Lestat de Lioncourt
He vuelto. He hecho un viaje demasiado
largo porque extraña la caricia del viento, su murmullo rodeándome,
y el silencio de los grandes árboles. Quería enterrarme entre la
tierra removida. Regresé al bosque en el cual me convertí en lo que
siempre he sido. Entre las raíces de los grandes árboles, de
retorcido y grueso tronco, he recuperado mi memoria y la sonrisa que
creía perdida. El aroma de la tierra mojada por la lluvia, así como
por los riachuelos cercanos, me recuerdan que la vida prosigue y que
yo soy parte de ella.
Me duelen las heridas del alma mucho
más que las del cuerpo, pero aquí siento que podré calmar cada
cicatriz. Sin embargo, aquí sigo aferrado a la vida.
Quiero dormir bajo la hojarasca,
enterrarme hasta lo más profundo y dormir durante décadas. No
quiero volver hasta no recuperarme. Necesito refugiarme en mis sueños
y amar de nuevo cada trozo de lo que fui. Deseo llorar como un niño
por todos mis errores, pero también por mis victorias. Alzaré mis
brazos e intentaré tocar el musgo que crece a los pies de los viejos
robles.
He vuelto a mi hermosa tierra, mi
patria, el lugar de donde no debí salir. No necesito nada más. Sólo
quiero ser feliz envuelto en la humedad y el silencio de un bosque
que mantiene sus secretos, pues muchos de ellos están tan sólo
conmigo.
Los sueños son caricias dulces como
las de una mujer entregadas, igual que los besos de una madre
preocupada y el sabor del vino derramado tras una batalla. Son un
enjambre que hace latir mi corazón. He regresado a mis raíces y me
aferro a ellas porque es lo único que me queda. Ya no hay nada más.
Me he desprendido del orgullo, la ira, el odio y las penas.
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