Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

viernes, 29 de enero de 2016

Lobo y cordero

Cada quien se gana los lujos con diversos negocios. Los de Petronia quedan claros.

Lestat de Lioncourt


—Con ésto cerramos el negocio—dije extendiendo mi portafolios de cuero, esperando que firmara sobre la línea de puntos.

—Sus joyas son impresionantes y su firma es de la más importante en el país. Será un placer para mí poseer algunas muestras en nuestras joyerías—aseguró mirándome sin perder detalle de mi elegante Armani—. Es usted un hombre peculiar. Desprende una elegancia propia de otra época, al igual que la joyería que me ha presentado. No había visto piezas tan exquisitas como las de éste muestrario. Son sin duda espectaculares—afirmó descendiendo la vista, para tomar su pluma y plasmar su rubrica con cierta impaciencia—. El mes próximo estarán, ¿no es así?

—Sí, tendrá un puñado de éstas maravillas. Pero no olvide que están creadas a mano, son piezas únicas y prácticamente exclusivas. Haré los diseños que le he expuesto y alguno más, por si desea adquirirlos bajo otro contrato—expresé con una sonrisa firme, muy comedida.

Para mí era muy importante aquello. Vender mis pequeñas obras de arte, dejando en manos de auténticos fanáticos de éstas joyas, porque pertenecían a un trozo de mi alma y todos merecían conocer la sensibilidad que usualmente guardaba con recelo. El nácar, los rubíes, conchas y diversos materiales eran seleccionados con cuidado para realzar los rostros, figuras, paisajes y animales que tanto me gustaba mostrar en cada peculiar pieza.

Guardé el portafolios en mi maletín de cuero, estreché su mano una vez más tras levantarme del asiento y caminé hacia el ascensor del pasillo. Allí me esperaba él. Su rostro no desprendía tanta rectitud como el mío, sino una dulzura que jamás he sabido describir. No abrió la boca, para mi fortuna, sino que se mantuvo a mi lado a cierta distancia caminando hasta el interior del montacargas. Pulsé el botón de la planta inferior y dejé que las luces tenues de la gavina impactaran sobre nuestros impolutos trajes y rostros.

En el hall de aquel hotel, donde nos habíamos reunido, las mujeres nos observaban con codicia y lujuria. Eran miradas que conocía bien, igual que la del asco y el miedo en mis víctimas. Si supieran que aquellos hombres de negocios, esos seres dotados por el carisma y el dinero que nunca tendrían, eran dos monstruos sedientos guardarían sus fantasías en un cajón olvidado de su mente.

El mercedes nos esperaba allí, con nuestro chófer al volante y la puerta abierta. Amaba ese coche oscuro, forrado en tapicería roja como la sangre de nuestras víctimas, y Arion lo sabía. Siempre elegía ese vehículo para nuestras reuniones a primera hora de la noche. Nadie comprendía bien porqué citábamos a todos a partir de las ocho o nueve, como si fuese un extraño ritual, pero no se atrevían a preguntar jamás.

—¿Aceptó?—preguntó.

—Nuestros diseños siempre son aceptados—aseguré con la voz ligeramente ronca.

—No tienes que ensayar tu pose de hombre de negocios conmigo, Petronia—susurró inclinándose suavemente hacia mi cuello, para dejar unos pecaminosos y sensuales besos. Su piel seguía siendo como el satén, aunque perdía color con el paso de los años. Debía encontrarse con el sol, broncear ese cuerpo que se estaba convirtiendo en mármol y permitir que le curra las heridas. Tenía que hacerlo otra vez. Sin embargo, él estaba más enfocado en desvestirme que en sus propios problemas, el trabajo recién adquirido o el tráfico insufrible que nos rodeaba—. Puedes ser tú misma.

—Me encantaría saber quién soy, pues ya me siento un ángel condenado en mitad de un enjambre de idiotas, mediocres y ladrones—expliqué mirando al frente.

Él desabrochó mi chaqueta, desató mi corbata y quitó los botones de mi camisa. Bajo la ropa mis pechos apenas abultaban, pero él decidió palparlos mientras yo simplemente ideaba nuevas formas de hacer llegar mi dolor, mis pecados, mi ambición y mis sueños a gente que los luciría sólo por vanidad. Una dulce vanidad que me retribuía unos beneficios increíbles.

Sus dedos apretaban mi pezón derecho, lo hacía retorciéndolo con lascivia, mientras su lengua se deslizaba por mi cuello. Podía sentir su aliento, su fascinación hacia mí. Era un ángel cruel sobre la tierra, un enemigo dispuesto a infectar la conciencia y el alma. Me había convertido en la serpiente del Paraíso.

—Eres una mujer—murmuró—. Mi joven y dulce Petronia.

—Tal vez para ti, maestro—dije con una sonrisa cruel—. Pero no para el mundo... no para el mundo... ni para mí—lo último lo pronuncié tan bajo que prácticamente moví sólo los labios.



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Lestat de Lioncourt