Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

domingo, 1 de febrero de 2015

La vida, el dolor

Yo le amo. Reconozco que después de tantos años he aprendido a amarlo. Sin embargo, jamás he aprendido a amar de esa forma que él necesita. Porque él a quien necesita es a Marius. 
Lestat de Lioncourt


Puedes ver en mí la crueldad del mundo convertida en una piel de porcelana. Observa mis ojos castaños, con tupidas pestañas y cejas delicadas, donde yace mi alma torturándose con los viejos recuerdos, los cuales parecen raíces enredando mi corazón. Un corazón de mármol, que aún late a duras penas, bombeando la sangre que acabo de arrebatar a un pobre incauto. Mi aspecto es el de un chiquillo, pues mi tamaño y edad pueden confundir a cualquier mortal.

Estoy bajando por Nueva York. Llevo aquí varios años instalado. Todos los vampiros más jóvenes me temen, salvo aquellos que me acompañan. Mi historia es larga y dolorosa, pero he logrado resumirla brevemente en un libro que aún puede adquirirse en las librerías de todo el mundo. Muchos me han tomado como un simple personaje de ficción. No les culpo.

He visto los cambios en el arte, algunos con diminutas pinceladas y otras con catástrofes terribles. Las iglesias se han alzado del mismo modo que se han derruido. He contemplado el mundo tras las ascuas del infierno, con las velas danzando frente a mi rostro, en recuerdo por todas las almas que he arrojado al fuego purificador. Recuerdo los lamentos y gritos de aquellos que jamás me amaron, pero me siguieron como si fuera un líder fuerte y no un chiquillo eterno.

Tengo una belleza hipnótica de la cual soy consciente, pues muchos me han codiciado aunque no me han amado. El amor es algo demasiado puro, y en ocasiones ruin, para mí. Sé que es amar, sintiendo una desesperación absoluta ante la belleza de un amor terrible, pero jamás he sentido esa misma pasión de otros hacia mí. En estos momentos, tan duros para todos, me he aferrado a los sentimientos de aquellos que ahora me rodean. Me aman, pero no con la fuerza que yo he amado. Es un amor similar al fervor religioso que una vez sentí. El mismo amor que aún me condena llenándome de esperanzas.

Recuerdo el hedor de los canales, pese a su belleza, el aroma intenso del óleo y el vino. También, por supuesto, la cegadora magia de los lienzos y frescos del palazzo veneciano donde estuve cautivo entre sus brazos. No puedo olvidar mis pasos acelerados hacia su habitación, mi corazón impulsándose por sueños y pasiones tan bajas como intensas, y mis manos acariciando sus cabellos, los cuales parecían rayos de sol en plena oscuridad. Le amaba a pesar de ser un monstruo. Sabía que era un ser condenado y no podía dejar de buscar sus labios, enredando mis piernas en sus caderas y buscando que me tocara hasta que me hiciese clamar a las puertas del paraíso.

Estoy en un mundo muy distinto. El asfalto lo cubre todo, el sonido de los automóviles es intenso, puedo escuchar a lo lejos las discusiones más estúpidas y observar las luces más cegadoras. Hoy llueve en este lugar, en Nueva York, tan lejos de donde se encuentra aún hoy mi corazón. Pues mi corazón, lo que fui, está en Venecia esperándome con fervor, deseando unir sus recuerdos con los míos, mientras camino entre sus plazas y observo el arte que aún perdura en cada muro.

Vivir para siempre es una carga, pero lo es más cuando amas de esta forma.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt