Yo también me pregunto dónde está ese niño bonito. No te preocupes, Manfred, que aparecerá.
Lestat de Lioncourt
Cada momento es diferente. Cambiamos
cada noche sin que nos demos cuenta. Cuando despertamos hemos mutado.
Modificamos nuestro espíritu y nuestro cuerpo. Hay algo en nosotros
que evoluciona, para bien o para mal, convirtiéndonos en monstruos
más o menos perfectos. Sin embargo, cuando contemplo el mundo no
puedo evitar sentir que estamos fracasando. Hemos fracasado como
especie. No hablo de los vampiros, sino de la humanidad. Los vampiros
estamos involucrados en la humanidad, somos parte de ella y formamos
una pieza importante en la sociedad. No podemos sentirnos al margen
porque hemos descubierto que no estamos muertos, sino muy vivos, y
porque nos movemos entre el resto de la gente. Quizás somos alimañas
que vivimos a costa de otros, de la gran mayoría, como si el resto
fuese rebaño y nosotros unos lobos convertidos en pastores.
He intentado en vano que los momentos
perduren, pero siempre se marchitan como si fueran ramos de flores.
Veo como se van pudriendo los ideales, los sueños, las lágrimas
derramadas se van secando y las ilusiones se dispersan en el aire
como si fuesen flores de dientes de león. Puedo verlo, pero también
puedo sentirlo en lo más profundo de mi alma. Quizás debería
romper a llorar, aunque no siempre lo hago. A veces me contengo y me
echo a reír. Río porque sé que hay más oportunidades. Cada
anochecer es una oportunidad de cambiar el destino, de involucrarme
con un mundo que cree que he muerto y que sólo era un maldito
demente.
Sólo pensar que mi mujer no sabía
siquiera mi nombre real, ni mis orígenes y tampoco de dónde venía
mi fortuna. Me convertí en un gran actor en mitad de una obra de
teatro excelente, donde todos tenían su papel predestinado y eran
parte de un elenco de lujo. Sin embargo, la situación se fue de mis
manos y empecé a sentirme como marioneta. Y me odié. Odié sentirme
marioneta. Me derrumbé cuando ella murió, intenté levantarme y
conseguir el amor en otros brazos. Fracasé. Sólo pude llorar su
muerte y arrepentirme de llenar el hueco de su cama. Tanto así que
tuve que recurrir al monstruo que tanto apreciaba, el mismo que venía
en mis pesadillas y sonreía a los pies de mi cama como un ángel
macabro, para que me ayudara.
Todavía puedo oler la sangre derramada
en el suelo, como el olor penetrante de la tierra mojada tras un
aguacero, y escuchar sus gemidos y quebrantos. Aún puedo ver el
gancho clavado en su espalda y cómo se movía, igual que el péndulo
del reloj del salón. En ocasiones me llevo mis manos arrugadas a la
cara, lloro lágrimas sanguinolentas y me digo a mí mismo, como si
eso me consolara, que fue lo mejor. Lo mejor... Mis hijos habían
sufrido por ella, mi hija dejó de escribir por sus burlas, mi hijo
no superó jamás sus palabras duras y tuve que escuchar sus mentiras
repitiéndose como las campanas que llevan al recogimiento, a la
oración del Domingo, día tras día. Ni el alcohol aliviaba mi
dolor, mi locura, mi amargura y la frustración que se enraizaba en
mi corazón convirtiéndose en una sombra alargada.
Las luces de navidad parpadean en los
escaparates. Recuerdo cuando la navidad era distinta, como el
recogimiento en éstas fechas era aún mayor y la familia era lo
importante. Ahora puedes felicitar a otros sin enviar una carta o una
postal navideña. Sólo tienes que tener un aparato de esos modernos
e inútiles para mí, un teléfono móvil con conexión a Internet, y
ahí llegarán tus palabras donde quieras que estés. Ya no existe el
calor de los abrazos, las largas conversaciones en las cenas o las
canciones que avivaban la leña. Muchos están pendientes de las
notificaciones de sus redes sociales y no de lo que otros quieren. La
familia para mí era importante. Todo lo hice por ellos. Me
sacrifiqué por tener una familia, sacrifiqué mi cordura por ellos,
alimenté el deseo de la inmortalidad con tal de protegerlos y nada.
Él se convirtió en lo que soy yo y ahora ni siquiera sé dónde
está.
¿Dónde estará el niño bonito de los
Blackwood? Su hijo está por ir a la universidad. ¿Y dónde está
él? ¿Dónde está el chico de los ojos azules y la voz tierna? ¿Y
el intelectual sensible que lloraba junto a mí por su destino? No lo
sé. Hace tiempo que no sé de él. Temo por él. Era mi familia,
aunque no tuviese mis genes. Él era mi familia. Me convertí en lo
que soy para protegerlos aunque fuese desde lejos. ¿Y dónde está
Tarquin Blackwood? Dónde...
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