Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

miércoles, 16 de diciembre de 2015

Mis errores

Rhosh no me cae mal, pero tampoco me agrada excesivamente. Acepto sus disculpas, como el resto, porque comprendemos la situación. Estaré encantado de ir conociéndolo y apreciándolo poco a poco, aunque recuerdo que según él... yo soy un imbécil.

Lestat de Lioncourt


Aceptar tus errores te hace valiente y fuerte frente a los demás, pero sobre todo cuando tus errores han provocado una terrible catástrofe entre aquellos que aprecias, admiras o simplemente tienes un ligero respeto. Durante estos dos últimos años he aprendido a meditar en silencio cada frase dicha, cada gesto ofrecido y también las lágrimas que he podido contemplar en ojos ajenos. Sé que es inútil pedir disculpas ante un hecho que ya ha ocurrido, pues aunque me las acepten las heridas aún permanecen y jamás serán subsanadas.

Hace miles de años era un joven, como otro cualquiera, deseando de vivir nuevas aventuras en mitad de los océanos. Había aprendido a luchar y valerme por mi mismo mucho antes de los diecisiete años. A esa edad, algo temprana para los mortales en ésta época, ya me consideraba un guerrero experimentado en algunas batallas y navegaba por las aguas de los distintos mares. Me sentía orgulloso de mis hazañas, pero aún más de las monedas que había logrado para sobrevivir. Tenía pensado encontrar un lugar agradable donde curar mis heridas, proporcionarme algunos caprichos y comodidades, y tal vez vivir como mercader. Sin embargo, nada es como uno se imagina y los sueños se pueden truncar demasiado rápido.

Muchas veces he recorrido mis últimos pasos en el muelle, preguntándome qué fue lo que ella vio en mí para llevarme ante su corte, acariciar mis mejillas como si fuese una madre amorosa y convertirme en un monstruo adorador de su sangre, su persona y sus caprichos. Me gustaría saberlo, pero lo desconozco. Puede que fuese sólo mi físico y las historias que yo había acaparado, como pequeñas medallas, en los distintos enfrentamientos. Quizás era lo fácil que me parecía mercadear y ofrecer nuevos productos, dialogar con personas de cualquier origen, y hallar confort incluso en tierras cuyo idioma desconocía. No lo sé.

De algo que sí puedo estar seguro es que ella estaba equivocada, al igual que lo estuvo cuando despertó milenios después imponiendo su criterio. Nadie debe imponer su opinión, por muy fuerte que se sienta o interesante que sea su propuesta. Yo lo olvidé. Me dejé convencer por una voz que me susurraba que era la solución a un gran mal. Según aquella voz, que me embaucaba como si fuese una sirena, podía dejar sufrir viendo a los jóvenes derramar su sangre, arder en el infierno y perecer antes de concluir alguno de sus sueños. Como viejo soñador, hombre de paz, y amante de la libertad pensé que podría traer al mundo algo bueno después de todo. Creí que alzándome, ejerciendo mi derecho frente a todos, haría que el dolor cesara y me convertiría en bálsamo para las heridas. El orgullo es un mal que se enraíza en los más antiguos, en algunos guerreros y en todo aquel que se cree ligeramente poderoso. Y mi orgullo me cegó, desplomando a la razón y matando cualquier duda.


Me convertí en un asesino. Maté a una mujer inocente, sabia y pacífica decapitándola en su propia casa, entre sus libros y recuerdos, para hacer lo mismo con su amado creador. Una mujer cuyo nombre es Maharet y que llevo presente conmigo, noche tras noche, rogando por la paz de su espíritu. Y un guerrero, un igual, que había caído en las mismas redes en las que yo me encontraba. Fui un estúpido. Maté a dos seres ensuciando mis manos, las cuales habían estado pulcras desde hacía cientos de años. Volví a ser escuchado, pero para ser temido.  

No hay comentarios:

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt