Lestat de Lioncourt
La lluvia caía sobre la acera cercana.
Aspiré el aroma de las plantas empapándose por cada gota. La tierra
mojada ascendía hacia mi cálida habitación. Detrás de mi espalda,
encorbada sobre el alfeizar de la ventana, se encontraba mi cama.
Aquella aliada silenciosa, mullida y caliente, quedó huérfana de
mis quejidos, sollozos y malos momentos. Me alejé del bendito sueño
de la vida para entrar en la muerte. Pude escuchar como mi corazón
se paraba despacio. Mis viejos tesoros, recuerdos podridos por la
miseria de mi alma, comenzaron a tener sentido. El murmullo de sus
palabras, las de aquel estúpido y engreído fantasma, rondó cerca
de mi oído. Él me dijo “te amo” por última vez.
Aquella misma noche supe que la vida
era corta y yo había vivido demasiado tiempo. Experimenté un gran
cambio en mi época, pude saborear la estabilidad antes de la crisis
de los locos años 20, disfruté de los tugurios del muelle y de un
Barrio Francés abarrotado de almas bohemias. Nada quedaba del joven
bien educado que intenté ser, pues me recordarían por el audaz
empresario y cruel amante. Un amante implacable, que disfrutaba de
derrochar caricias y mentiras, al que todos tenían en un pequeño
altar. Dejé atrás los días de apuestas ilegales, sonrisas pícaras
y chocolate caliente junto a un buen tabaco en pipa.
Las horas transcurrieron. La lluvia
señalizó mi muerte. Sin embargo, quedé vinculado a mi objeto
favorito. Julien Mayfair jamás dejaría desamparados a los suyos. No
era capaz de apartarme. No pude cuidar de mi hermana, la cual murió
completamente enajenada, pero lograría salvar las almas de mis
descendientes. Por desgracia, ni Stella, Antha o Deirdre pudieron ser
recuperadas. Ellas ya estaban marcadas. Si bien, mi hermosa Rowan y
mi adorada Mona tuvieron la oportunidad de vivir libres, aunque el
dolor también las acompañó.
Mi vida por la suya.
Una poesía que decidiría
los pasos en éste mundo de locos.
Mi muerte por la suya.
Un poema por emblema
para sacrificar al monstruo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario