Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

sábado, 26 de septiembre de 2015

Hijo mío

Comprendo ahora las lágrimas de Oberon. Éste diario personal cuenta cosas que uno desconocía en esos momentos.

Lestat de Lioncourt 

Me encontraba enfermo, pero desconocía los motivos. Creía que llegaba al final de mi vida, como si aquello fuese posible para un Taltos que todavía podía considerarse joven, activo y dispuesto a seguir construyendo nuevas victorias para nuestro pueblo. Desconocía que uno de mis hijos, Silas, me estaba envenenando. Oberon se sentó aquel día en el gran comedor, llevaba un bol de helado de yogur blanco entre sus manos, y parecía dispuesto a conversar conmigo durante horas.

Él era el más parecido a mí y a su madre, la cual descansaba en el gran dormitorio intentando disuadir sus celos, ahuyentar sus miedos y defender sus pequeños sueños rotos. La leche que estaba frente a mí contenía veneno, pero lo desconocía. Mi hijo pequeño, el menor de todos, observaba el vaso con cierta aprensión y entonces, con cierto temor, me confesó la verdad.

—Te está matando—dijo clavando su cuchara en el cuenco—. Silas, te está matando.

—Es rebelde, eso es todo—susurré llevándome el vaso a los labios.

De inmediato, Oberon se levantó y me arrebató el vaso. Éste cayó al suelo, estallando en mil pedazos y provocando que las baldosas se mancharan. Eran baldosas negras, como la propia noche, y aquella leche era como un blanco presagio. El presagio de mi muerte, mi fin, como si fuese la espuma del mar de mi vieja isla de la cual tuve que huir.

—¡Te está matando! ¡Literalmente te está matando!—gritó agarrándome del brazo—. Padre...

No sé porqué reaccioné así, quizás porque Silas era mi primogénito. Lo abofeteé e intenté que mantuviese el control. Me miró con los ojos llenos de lágrimas y jadeó intentando controlarse.

—La leche lleva veneno, pero si tanto lo amas sigue aceptando sus atenciones—comentó.

Jamás hubiese creído esas palabras, pero mis manos temblaron. Por primera vez me sentía fatigado a la hora de imponer disciplina. Caí hacia atrás, en el respaldo, y miré su cuenco. Él lloraba, pero no le miraba. Me agarró del brazo con fuerza arrugando mi camisa de algodón azul celeste y luego huyó.


Aquella noche no lo pude volver a ver. Llegaron aquellos canallas arrebatándonos la tranquilidad. El mundo cambió demasiado pronto. Comprendí que mis hijos me deseaban muerto y que tenía que actuar, si bien lo hice demasiado tarde. El mundo nos quería en silencio.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt