Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

viernes, 25 de diciembre de 2015

Navidad para todos.

Regalos y bondad... a veces nos olvidamos de ello. Algo que  me ha hecho llegar los Mayfair.

FELIZ DÍA DE NAVIDAD.

Lestat de Lioncourt


El hospital estaba silencioso. La mañana de Navidad era como otra cualquiera. El único murmullo que se escuchaba era el metálico de los distintos utensilios, carros de limpieza y montacargas. Las enfermeras se hallaban en su lugar de descanso, algo adormiladas con un café en la mano, mientras los vigilantes de seguridad mantenían sus ojos fijos en las diversas cámaras de seguridad. Los pacientes aún no se habían incorporado, pero algunos empleados comenzaban a trabajar en su nuevo turno, y otros tomaban duchas calientes para salir de allí hacia sus hogares.

Los niños de la planta de pediatría dormían en sus camas, las cuales tenían colores divertidos y se hallaban en habitaciones cargadas de fantasía. Sin embargo, un hospital era un hospital aunque el Mayfair pareciese más un hotel, un spa o una sala de juegos. Aquellos niños estaban allí, privados de celebrar las fiestas como merecían, y soñaban con despertar en sus cómodas camas junto a sus familiares.

Una furgoneta llegó aparcando en la acera aledaña al hospital. Un joven, de unos veinte años, bajó con sus impresionantes dos metros de altura. El joven vestía un impecable traje hecho a medida en color gris humo, pero su camisa era de un rojo llamativo y su corbata verde abeto, colores indiscutibles de la navidad. Junto a él aparecieron dos mujeres, una rubia e impresionante enfundada en un traje de elfa, y otra una sofisticada mujer de negocios con un traje oscuro aunque con algunos detalles festivos en su cabello, como apliques, en su cabello rojo fuego, con forma de muérdago.

Ellos eran los descendientes de Ashlar y Morrigan, los Taltos que revolucionaron a la familia Mayfair. Solían trabajar y vivir en aquellas instalaciones, aunque poco a poco habían retomado el legado paterno. Oberon amaba los negocios, pero también la diversión. Miravelle disfrutaba de comprobar los juguetes que su hermano diseñaba con los diversos expertos en la materia, con los numerosos jugueteros que eran como elfos de Santa Claus para ella, y Lorkyn disfrutaba de contabilizar las ventas y beneficios.

Habían regresado a su hogar, donde todavía vivían gran parte del tiempo, con un camión repleto de juguetes que ni siquiera podían encontrarse en las tiendas. Tecnología de vanguardia mezclado con la fabricación artesanal. Los niños disfrutaban de aquellas muñecas, osos de peluche y juguetes para el aprendizaje.

—Señor Templenton, ¿desea que descarguemos el camión ya?—preguntó uno de sus trabajadores, que había manejado el vehículo hasta la puerta del hospital desde la fábrica.

—Haga bajar a sus compañeros y descarguen—dijo mirando el edificio con las manos metidas en los bolsillos.

¿Cuántas veces había hecho eso su padre? Muchas veces. Él lo sabía porque los recuerdos de su padre vivirían en su corazón, agitaban su alma y le perseguían en las noches. La bondad de Ashlar siempre estaba presente y le provocaba cierta congoja. Deseaba ser como él. Ansiaba tener su magnetismo en los negocios, su inteligencia y bondad. Ellas también deseaban tener algo de su madre y su padre. Querían tener la fuerza necesaria para mantenerse unidos, pues era el mayor sueño de ambos.

No tendrían una isla caribeña, pero Nueva York podía ser su isla y Nueva Orleans un oasis. La empresa estaba siendo todo un éxito y pronto tendrían diversas sucursales. Si habían ido al hospital era para agradecer a la familia su apoyo, así como demostrarle a los niños que Santa Claus puede venir aunque sea en un camión.

Rápidamente los empleados desfilaron junto a ellos hasta las diversas habitaciones, dejando los regalos con sus tarjetas correspondientes. Era sólo las siete de la mañana. Todavía el cielo estaba oscuro. Los pequeños intentaban descansar, aunque el nerviosismo lo tenían alerta. Por ello no tardaron demasiado en despertar, abrir los regalos como auténticos salvajes y gritar de emoción.


Rowan acudió rápidamente ante el revuelto de los empleados y niños, pero no riñó a los tres jóvenes Taltos. Simplemente sonrió satisfecha. Era Navidad y aquella travesura era algo lleno de amor y bondad. La oscuridad del jardín se había despejado y ahora brillaba el sol de un invierno distinto a los demás.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt