Quisiera que vieras el mundo como yo,
pero es imposible que te pongas en mis zapatos. Comprendo tu
rebeldía, tus ganas de romper los grilletes y el dolor que puedes
sentir. Yo también fui obviado por mi familia, despreciado por mi
juventud, vi la muerte con mis propios ojos y sentí su terrible
aliento. Estuve a punto de alcanzar mis sueños más fastuosos, esos
que se truncaron y que ahora son sólo polvo. Mírame cuando te
hablo, por favor. Yo sé lo que sientes. Sé como eres. Sé quien
eres mejor que tú.
He visto en tus ojos la rabia que aún
contengo. Sé que esa fuerza que yace en tu interior provoca que
tengas una actitud tan tensa. Sin embargo, no puedo evitar pensar que
eres joven y debo protegerte. Algo en mí se activa cuando te tengo
cerca. Quiero que seas mejor que yo, que no cometas los mismos
errores, y descubro, por desgracia, que soy igual que Marius cuando
me conoció.
Amaría volver a estar contigo,
teniéndote frente a frente, dejando que mis labios recorran tu
rostro y que mis manos no se aparten de tu cintura. Sé que el mundo
ha sido cruel contigo, del mismo modo que lo ha sido con todos en
algún momento. Sin embargo, ahora tienes todo lo que deseas al
alcance de tus dedos. Puedes ir donde desees y hacer lo que quieras.
Por favor, que una de esas cosas sea volver a caminar a mi lado, bajo
las estrellas de ese pantano, mientras aceptamos nuestras
diferencias.
Tú siempre serás mi hija. Jamás
dejaré de amarte, desear tu compañía y añorar nuestras peleas.
Cada lágrima que has derramado has provocado que yo llore contigo.
Espero que algún día tus arrebatos y los míos se evaporen. Quiero
derrumbar ese muro que hemos puesto, la distancia desmedida y las
malas miradas que no nos conducen a nada.
Lestat de Lioncourt
No hay comentarios:
Publicar un comentario