenías un aire triste, pero cuando tus ojos se posaron en los de aquella chica, casi una mujer, se iluminaron y supe que yo no tenía oportunidad alguna de ser tan interesante importante en tu vida.

Me enamoré de ti al primer vistazo. Fue uno de esos últimos amores que tiene un hombre como yo. Un hombre racional y cabal que ha vivido rodeado de libros donde se hablaba de amor, pero que no daba un ápice de esperanza para sentirlo. Quise alejarme de ti, pero me tomaste como tu mejor amigo y como una figura paterna a la cual asemejarte. Acepté el reto y corrí con todos los riesgos exponiendo mi corazón. Dejé que tus manos me lastimaran con tus caricias y tus lágrimas me ahogaran.

Yo te creí cuando dijiste que algo te perseguía. No podía verlo, pero no veía en ti ni una chispa de locura. Salvo si hablamos de ella y tu insistencia al querer casarte el mismo día que la habías conocido. Vivías tu propia historia de Romeo y Julieta con una chica que no tenía la mejor fama, pero que encontré en sus ojos una inteligencia tan viva que me asombré. No sólo era hermosa, Quinn, sino que sabía ver más allá y eso podía asustar a cualquier hombre. Pero tú no eras cualquier hombre, ¿verdad? Tú eras de los que se fascinan por ese tipo de mujeres que saben más que uno mismo. Acepto que de haber sido heterosexual me hubiese quedado pasmado contemplándola.

Te preguntarás si he logrado amar a otro... Sí, lo he hecho. Sin embargo, admito que no he podido olvidarte. Hace tiempo que no te veo, que no puedo abrazarte y ni siquiera sé donde enviar esta carta. Pensé que sólo vivirías una pequeña aventura lejos de tu hogar, pero esa aventura se está convirtiendo en siglos para mí. Las lágrimas que en estos momentos derramo son sinceras, Quinn. Mi muchacho, ¿dónde estás? ¿Dónde os encontráis? Quiero ver esa chispa en tu mirada. No sé porque necesito saber que estás bien.

Tu amigo y tutor,

Nash.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt