Avicus le dedica un texto a Zenobia. Un texto muy sincero y lleno de dolor, pero dolor del pasado.
Lestat de Lioncourt
Cuando recuerdo mis años como hombre
mortal, como guerrero, tan sólo veo sangre y sufrimiento. Puedo
escuchar el canto de las espadas luchando por cada segundo de
supuesta libertad, mientras la sangre se derramaba en los fértiles
campos y la noche asechaba con el quebranto de las heridas que no
cerrarían jamás. Al contemplar el fuego encendido de la hoguera,
crepitando y alzándose en medio de la penumbra, vienen a mí los
sabores de la carne asada y las legumbres mal cocinadas. El apetito
era mucho, el cansancio era extremo, pero todos creíamos que
luchábamos para liberar al pueblo de sus peores pesadillas.
No éramos libres. Sólo éramos presos
del orgullo de los reyes. Algunos eran mercenarios, otros creían
realmente que luchaban por la verdad, el poder y la gloria de un país
que ni siquiera recordaría sus nombres y rostros. Eso era mi vida:
un cúmulo de dolor y sangre.
La guerra te endurece, pero no te
destroza el corazón. Quizás te vuelve más frío ante la pena
ajena, aunque aún así la sientes. Tenía tanta bondad en mis manos,
tantos sentimientos que no dije y tantas palabras que guardé, que
ahora lloro esperando que todo pase. Pues los recuerdos regresan,
sobre todo cuando uno tiene tanto tiempo para rememorar.
Ella está a mi lado, como si fuera un
ángel, tomando mis anchas manos entre las suyas, tan minúsculas,
mientras hunde profundos ojos oscuros en los míos. Deseo hablarle de
tantas cosas, de sueños que nunca realicé y de rostros difuminados
en mis pesadillas. Quiero hacerlo, pero cuando abro la boca es para
sonreír y recitar un poema que aleje sus miedos. No quiero que ella
conozca ese lado bárbaro y terrible. Nunca le enseñaré como
blandía mi espada. No deseo que me tema.
No hay comentarios:
Publicar un comentario