Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

lunes, 25 de enero de 2016

Codicia de amor

Ahora lo sabe. Sabe que lo amo. No tengo porqué ocultarlo...

Lestat de Lioncourt


—¿Alguna vez serás sincero conmigo?—preguntó mientras las velas iluminaban dulcemente su rostro. La noche había caído hacía horas. Me había paseado a galope del caballo algún tiempo, regresando a su lado y dejando que el respaldo de aquella confortable silla me diese cierto confort. Pero él arruinó todo con esas palabras.

—¿En qué aspecto?—dije jugueteando con un racimo de uvas.

—Sólo sé que has venido de Francia...—musitó.

—Claro, como las cigüeñas—respondí entre risotadas. Alcé las manos cerca de mi rostro y comencé a dar palmadas contra la mesa. Me reía de él, de su inocencia fingida y de su inocencia real. Era inocente de todo pecado, pues no le concedería jamás el secreto mejor guardado de mi alma. Yo le amaba y no quería que lo supiera, pues era un síntoma de debilidad.

—No te burles de mí, ¿por qué lo haces siempre?—susurró frunciendo el ceño.

Sus ojos eran torvos. Había cinismo en ellos. Podía fácilmente atacarme y destruirme, pero prefería hacerse el manirroto mientras soñaba con días de gloria que no existieron. Tan burgués, tan criollo. Su mirada siempre ha poseído un color verde muy llamativo, el de la esperanza y, por ende, el color que Dios debió darle a su propia voz. Si existe o existió algún Dios, pues aún me burlo de su existencia y divago demasiado sobre ello. En fin, no es el caso. La cuestión aquí, como en ese momento, es que posee siempre una belleza inmaculada envuelta de una maldad que no es fácil de ver. Tiene malicia provocadora y eso me encanta. Desea ser bueno, pero nunca podrá llegar a ser siquiera santo de en mis labios y bajo mi cuerpo.

—Intento quitarle hierro al asunto—dije apoyando mis codos en los brazos del asiento.

—¡Cuál asunto!—gritó exasperado.

—Te centras en lo que sé y no sé; pues puede que no sepa nada, y no en lo que siento—susurré sosegado.

—¿Y qué sientes? Codicia—sentenció con crueldad—. Codicias mi dinero, los lujos, la cubertería cara que te plantan frente a ti con ésta copiosa comida que ni probamos, así como codicias las telas caras de tus prendas llamativas y el contemplarte al espejo como si fueras Dios mismo. Eres el Diablo.

—Sí, poseo codicia—respondí sin poder negar que codiciaba algo, al igual que un cuervo un pequeño tesoro que brilla en la casa de cualquier pobre infeliz—. Sin embargo, codicio algo que tú no me quieres dar.

—¡Te he dado todo!—gritó.

—No—mi cabeza se negó suavemente y me levanté de la mesa.


No me daba su amor. No quería dármelo. Sin embargo, a su lado yo era feliz. Pese a esa tortura me sentía feliz.  

No hay comentarios:

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt