Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

miércoles, 14 de enero de 2015

Ella mi flor mágica

Quinn ve a Ophelia Inmortal como una de sus flores. ¿Y quién es Ophelia? Pues Mona, claro. ¿Acaso no recuerdan?

Lestat de Lioncourt


Sí la miras verás a una mujer, pero si observas comprenderás que es algo más que unas bonitas curvas y unos ojos profundos. Ella era distinta. Tenía un aura completamente sobrecogedor cuando la vi. Se convirtió en lo único que existía en aquel restaurante. Aquellos ojos profundos, verdes y amargos. Esos que parecían cristalizarse a cada instante mientras me incitaban. Me guiñaban una verdad desconocida. Acabé adentrándome en un valle de placer. Creo que caí en una espiral de desconcierto y amor. Mi corazón no paraba de palpitar y me sentí enfermo. Quizás enfermé aquel día de una locura especial llamada amor.

Su cabello rojo era fuego intenso en mitad de aquel paupérrimo lugar. Muchos enfermos parecían disfrutar de la cubertería de lujo, la comida sofisticada y la compañía de aquellos que les habían ido a visitar. Era el restaurante de un hospital, pero no lo parecía. Ni siquiera pensé que ella pudiese estar enferma, herida de muerte, sino que vi a la mujer de mi vida sentada a pocos metros con una encantadora sonrisa.

Estoy seguro que no acabé de cruzar los límites entre la adolescencia y la madurez hasta ese momento. Creo que en aquel instante me convertí en un hombre. Me arriesgo a pensar que aprendí que era un capricho y un amor a primera vista. Supe que estaría a su lado toda la vida mimándola y consolándola. No sé como sucedió, pero ocurrió. Me dejé arrastrar.

Ahora escucho sus tacones en el piso superior. Camina furiosa. Puedo escuchar sus exasperaciones. Temo ir y preguntar qué ocurrió. El ramo de flores que he adquirido en una pequeña floristería yace entre mis brazos, acariciando mi americana negra y mi corbata perfectamente anudada. Ella está a punto de gritar. La conozco muy bien. Y furiosa, como está en ese momento, me excita. Me enloquece escuchar esos tacones de aguja, saber que viste un traje minúsculo y tiene ese perfume que yo le regalé adquirido en una tienda de lujo en París. Sí, tan hermosa y fatal. Si la considerara una flor posiblemente sería belladona. Es una flor que no tolera en absoluto la exposición al sol, pertenece a las plantas tachadas “hierbas de brujas” y tiene una belleza mágica con unas cualidades mortíferas.

Cuando ella llora mi corazón se retuerce. Siento que me ahogo. No puedo verla infeliz. No es sólo por amor, sino porque su rostro se ensombrece y su belleza parece pecado mayor. Tiemblo cuando la escucho porque sé que me perderé aún más en su deliciosa alma. Pero ahora no va a llorar, sino a estallar. Si no he subido es porque espero a que me llame para acudir, abrazarla y sosegarla entre mis besos.


—¡Quinn!

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt