Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

domingo, 11 de octubre de 2015

Amor y odio

Un escrito que ha aparecido en un viejo cajón de las pertenencias de Santino. Armand me lo ha entregado entre lágrimas. Ahora comprendo algunas cosas y él también.

Lestat de Lioncourt 

—¿Por qué me trataste así?—preguntó mientras iniciaba mi segundo movimiento, moviendo un peón una sola casilla.

Jugábamos al ajedrez. La chimenea estaba encendida. La luz tenue de las llamas era tremedamente seductora. Él se veía como un ángel encarnado, pues sus mejillas sonrosadas y sus labios carnosos parecían esbozar una súplica divina.

Armand poseía una belleza única. Siempre lo había amado. Era un monstruo con aspecto de ángel, la bondad encerrando la malicia, y su alma, profunda y oscura, hablaba de dolor, soledad y amargura. Quería besar sus mejillas y estrecharlo contra mí, rogando su perdón, pero era algo que no tendría. Aceptaba que él jamás me reconocería como un igual, sino como un superior al cual temer aún en ese entonces.

—No sé a qué te refieres. Te toca mover—dije apoyándome en la mesa.

—Santino, me convertiste en un monstruo—susurró.

—Te moldeé, igual que hicieron conmigo—respondí encogiéndome de hombros—. ¿Vas a mover?

Intentaba desviar la atención hacia otro tema. No quería discutir. Mis dedos enjoyados eran muy distintos a las manos crueles que lo sostuvieron, las mismas que le llevaron ante él a su mejor amigo y ese que le sentenció con otro nombre en un bautismo de sangre. Cruel. Fui tremendamente cruel. Le despojé de todo, incluso de los lienzos, para convertirlo en una copia mía mejorada.

—¡Ahora no importa el ajedrez!—estalló.

—¿Y qué deseas oír?—dije recostándome en la silla.

—La verdad—chistó.

Me miraba suplicándome un poco de piedad, pero desconocía que era eso. Había asumido que no podía decirle la verdad. ¿Cómo iba a asumir él que le amaba? Yo, el cruel verdugo, moría de amor por su víctima.

—La verdad es peligrosa e inútil ya—aseguré—. El pasado ha quedado atrás, así que vive el futuro.

—Futuro...

Sus ojos brillaron llenos de ira. Unos ojos castaños y prodigiosos. Podía ver en ellos la profundidad de un mar peligroso, pues era un ser terrible. Realmente había convertido a aquel muchacho alegre, ajeno ya a la amargura, en un ser lleno de heridas que jamás cerrarían. Tenía en su alma tatuada muchas frases inacabadas, palabras nunca dichas y momentos que no se recuperarían. Yo lo sabía.

—¿Vas a mover?—insistí.

—¡A demonio tú, el ajedrez y el futuro que me arrebataste!—dijo tirando el tablero, junto a las piezas, para salir de la habitación.

—Armand...


Quedé inmóvil. No debía ni podía ir tras él. Sabía que Marius jamás me perdonaría un nuevo acercamiento. El odio de aquel inútil podía todavía respirarse entre los dos.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt