Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

miércoles, 30 de diciembre de 2015

Dulce familia, amarga sociedad y maldita evolución.

Yo también me pregunto dónde está ese niño bonito. No te preocupes, Manfred, que aparecerá. 

Lestat de Lioncourt


Cada momento es diferente. Cambiamos cada noche sin que nos demos cuenta. Cuando despertamos hemos mutado. Modificamos nuestro espíritu y nuestro cuerpo. Hay algo en nosotros que evoluciona, para bien o para mal, convirtiéndonos en monstruos más o menos perfectos. Sin embargo, cuando contemplo el mundo no puedo evitar sentir que estamos fracasando. Hemos fracasado como especie. No hablo de los vampiros, sino de la humanidad. Los vampiros estamos involucrados en la humanidad, somos parte de ella y formamos una pieza importante en la sociedad. No podemos sentirnos al margen porque hemos descubierto que no estamos muertos, sino muy vivos, y porque nos movemos entre el resto de la gente. Quizás somos alimañas que vivimos a costa de otros, de la gran mayoría, como si el resto fuese rebaño y nosotros unos lobos convertidos en pastores.

He intentado en vano que los momentos perduren, pero siempre se marchitan como si fueran ramos de flores. Veo como se van pudriendo los ideales, los sueños, las lágrimas derramadas se van secando y las ilusiones se dispersan en el aire como si fuesen flores de dientes de león. Puedo verlo, pero también puedo sentirlo en lo más profundo de mi alma. Quizás debería romper a llorar, aunque no siempre lo hago. A veces me contengo y me echo a reír. Río porque sé que hay más oportunidades. Cada anochecer es una oportunidad de cambiar el destino, de involucrarme con un mundo que cree que he muerto y que sólo era un maldito demente.

Sólo pensar que mi mujer no sabía siquiera mi nombre real, ni mis orígenes y tampoco de dónde venía mi fortuna. Me convertí en un gran actor en mitad de una obra de teatro excelente, donde todos tenían su papel predestinado y eran parte de un elenco de lujo. Sin embargo, la situación se fue de mis manos y empecé a sentirme como marioneta. Y me odié. Odié sentirme marioneta. Me derrumbé cuando ella murió, intenté levantarme y conseguir el amor en otros brazos. Fracasé. Sólo pude llorar su muerte y arrepentirme de llenar el hueco de su cama. Tanto así que tuve que recurrir al monstruo que tanto apreciaba, el mismo que venía en mis pesadillas y sonreía a los pies de mi cama como un ángel macabro, para que me ayudara.

Todavía puedo oler la sangre derramada en el suelo, como el olor penetrante de la tierra mojada tras un aguacero, y escuchar sus gemidos y quebrantos. Aún puedo ver el gancho clavado en su espalda y cómo se movía, igual que el péndulo del reloj del salón. En ocasiones me llevo mis manos arrugadas a la cara, lloro lágrimas sanguinolentas y me digo a mí mismo, como si eso me consolara, que fue lo mejor. Lo mejor... Mis hijos habían sufrido por ella, mi hija dejó de escribir por sus burlas, mi hijo no superó jamás sus palabras duras y tuve que escuchar sus mentiras repitiéndose como las campanas que llevan al recogimiento, a la oración del Domingo, día tras día. Ni el alcohol aliviaba mi dolor, mi locura, mi amargura y la frustración que se enraizaba en mi corazón convirtiéndose en una sombra alargada.

Las luces de navidad parpadean en los escaparates. Recuerdo cuando la navidad era distinta, como el recogimiento en éstas fechas era aún mayor y la familia era lo importante. Ahora puedes felicitar a otros sin enviar una carta o una postal navideña. Sólo tienes que tener un aparato de esos modernos e inútiles para mí, un teléfono móvil con conexión a Internet, y ahí llegarán tus palabras donde quieras que estés. Ya no existe el calor de los abrazos, las largas conversaciones en las cenas o las canciones que avivaban la leña. Muchos están pendientes de las notificaciones de sus redes sociales y no de lo que otros quieren. La familia para mí era importante. Todo lo hice por ellos. Me sacrifiqué por tener una familia, sacrifiqué mi cordura por ellos, alimenté el deseo de la inmortalidad con tal de protegerlos y nada. Él se convirtió en lo que soy yo y ahora ni siquiera sé dónde está.


¿Dónde estará el niño bonito de los Blackwood? Su hijo está por ir a la universidad. ¿Y dónde está él? ¿Dónde está el chico de los ojos azules y la voz tierna? ¿Y el intelectual sensible que lloraba junto a mí por su destino? No lo sé. Hace tiempo que no sé de él. Temo por él. Era mi familia, aunque no tuviese mis genes. Él era mi familia. Me convertí en lo que soy para protegerlos aunque fuese desde lejos. ¿Y dónde está Tarquin Blackwood? Dónde...  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt