En este momento escribo esta carta en
la más absoluta penumbra. La vela se consume. Me siento trasladado a
otra época remota donde fui mortal, pero revivo momentos que tuve en
un mundo tan real como actual. Saboreo cada instante como si fuera
una gota de sangre que recorre mi garganta, calienta mis mejillas y
alienta a mi alma.
Si tuviera que robar un momento perdido
en el tiempo para volver a rememorarlo, disfrutándolo otra vez,
sería aquel beso bajo el árbol de tu jardín. Podía sentir tus
manos sobre mi cuerpo, mis labios pegados a tu cuello y el deseo
brotando de ambos como si fuera fuego. Te deseé de una forma que
jamás creí hacerlo, pero no me cegó la pasión. Ya estaba maldito.
Sabía que te podría condenar a un infierno peor que cualquiera
imaginable. Supe que debía protegerte de mí, de ti y de todo lo que
se considera sagrado en este mundo. El dolor, el pecado y la maldad
se mezclaban en mi sangre convirtiéndome en un proscrito ante todos.
Ahora soy príncipe de los condenados
al infierno de una voz que los alienta a retorcerse entre sus tumbas
diurnas. Pude llevarte conmigo, a mi sepulcro de sábanas de seda y
pétalos de rosa, pero no fui capaz de exponerte al serio peligro de
una muerte probable. Te mentí, aunque no lo hice con dolo. Yo sólo
quería protegerte. Necesitaba abrazarte por última vez, hacerte
creer que era posible y desaparecer dejándote la esperanza en los
labios. Tenía miedo de decirte que alguien en mi interior me
alentaba a destrozar a otros. Alguien conocido por todos. Un ser que
destrozó a una mujer que yo amaba, la Reina de todos.
Rowan, perdóname. Por favor,
perdóname. Yo te he amado de una forma pura y sincera. Te sigo
amando a mi modo. Tengo tu recuerdo en mi corazón, bordado en mi
alma. Jamás te he mentido en mis sentimientos. Quedé rendido ante
tu belleza, inteligencia, pasión y fuerza. Eras tan distinta a todas
las mujeres que viven en esta época, tan plástica y banal. Te
forjaste una carácter, creaste una verdad y te mostraste desafiante
ante los problemas que surgieron. Juro por todo aquello que amo, amé
y amaré... que jamás he vuelto a encontrarme a una mujer como tú y
que dudo poder hacerlo. Michael es afortunado al tenerte a su lado, y
sé que tú eres afortunada al tenerlo junto a ti. Sin embargo, jamás
dejaré de imaginarnos juntos bajo ese árbol, besándonos como esa
noche y con la oportunidad de tocar el cielo con la punta de los
dedos.
Te prometo que jamás dejaré de
amarte. Mi amor, como yo, será eterno y siempre estaré
profundamente agradecido al destino por haberte conocido. Estaré
siempre en deuda porque te he amado y amaré...
Lestat de Lioncourt
No hay comentarios:
Publicar un comentario