Lasher otra vez. Otra vez, sí. Él se lamenta esta vez por Deirdre. La verdad es que la trató bien, aunque en parte tuvo la culpa de su estado.
Lestat de Lioncourt
Aquí estoy. Deja que te guíe. Las
flores ya germinaron, ¿las oliste? ¿Puedes hacerlo? Obsérvalas.
Son muy vistosas. Mira el jardín, Deirdre, mira el jardín. Hay más
flores que cuando eras una niña, ¿recogerás flores para mí?
¿Serás buena niña? He estado a tu lado desde la cuna, meciéndola
y susurrándote lo hermosa que eras. Puedo ver en ti aún esa
belleza, como en estas flores. ¿Por qué no tomas un ramillete?
Ensalzarán tus mejillas sonrojadas. Hermosa mía, dulce romance de
verano, la primavera cubrirán tus pies y jamás sentirás miedo.
Amor mío, hermosa mía, te estoy
llamando. Ven conmigo. Te coronaré como la diosa de mi jardín. Este
jardín. Subiremos al árbol, veremos más allá de la cancela y
correremos por las calles sobre las grietas de las baldosas,
sintiendo el asfalto duro y áspero, mientras los coches tocan el
claxon y las luces de la mañana bailan en tus ojos.
No temas. No guardes silencio. Puedes
guitar. Debes confiar. Nos abrazaremos en mitad de ninguna parte y
nos besaremos en tu dormitorio. No importa donde vayas, pues me
llevarás contigo. Toma mi mano, por favor, y sigue el camino. Corre
por entre los coches, vuela sobre los pasos de cebra y detente frente
a la iglesia que fue tu condenación.
Pecado, eso escuchas. Pecado, eso
crees. Pecado, te dicen. Tú, que eras tan libre, te has convertido
en un ser atado a una cuerda y pastillas. Por eso, amor mío, sigue
soñando que yo te llevaré de paseo por el jardín. Te conduciré a
la locura más deliciosa y tus ojos, esos ojos de cielo, serán parte
de la bóveda que cubran nuestras cabezas.
¡Oh, amada mía! Jamás dejarás de
ser mi amada, mi adorada, mi niña... mi bruja.
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