Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

martes, 10 de febrero de 2015

Míranos

Armand y Marius... ¿por qué son tan dramáticos? Bueno, no tengo porque quejarme porque me pasa lo mismo con Louis. 

Lestat de Lioncourt 



—Mírame. Mírate. Míranos. ¿Te atreves o tienes miedo? No sé que puedo ver en tus ojos, pero cuando los contemplo pierdo todo el buen juicio que he logrado retener entre mis dedos. No fuiste capaz de buscarme en su momento, por eso nuestro momento pasó y el dolor nos hizo fuertes. A mí me hizo un guerrero, pero a ti te regaló mentiras tan firmes que hasta el día de hoy te las crees. ¿Cómo puedes vivir sin mí? Yo no sé vivir sin ti. Pese a todo, aunque sé que ya no podemos estar juntos, siento deseos de correr hacia ti para que me abraces—dijo, desde la penumbra.

Él estaba en la habitación con los ojos fijos en aquel viejo cuadro. No sabía como él lo había recuperado, pero ahí estaba. Esas alas negras, esa expresión tan emotiva, esa luz, ese aroma a recuerdos perfumados de lágrimas y caricias... Ese cuadro, maldito como malditos estaban ambos, descansaba sobre el caballete como si lo hubiese acabado de pintar. Quería llorar, pero se reprimía las lágrimas. Armand estaba en la puerta, apoyado en el pomo, esperando que respondiera a sus palabras y acusaciones. Sin embargo, él no podía. Tenía razón. No podía vivir sin él y a la vez sabía que era un imposible. No era Venecia, ni él todavía un muchacho, la inocencia no existía y los burdeles no eran más que bares de hombres sin conciencia ni respeto.

—Maestro...—su voz se quebró.

Rápidamente Marius se giró. Llevaba una vieja túnica roja. Había decidido regodearse en los recuerdos, alejando todo lo que le había rodeado hasta el momento, para poder respirar el instante como en aquellos días. Sus ojos severos eran tiernos, casi trémulos, y los de su criatura, el muchacho que amó y, aún ama, con toda su alma, estaban llenos de vida salvaje. Se movió rápidamente con un par de pasos llenos de elegancia, tomó aquel rostro juvenil entre sus manos y besó sus labios.


Tal vez no era su momento, ni el lugar y tampoco podía decirse que todo estaba perdonado. Tal vez no. Si bien ahí estaban. Sus labios se volvieron cómplices. Sus manos, esas manos suaves y delicadas, desnudaron el cuerpo joven y eterno de Armand. Aquel querubín quedó desnudo, aferrado a sus ropas de color de sangre, mientras los cabellos dorados de su maestro rozaban su torso. Lo cubrió, como quien cubre a un ángel del pecado, mientras lo secuestraba con sus deseos una vez más.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt