Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

jueves, 21 de mayo de 2015

Tú y yo

Armand y Daniel empiezan a tener la relación que no tenían. 


Lestat de Lioncourt 


La habitación era una amalgama de carteles de exitosas películas de Hollywood, había algunos libros sobre periodismo en una de las estanterías y una máquina de escribir en un pequeño rincón sobre una mesa que se sostenía a duras penas. Era un cuarto minúsculo, pero parecía tener cierto encanto. Las botellas de whisky vacías cerca de la cama, el cenicero a rebosar de colillas y la papelera llena de notas arrugadas daban una idea de la clase de persona que vivía allí. El desorden era su orden.

Permanecí allí de pie observando su cama revuelta, las sábanas arrugadas, las almohadas mal colocadas y la colcha cayendo por los pies. Su armario estaba cerrado con llave, pero sospechaba que no tenía más de unas camisas mal planchadas y unos jeans desgastados.

La cisterna del cuarto del inodoro estaba rota, pues se escuchaba un constante goteo, y la bombilla rota. En la penumbra había podido ver un espejo sucio, un par de maquinillas de afeitar sobre el lavabo y el bote de espuma de afeitar abierto. La bañera estaba oculta por las cortinas de baño, las cuales eran casi transparentes. No me interesaba demasiado ese lugar. Como tampoco me interesaba el pequeño armario del pasillo.

Era un apartamento pequeño que ni siquiera tenía cocina. Aunque, a decir verdad, Daniel no sabría siquiera encender alguno de los hornillos. Él era escritor y los escritores como él, columnistas en un periodicucho de nada, vivían de comida basura y restaurantes de mala muerte.

Él no estaba. Posiblemente estaba machacándose el hígado en algún tugurio. Había conseguido una historia única que me involucraba a mí y a otros tantos inmortales. Me había llamado la atención. Mi curiosidad se había despertado tras siglos aletargada. Deseaba conocer el mundo moderno a través a las gafas de pasta que él llevaba.

Recuerdo que me encontraba ilusionado cuando él estaba frente a mí. Quería a traerlo. Necesitaba que él comprendiera que sería importante para ambos. Mi amor por él crecía, pero yo le causaba ciertos estragos que no sabía calmar. Fue terrible. Ahora lo tengo frente a mí completamente sereno, moviendo un caballo sobre el perfecto tablero de ajedrez que he dispuesto entre nosotros y no puedo creer que ese hombre, delgaducho de ojos violetas, sea el vampiro que me mira sin miedo ni odio.


—Si gano tendremos que ir a ese local que tiene Benjamín—dijo riendo bajo hace unos minutos—. Si ganas tú saldré contigo a pasear donde tú desees.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt