Memnoch y las discusiones con Jesús, Dios y el Espíritu Santo... la cosa es discutir con la Santísima Trinidad. La última vez fue frente a mí.
Lestat de Lioncourt
Su muerte cambió la concepción del
mundo. Muchos se giraron hacia la cruz y contemplaron la verdad que
él les ofrecía. La resurrección provocó que una marea ingente de
personas rogaran por su salvación, pidieran nuevos milagros e
intentaran limpiar sus almas. Sin embargo, mi figura fue clave y
esencial. Si no hubiese miedo al pecado, al mal más terrible, no
caerían en su red de pescador de almas.
Siempre he sido esclavo de la gran
tragedia. La libertad y el amor de Dios quedó en el olvido. Guardé
conmigo las sensaciones más placenteras. Conviví con los hombres,
me adentré en sus miedos y en las decepciones más terribles, alcé
mi rostro hacia los cielos clamando piedad y ningún rayo iluminó el
cielo. Yo luché arduamente por el camino de espinas que se dispuso
ante mí. Pero él, el hijo de Dios, consiguió que todos se
conmovieran ante su tragedia, besaran sus pies heridos y se
fustigaran en su nombre.
Me convertí en el cáliz que no quiso
probar. Contemplé el mundo con las guerras que él provocaría. Las
divisiones serían aún más terribles. El mundo se llenaría de
sangre en su nombre, pero eso a él no le importó. Pensó que al
menos conseguiría cierta ventaja en mi contra. Sin embargo, seguimos
jugando bajo las mismas normas, en el mismo tablero y, sin embargo,
el tiempo se va consumiendo como la luz que él creyó aportar al
mundo.
Puedes contemplarme convertido en un
muchacho más, con una de esas insufribles camisetas de rock, el
cigarrillo en los labios y la mirada perdida en mis pensamientos.
Estoy caminando por las viejas, y perdidas calles, de cualquier
ciudad, sin rostro y sin nombre, donde cualquiera puede ser un ángel,
un santo, un demonio y un pecador. Me he convertido en un monstruo de
circo, me han introducido en sus peores pesadillas y sus maravillosas
obras de arte. He probado el café de diversas cafeterías, he
brindado con cerveza y él sigue insistiendo que comprenda su
postura. No. Las discusiones serán eternas, el bien y el mal no
existe, y él debería estar agradecido. Todos me temen y por ello se
doblegan a sus intereses.
Dios no es un villano, pero a veces
puede ser terrible. Yo jamás dejaré de ser un monstruo, aunque
tampoco soy el gran pecador que te invita a pecar con él. Tan sólo
te abro los brazos, te veo como un igual y un hermano, te beso en la
mejilla y te juzgo como a mí me juzgaron. Intento ser tu amigo. No
quiero que sufras. Sin embargo, según Dios gracias al sufrimiento
comprenderéis su mensaje.
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