Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

viernes, 11 de diciembre de 2015

Ladrón de cuerpos...

—¿Podríamos hablar?—preguntó sentándose en el borde de la cama.

Parecía fatigado, como si esa última aventura fuese a acabar con él. Era un hombre fuerte, pero anciano. Rondaba los setenta años y la muerte ya acariciaba sus cabellos grises, tenía demasiadas arrugas para imaginar su rostro sin ellas y sus manos tenían pequeñas manchas debido a la edad. Creo que su alma era demasiado fuerte y por eso no dejaba marchar a su cuerpo. Un alma fuerte y firme que se había propuesto ayudarme.

—¿Serviría de algo?—dije acomodándome la toalla.

Acababa de salir de la ducha. Necesitaba apartarme del sudor de un día duro. Odiaba el olor de mi cuerpo, sus defecciones, el tener cansancio y el apetito que a veces me hacía retorcerme. Pero, sobre todo, odiaba lo frágil que era.

—Quizás comprenderías porqué es tan peligroso lo que has hecho, no sólo para tu integridad—respondió mirándome a los ojos.

—No sé si quiera o deba oírlo—murmuré entre dientes dando un par de pasos por la habitación. La moqueta era agradable, pero más agradable se veía la cama.

—Has dejado que alguien, con posibles metas terribles y oscuras, en posesión de tu cuerpo—me recriminó. Sabía que lo haría.

—Lo sé, ahora lo sé.

Marius ya me había hecho el mismo reproche, aunque sólo con una mirada amarga y airada. Louis se había desecho de mí. Nadie me ayudaría salvo mi amigo de Talamasca, su director, porque sabían que se pondrían en serios apuros.

—Eres un vampiro brillante, poderoso y admirado. ¡Cómo se te ocurrió dar tu cuerpo!—acabó exaltándose—. Eres un irresponsable y un soñador.

—¡Sólo quería volver a saber a qué sabía la comida, cómo era yacer en la cama desnudo tras el sexo y ver el sol!—grité.

—¡No tuviste suficiente con exponerte a la luz de la mañana como un maldito idiota!

Recordé el Gobi y sonreí para mis adentros, aunque también me sentía acorralado. Yo sólo quería disfrutar del mundo, de mi poder.

—¡Ya basta!—rogué echándome a llorar.

—Lestat...


Cuando me percaté estaba llorando. Eran lágrimas cristalinas, fáciles de ocultar y limpiar. No eran mis lágrimas, pero sí mis sentimientos. Mis lágrimas sanguinolentas las tenía otro en su poder, junto a mi cuerpo. Me sentía perdido, dolido y rabioso.  

Lestat de Lioncourt

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