Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

sábado, 18 de julio de 2015

Honestidad perdida

Esto sí que es algo interesante de leer... ¡Ah! ¡Khayman tenía un diario! Sólo se ha salvado parte, pero ¿qué importa? Se puede leer. No creo que a un muerto le importe que leamos ciertas cosas.

Lestat de Lioncourt


Recuerdo los mares dorados alzándose allí donde mi vista lograba alcanzar. El mundo caía a nuestros pies. La sangre se convertía en alfombra de pétalos de rosa para el tirano al que servía, pero besaba sus pies agradecido por su bondad hacia mi familia. Mi padre siempre había sido leal al rey y yo no iba a ser diferente. Mi amor por Enkil, así como mi lealtad, era muy conocida y valorada tanto por él como por su esposa. Si bien, ella jamás fue leal a su rey.

Los hijos que ella lograba tener con los hombres que iban a su alcoba, todos parte de la milicia, eran la descendencia de su esposo. El rey sólo odiaba a los amantes de su mujer porque pudiesen quitarle el trono, el cual había heredado de su poderoso y comprensivo padre. Sólo la codiciaba como símbolo de su poder, pero jamás como una mujer. Nunca vi deseos algunos por su parte de atraparla entre sus brazos como un hombre haría con la mujer que desea o ama. Sin embargo, solían dialogar durante largas horas y reír ante los rumores que se propagaban por la corte. Amaban jugar a distintos juegos de mesa y decidían leyes conjuntamente. Eran como hermanos con apariencia de matrimonio. Enkil era absolutamente leal a Akasha en ese aspecto y ella a él.

Sólo los escuché discutir una noche y era por mí. Enkil estaba convencido que era el nuevo amante de su desleal esposa en la cama. Akasha aún no había puesto sus ojos sobre mí. Yo tan sólo era su leal y valiente general, un mayordomo más y un sirviente afín a las leyes por poco populares que fueran. Se sentía traicionado. Su corazón me pertenecía, yo lo sabía y ella también. Por eso mismo, cuando la discusión se finalizó sentí cierta amargura.

Mi corazón nunca fue suyo, aunque sí le quería a mi modo. Akasha poco después me tentó en su habitación. Deseaba conocer mi lealtad. Ella me besó acariciando mis espesos y largos cabellos, enredó sus dedos en mis mechones y me miró a los ojos completamente obnubilada. Sin pudor llevó mi mano derecha a su vientre y la deslizó hasta el borde de la apertura de su sexo, el cual palpitaba acalorado deseando sentirme.

Sabía que no debía. Conocía los sentimientos de Enkil y que era leal a mí, cosa que yo no era. Había sido desleal con cuanta mujer decidió venir a mi cama. Disfrutaba de las carnes jóvenes de las nuevas esclavas, bañadoras reales y delicadas mujeres libres que decidían ejercer la prostitución como medio rápido de conseguir riquezas. Pero saber no impidió que no cediera.

Mis dedos acariciaron su clítoris, se hundieron en su estrecho orificio y la penetraron lentamente mientras la besaba. Ella echó sus brazos entorno a mi cuello, rodeándolo con cuidado, dejando que sus senos, cubiertos tan sólo por una ligera tela de lino, rozaran mi torso desnudo. Sólo cortaba aquellos besos, lentos y largos, para gemir suavemente cerca de mis labios. Acabé recostándola en un diván cercano, lamiendo suavemente su clítoris, para paladear su sabor. Cuando quise percatarme de mis actos, negándome a la excitación del momento, ya estaba dentro de ella penetrándola fuertemente mientras apoyaba mis manos en sus caderas. Me miraba dichosa, completamente entusiasmada por aquel acto indecente y salvaje. Ella le estaba arrebatando a Enkil lo único que creía absolutamente suyo.


Sé que ella lo admiraba, pero también codiciaba todas las cosas que poseía. Yo empecé a ser de ambos. Era un juguete roto que ambos niños requerían. Él jamás supo que yo era infiel a sus caricias y ella disfrutaba de nuestros encuentros. No era el único. Tenía varios amantes y siempre jóvenes, fuertes y hermosos. Nunca sentí celos. No la amé jamás de ese modo. Mi amor por Enkil era mayor al amor que yo le profesaba a ella, pero aún así la quería con sus defectos y virtudes hasta que Amel envenenó aquella vida.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt