Sybelle es una joven con una virtud más allá de tocar el piano...
Lestat de Lioncourt
Muchos buscan el amor en situaciones
complicadas. Desnudan su alma olvidando que el amor es un privilegio
que se otorga, pero no se regala. El amor debe nacer de la
complicidad, la pasión exacerbada, el pensamiento dulce de ser parte
de algo más importante que la simplicidad de una vida solitaria, y
que debe poseer solidaridad con los sentimientos de los otros. En
definitiva, amar no es simplemente decir te amo. Amar es un estado de
ánimo, una forma de vida, un pensamiento, una verdad innegable y
algo tan poderoso que nos cambia la vida. Hay quienes creen que amar
profundamente es entregarse en unas sábanas blancas, viajando por la
sensación placentera de tocar el paraíso con la punta de los dedos,
olvidando quienes somos y hacia donde caminábamos. Pero no, no es
eso.
Amar es sonreír por las mañanas por
el simple hecho de estar vivo. Yo sigo haciéndolo, pese a que mis
mañanas son nocturnas y mi vida es eterna. Amar es la sensación de
libertad que siento, o que nace de mí, cuando compongo alguna
partitura. Noto como surge de entre mis dedos la fuerza, pasión y
arrojo necesario para seguir creando algo, que aunque pueda parecer
eterno, es efímero. Ese momento no durará para siempre, por eso hay
que amarlo. Amar es abrazar más y reñir menos, escuchar más, reír
más y comunicar tus sentimientos antes de explotar hasta convertirte
en un monstruo ajeno a lo que realmente aprecias.
Descalza, tocando el frío mármol con
cada centímetro de mis pies, camino mirando los viejos recuerdos que
acumulo. Los marcos de las fotografías parecen resplandecer con
frialdad, pues las sonrisas son demasiado cálidas y las miradas
intensas. Él siempre está allí, frente al gran balcón, para
iniciar una noche más. Tierno, pequeño y de ojos profundos. Viste
elegante, aunque en ocasiones lo veo con ropa demasiado desenfadada,
y usualmente con colores claros como el blanco o el celeste. Sus
cabellos rojizos caen sobre sus hombros, ligeramente ondulados, y su
mentón tiembla por la emoción de los sentimientos sutilmente
reprimidos. Él es Armand.
El amor más profundo que siento es por
él. Un amor que va más allá del amor habitual a una pareja, un
confidente, un amigo, un padre, un hermano o un igual. Amo su
belleza, pero no sólo la física. Pese a lo retorcido que puede
llegar a ser, pues ha destrozado a cientos con una destreza
increíble, tiene la ternura y la bondad de un niño. Allí, mirando
el anochecer, parece recitar poemas que una vez le ofrecieron de
forma confidente y amorosa.
Él, Armand, tiene una belleza especial
que jamás lograré comprender ni describir. Él, el vampiro que me
ha guiado por esta senda terrible, me ha demostrado que el amor
aunque tarde en llegar, ya que a veces uno espera en vano durante
siglos, aparece llenándolo todo de una luz especial.
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