Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

martes, 28 de abril de 2015

Un gran amigo

Podía ver en sus ojos la rabia y la desesperación más profunda. En su voz, suave y amable, parecía hallarse un nudo terrible que no se deshacía con facilidad. Se encontraba envuelto en un terrible trance. Conocer la noticia le había hundido una vez más. No era la primera vez que como inmortal tenía que ver como otros, a quienes apreciaba o admiraba, desaparecían convirtiéndose en una tumba, cenizas o simples recuerdos. Sin embargo, incluso los recuerdos más simples nos impulsan para continuar decididos nuestro recorrido vertiginoso por los años, décadas y siglos. Su rostro había cambiado adaptándose al alma que desde hacía décadas rellenaba aquel envase vacío. Él era David Talbot. Sus ojos oscuros con diminutos destellos dorados, como si fueran una piedra preciosa en mitad de la oscuridad, me perseguían mientras se movía inquieto por la habitación.

Las diversas reuniones habían sido agotadoras, el funeral terminó siendo devastador y reconstruir el recinto, el cual eran puras ruinas, estaba siendo un trabajo insondable. Había dejado a Jesse en la profundidad de aquella selva, pues precisaba estar a solas y rememorar los preciados momentos que había vivido con su hacedora y antepasada. Maharet ya no estaba para contemplarnos con sus hermosos ojos azules, los cuales había conseguido gracias a Fareed, aferrada a su hermana, silenciosa como una hermosa planta que sólo sobrevive gracias a los cuidados de otros, mientras Khayman meditaba sentado en una de las salas, acariciando el árbol genealógico que creció a partir de su semilla fruto de un terrible encuentro.

—Es terrible—decía manteniéndose ligeramente entero—. Terrible, desolador y a la vez...

—Esperanzador—respondí provocando que esbozara una simple sonrisa—. Ahora tienes una misión más importante que recapitular la vida de otros, David. Tienes que ser quien soporte el dolor de Jesse, acompañándola por un duelo que tú ya has vivido con Aaron y Merrick.

—Así es...—murmuró aproximándose al escritorio, donde estaba sentado con las piernas sobre la mesa y la espalda completamente recostada en el sillón.

—Vais a reconstruir la historia de su familia, la cual es también la nuestra—asintió de inmediato a mis palabras—. Es un gran mensaje de esperanza para otros, pero yo no sería capaz de hacerlo.

—Por eso no te hemos pedido ayuda—dijo tras una breve carcajada.

«Es hermoso. Hermoso. Hiciste bien en convertirlo en tu hijo. Una belleza e inteligencia así es necesaria entre los nuestros. Es hermoso. Simplemente hermoso.»

—Cállate—chisté arrugando la nariz.

«¿Por qué? No he dicho nada desagradable.»

—Te está hablando, ¿no es así?—susurró tomando asiento en la silla frente a la mía. Era de un respaldo más corto y ancho. Todo era original. Me había costado mucho encontrar el mobiliario, pero tengo contactos. Los anticuarios me adoran. Sin embargo, era una imagen extremadamente deliciosa observarlo allí preocupado, con aquel traje impecable en color gris y ese cardigan azul marino en contraste con la camisa blanca, tan blanca como la mía. Un hombre de aspecto moderno, pero con un estilo serio y sereno en una silla tan vieja como exquisita. Adoraba a David. Quería a David. Creo que es uno de esos amores imposibles de olvidar, pues su amistad me ha ofrecido demasiados beneficios. Y allí estaba él preocupándose por mí, deseando que yo le contara todo.

—Sí, lo está haciendo. Sólo te adula—susurré con una sonrisa burlona—. Creo que te desea tanto como te he llegado a desear yo—ambos nos miramos fijamente a los ojos, reímos durante unos segundos y nos relajamos.

David parecía triste y agotado, por eso venía a mí. Quizás una ligera bronca, un poco de información y un par de palabras intensas le harían salir de la monotonía del dolor y las lágrimas. Sin embargo, no discutimos esa vez. Sólo se quedó frente a mí admirando mis rasgos, comprendiendo que no era sólo Lestat. Amel estaba frente a él y eso le excitaba provocando cierto nerviosismo que le alteraba, pero a la vez le daba cierta paz. Sabía que Amel a mi lado era feliz, pues poseía todo lo que con Mekare no podía tener. Podía ver y sentir a través de mi cuerpo y yo, por supuesto, no era un idiota que pudiese ser manipulado. Quizás era un rebelde desvergonzado, pero tenía mis límites y Amel se sentía contento con alimentarse junto a mí, sentir a mi lado y disfrutar de la noche como yo lo hacía.

—Si necesitas algo...—empecé a decir, pero él me detuvo levantando su mano derecha. Me pedía calma. Negó con su cabeza y se incorporó.


De inmediato se levantó, notando como se mordía la lengua y se aproximaba hasta a mí. Me besó. Su lengua se hundió en mi boca llenándola de su deliciosa sangre. Cada vampiro tiene un sabor distinto y el sabor de David es intenso, como es él en cada acción que hace aunque parezca comedido y razonable. Cerré los ojos como un quinceañero, gemí bajo aferrándome a las solapas de su chaqueta y de improvisto, cuando disfrutaba de su sabor, alejó su boca de la mía y me mordió bebiendo un pequeño sorbo. Después se marchó sin despedirse. Tan sólo echó un vistazo último a la habitación repleta de libros, viejos recuerdos y aquel hermoso escritorio donde me encontraba.

Lestat de Lioncourt  

No hay comentarios:

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt