Lestat de Lioncourt
Busco el remedio para éste dolor.
Intento encontrar en sus palabras la verdad que creía olvidada,
desterrada de mi camino y enterrada en la cuneta de una vieja
carretera. Eché cal a mis heridas, dejé que apareciera el hueso y
acepté el dolor como único camino. El amor vino precedido de una
muerte, igual que la paz. La locura no me deja pensar. Escucho una
voz. La voz me habla con ímpetu, me seduce, hace que crea que todo
está bien y lo que yo deseo sólo es hipocresía barata. Quiero
llorar. Te juro que quiero llorar. Ahora mismo estoy llorando.
Redacto ésta carta y estoy llorando. La vista se emborrona, las
letras se pierden y el hilo de mis pensamientos parece confuso.
Ya no sé el motivo por el cual redacto
ésto en una vieja libreta. La he tomado de la repisa, me he sentado
en la mesa y he empezado a escribir. Ni siquiera sé cuál es el
idioma en el que me expreso. No es mi idioma natal, es uno
extranjero, pero desconozco su nombre. No sé quién soy ahora mismo,
sólo sé que tengo sed y quiero matarlos a todos. Ellos causan mi
dolor. ¿Cuál dolor? Sólo siento un terrible dolor de cabeza. Un
terrible dolor. Alguien agujerea mi alma, mi pecho... ¿o es mi
cerebro?
Sangre. Tengo sed. Quiero sangre. La
sangre se acabó. Pero noto su delicioso sabor en mi lengua, entre
mis dientes y rezumando de mi camiseta. Huele a humo. También huele
a humo. Me pierdo. Debo leer las líneas anteriores para entender lo
que quería contar. Tengo miedo. Estoy perdiendo el juicio y ya no sé
si lo merezco. Noto el cansancio en mi cuerpo, pero no quiero dormir.
Si duermo al despertar estaré frente a una pira funeraria de miles
de vampiros. Ellos chillan, me culpan de su muerte, pero no entiendo
porqué lo hacen.
Que alguien me ayude. Que alguien ayude
al mundo.
Creo que soy Khayman. ¡Sí! ¡Así me
puso mi madre!
No hay comentarios:
Publicar un comentario