Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

domingo, 15 de febrero de 2015

Martes de Grasa

Un Carnaval tradicional con pasacalles donde todo puede ocurrir, como verlo desde First Street en el jardín mientras tu mujer está huida con un Taltos.

Lestat de Lioncourt 


Las carrozas pasaban frente a la mansión deslumbrando con su colorido. La mañana era fresca, pero agradable. Los árboles parecían saludar al gentío que se agolpaba en las aceras. Tras la frontera que era la cancela, con su alta puerta de hierro, veía pasar la vida misma con sus momentos dulces y amargos. Porque eso era el Carnval, ¿no es así? Una oda a la vida y al placer, el pecado y la ambición, el color y la muerte, pero todo en nombre las cenizas mismas de Dios. Lo impuro debe ser festejado antes de volver a lavar nuestras manos, como Pilatos, para aceptar en nuestros corazones a Dios.

La medalla de San Miguel había desaparecido de mi cuello desde hacía semanas. Me sentía perdido sin ella, pero no le di le menor importancia. Poco sabía que aparecía en los fríos dedos muertos de Gifford, la cual había muerto la noche anterior tras una terrible violación. Aquella playa, de arenas doradas y ruidosas olas, se convirtió en su tumba. Aún había inocencia en el ambiente. Todavía se respiraban los aplausos y risas. Sin embargo, en mi pecho había un horrible sentimiento y el temor, como la angustia, se apoderaba de mí. Estaba convaleciente aún, pues mi corazón no pudo soportar la monstruosidad que descubrí en Diciembre, y, aún así, estaba en bata en el jardín convirtiéndome en el hombre del jardín, el cual había sido título más que merecido para Lasher.

Deseaba una lata de cerveza fría, un cigarrillo y la certeza de un futuro más próspero. No podía dejar de pensar en Rowan. Ella, mi mujer, estaba desaparecida y nadie sabía a ciencia cierta su paradero. Había especulaciones, pero tan sólo se quedaban en papel mojado. La rabia herían cada vez más mi orgullo y me sentía frustrado a cada segundo que pasaba. Era terrible. Mi matrimonio se venía abajo, como una casa ruinosa, y no podía hacer nada. Sin embargo, estaba la fe. La fe en algo más poderoso que Dios, el Diablo y que todo lo conocido. Había esperanza, pues sin esperanza podía darme por muerto allí mismo.

Entonces la vi. Allí a mi lado. Llevaba aquel vestido infantil, demasiado infantil para una niña que prácticamente era una mujer, con aquellas encantadoras cintas atadas a su rojo cabello. Las pecas salpicaban su nariz, que se arrugaba ligeramente, mientras intentaba ver más allá del bullicio. Su cuerpo era pequeño, frágil y parecía tierno con tan sólo echar un vistazo. Decidí alzarla, colocarla sobre mis hombros y lograr que viese el espectáculo. Mona. Mi encantadora y dulce Mona. Había crecido en un mundo baldío, sin ilusiones o una mínima esperanza. Era la típica flor que nace en el risco y está en contra del viento. Ella, sin duda alguna, estaba en contra de todo.

Aquel día me percaté que no era ya una niña, sino una joven. Una joven ambiciosa y necesitada de afecto. Una mujer que quería conocer la verdad y los misterios que yacían entre los cimientos olvidados de First Street.


Jamás olvidaré sus ojos verdes, los collares de colores que llovieron aquel día y la muerte de Gifford. Aquel día me iluminó el dolor, el pecado y la verdad más terrible. Supe que la crueldad y el miedo sólo se habían iniciado.   

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt