Quinn ve a Ophelia Inmortal como una de sus flores. ¿Y quién es Ophelia? Pues Mona, claro. ¿Acaso no recuerdan?
Lestat de Lioncourt
Sí la miras verás a una mujer, pero
si observas comprenderás que es algo más que unas bonitas curvas y
unos ojos profundos. Ella era distinta. Tenía un aura completamente
sobrecogedor cuando la vi. Se convirtió en lo único que existía en
aquel restaurante. Aquellos ojos profundos, verdes y amargos. Esos
que parecían cristalizarse a cada instante mientras me incitaban. Me
guiñaban una verdad desconocida. Acabé adentrándome en un valle de
placer. Creo que caí en una espiral de desconcierto y amor. Mi
corazón no paraba de palpitar y me sentí enfermo. Quizás enfermé
aquel día de una locura especial llamada amor.
Su cabello rojo era fuego intenso en
mitad de aquel paupérrimo lugar. Muchos enfermos parecían disfrutar
de la cubertería de lujo, la comida sofisticada y la compañía de
aquellos que les habían ido a visitar. Era el restaurante de un
hospital, pero no lo parecía. Ni siquiera pensé que ella pudiese
estar enferma, herida de muerte, sino que vi a la mujer de mi vida
sentada a pocos metros con una encantadora sonrisa.
Estoy seguro que no acabé de cruzar
los límites entre la adolescencia y la madurez hasta ese momento.
Creo que en aquel instante me convertí en un hombre. Me arriesgo a
pensar que aprendí que era un capricho y un amor a primera vista.
Supe que estaría a su lado toda la vida mimándola y consolándola.
No sé como sucedió, pero ocurrió. Me dejé arrastrar.
Ahora escucho sus tacones en el piso
superior. Camina furiosa. Puedo escuchar sus exasperaciones. Temo ir
y preguntar qué ocurrió. El ramo de flores que he adquirido en una
pequeña floristería yace entre mis brazos, acariciando mi americana
negra y mi corbata perfectamente anudada. Ella está a punto de
gritar. La conozco muy bien. Y furiosa, como está en ese momento, me
excita. Me enloquece escuchar esos tacones de aguja, saber que viste
un traje minúsculo y tiene ese perfume que yo le regalé adquirido
en una tienda de lujo en París. Sí, tan hermosa y fatal. Si la
considerara una flor posiblemente sería belladona. Es una flor que
no tolera en absoluto la exposición al sol, pertenece a las plantas
tachadas “hierbas de brujas” y tiene una belleza mágica con unas
cualidades mortíferas.
Cuando ella llora mi corazón se
retuerce. Siento que me ahogo. No puedo verla infeliz. No es sólo
por amor, sino porque su rostro se ensombrece y su belleza parece
pecado mayor. Tiemblo cuando la escucho porque sé que me perderé
aún más en su deliciosa alma. Pero ahora no va a llorar, sino a
estallar. Si no he subido es porque espero a que me llame para
acudir, abrazarla y sosegarla entre mis besos.
—¡Quinn!
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