Aún no sé porqué decidí llenar los
muros de medio mundo con mensajes absurdos a Marius. Se suponía que
estaba muerto, pero al saber que Armand no tenía certeza alguna de
su terrible final... me dio alas. Fue como una revelación. Pensé
que debía buscar a ese vampiro tan antiguo porque tendría historias
que podría usar, cierta experiencia y verdad que yo no conocería
jamás de no sentarme junto a él. Deseaba ver con mis propios ojos
un ser tan antiguo, que ha visto tanto y conoce el mundo como la
palma de su mano. Necesitaba hundirme en su verdad, bucear en su alma
y tocar los preciados tesoros que escondía en ella. Quizás era una
imprudencia, pues podía destruirme, pero mi curiosidad era tal que
no podía contenerme.
Jamás he sido muy responsable en mis
actos. Creo que nunca he medido la fuerza y el valor de estos. He
caminado por la senda oscura a tientas, sin luz alguna, y esperando
que todo saliese como esperaba. No sé que prendía. Tampoco sé si
prendía algo. Sólo quería gozar del momento, de ese instante
maravilloso que puede ser hiel y miel a la vez. Me sentía en pleno
derecho a saber. Los libros pueden contarte muchas historias, pero no
es lo mismo si te lo cuenta alguien que las ha vivido. La experiencia
es una materia que se aprende caminando, deshaciendo los pasos y
volviendo la vista atrás para continuar de nuevo. Él había vivido
historias que deseaba prácticamente palpar en sus palabras.
En sus brazos me sentí protegido. Debí
tener miedo, pero sólo me recordó a mi hogar. Quizás fue algo
demasiado estúpido por mi parte. Sabía bien que él no me
destruiría, aunque su verdad podía volverme loco. Estaba
impaciente. Me sentía tan nervioso que no era capaz de centrarme
todos su mensajes. Olvidé por completo mis modales, me adentré en
un jardín prohibido lleno de maravillas, y toqué con la punta de
mis dedos la verdad más antigua. Pude ver con mis ojos las
maravillas de la eternidad, lo terrible que es el poder y la
inmortalidad. Vi el misterio deshacerse ante mí, como si fuese un
tupido velo que caía de mis ojos. Estaba ciego, pero entonces pude
ver. Oh, y lo que vi fue fascinante y aterrador.
Por mi imprudencia, por hacer algo
indebido, provoqué un gran desastre y él me echó de su lado. Sin
embargo, jamás lo olvidé. Nunca pude olvidar sus ojos sabios, algo
fríos, y sus labios finos junto a su espesa cabellera rubia. Parecía
un Dios. Un Dios benévolo que se apiadó de su único discípulo,
pues nuestra única noche fue un desastre.
Llevé conmigo el silencio, pero
terminé rompiéndolo ante el reto de Louis. ¿Por qué Louis? ¿No
había otro vampiro que rompiese las reglas del silencio? No. Tuvo
que ser él. Sentí aquello como un reto. Me llamó mentiroso, pero
nunca mentí. No tenía derecho a llamarme mentiroso cuando en
realidad ocultaba un secreto terrible. Y entonces todo explotó. Fue
como unos maravillosos fuegos artificiales. Primero ves un murmullo,
pero luego todo estalla. Fue un momento. Un instante en la vida. Un
concierto terrible, muertos, fuego, destrucción, carreras, un
secuestro, más muerte y un ruego de amor y poder que quedó en nada.
Marius volvió a abrazarme. Sentí sus
brazos rodeándome, pegándome a su cuerpo, y noté que nuevamente
estaba en casa. Sin embargo, ese no era mi hogar. Mi hogar es romper
las normas que tanto ama. Disfruto siendo yo. No puedo ser lo que él
pretende que sea. No soy un santo. No soy bueno. Tal vez sí soy un
mentiroso. ¡Quién sabe! Sólo sé que muchos me llamáis héroe y
millones pronto me llamarán Príncipe de los Vampiros.
Lestat de Lioncourt
1 comentario:
Eres preciosamente libre, si que lo eres y te adoro por eso.
Un beso al aire de parte de esta simple admiradora que bebe tus escritos como si fueran manantiales.
Jun
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