Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

sábado, 8 de agosto de 2015

Sin temores

Yo ya se lo he dicho, pero a mí no me hace caso. ¿Hará caso Armand a Benjamín?

Lestat de Lioncourt


—Tu problema, Armand, es que temes la felicidad—dijo recostado en el diván.

Tenía el sombrero ligeramente inclinado sobre su rostro, sus brazos estaban tras la nuca y sus piernas se encontraban cruzadas con las botas sobre la mesa de cristal donde se hallaban apiladas algunas revistas. Benjamín ya no era un niño. Él podía emitir juicios para nada precipitados. Conocía bien los miedos de quien consideraba un igual, un amigo, un hermano, un compañero y un gran virtuoso del engaño. Amaba a Armand, pero también comprendía que debía ser crítico si deseaba ver algún cambio en él. Odiaba observarlo como una escultura perfecta de un ángel retorcido. Quería que su rostro cobrara vida y se animara a indagar en sus yagas.

—No temo a ser feliz. Soy feliz—respondió con rotundidad.

—Sí, ya veo lo feliz que eres—murmuró con una sonrisa dibujada en sus labios.

—¿Por qué crees que no lo soy?—se incorporó del sofá donde él se hallaba, dejando atrás el libro que había estado ojeando y concentrándose en la figura menuda de Benjamín.

Ambos vestían trajes similares, sólo que el de Armand era blanco y el del joven vampiro era negro. Los cabellos rojizos del centenario vampiro rozaban su angelical rostro, el cual estaba completamente girado hacia quien consideraba su pequeño Benji. Para él aquella criatura seguía siendo el locuaz niño que abrazaba, besaba y adulaba. El tiempo había pasado demasiado rápido. Sólo fue un suspiro, un pequeño guiño y un aplauso en mitad del silencio.

—Temes conocer realmente lo que es amar, pues lo hiciste una vez y fallaste—dijo incorporándose, para quedar cara a cara con aquel del que aprendió tanto, pero a su vez no aprendió nada. Eran muy distintos. Armand estaba inclinado hacia él y él quedó a pocos centímetros de su rostro—. Siempre temes...

—He sufrido demasiado...


—Has, pero ahora no. Deja de lamentarte, por favor—dijo enérgico. Acabó levantándose para irse hacia la puerta, girar el pomo y salir de allí. Si bien, antes de marcharse se volteó y lo miró a los ojos—Ama. No pierdes nada—comentó colocándose bien el sombrero—. Quien no apuesta no logra nada.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt