Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

viernes, 19 de febrero de 2016

Blood Secret

—¿No sientes cierta preocupación?—preguntó mirándome con esos ojos tan similares a los míos, pero animados por un alma muy distinta. Él era más franco y menos altivo. Poseía los rasgos que había contemplado mil veces en el espejo, así como en mis hermanos mayores.

Él era mi hijo. Podría decirse que era mi verdadero heredero, el mayor de mis tesoros, y lo tenía frente a mí como si fuese un regalo cuasi divino. La ciencia me había dado la oportunidad de vivir algo insólito. Ningún vampiro vivo, actualmente, poseía un hijo biológico después de La Sangre. No. Eso era impensable. Todos creíamos que estábamos muertos, que el placer de la carne se había reducido a un íntimo contacto en un beso de sangre. No, no y mil veces no. La mayor muestra de vida era él con aquel suéter celeste de marca, esos pantalones negros de vestir recién planchados y sus mocasines.

Distinto e igual. Un muchacho que podía llamarse gentleman, aunque tuviese en apariencia mi misma edad. Era asombroso el parecido. Si nos sentábamos uno junto a otro, en cualquier lugar, pensarían que somos mellizos o hermanos. Pero no era así. Muchos se asombraban cuando él me llamaba “padre” sin titubeos.

—¿Por qué debería?—dije encogiéndome de hombros.

—Tal vez porque ese ser, lo que quiera que sea, está ahí—admitió al fin sus miedos. Yo los conocía. No necesitaba que él me asegurara nada. Estaba asustado, como muchos otros.

—Es un espíritu, Viktor. Un espíritu que también está en ti—respondí.

—Pero no de igual modo—se apartó de mí, dándome la espalda, para ir hacia la gran cristalera que mostraba la inmensa ciudad de Nueva York a nuestros pies.

Era un edificio alto, de aspecto robusto, y similar a cualquier otro. Sin embargo, en su interior, había material que valía millones de dólares. Era material de última tecnología y muy preciso. Estábamos en las nuevas oficinas farmacológicas de Gregory en conjunto con Seth y Faared. Era un nuevo imperio. Entre aquel montón de hormigón, cristal, cemento, hierro y otros materiales de construcción se modificaba el ADN vampírico y surgían nuevas curas. Tal vez, quién podía saberlo a ciencia cierta, podríamos caminar bajo el sol sin daño alguno o poder consumir alimentos. Los prodigios de la ciencia, la ciencia de nuestros camaradas vampíricos, estaba siendo un éxito y avanzando a grandes pasos.

—No, no es igual, pero tampoco es demasiado distinto. Él puede escuchar tus pensamientos, está diluido en tu sangre, y anima tus nuevas células nacidas de una mutación. Su ADN, por así decirlo, se ha introducido en el tuyo—repetí lo mismo que me había dicho aquel viejo médico arrancado de la india para ser parte de un equipo de valientes, y orgullosos, científicos y médicos de todo el mundo.

¡Ahora los vampiros no sólo llevaban capa y sombrero! ¡También podemos llevar batas de científicos o médicos! ¡Qué barbaridad! Yo siempre he odiado los hospitales, sobre todo desde que caí casi al borde de la muerte, o eso sentí, aquellas semanas en esa aventura que titulé “El ladrón de cuerpos”.

—Ya hablas como Faared—dijo tras una suave carcajada.

—Intento comprender qué es lo que está pasando, lo que nos pasó a todos desde el preciso momento en el cual…

No sabía cómo expresar, sin ser hiriente, todo aquello. Todavía no había escuchado la versión de Amel. Él se negaba a explicar sus motivos. Sólo me hablaba sobre el futuro. Para él el pasado no tenía ya importancia. Quería experimentar conmigo la belleza del mundo. Según él se sentía dichoso porque podía ver y sentir, incluso saborear. No estaba preso. Él era libre, pero quien controlaba las acciones era yo. Debatíamos durante noches algunos temas fundamentales y leíamos ansiosamente el periódico. A veces nos defraudaba lo que teníamos entre nuestras manos, odiando cada palabra escrita, pero luego surgía la llama de la esperanza.

—En el cual Akasha fue agredida por un espíritu que amaba la sangre, furioso y desdichado—dijo.

—Ella se burló de él y de sus brujas—le recordé.

—Somos fruto de una venganza y del ansia asesina de poder—aseguró.

Dile, dile. Dile al chico si quieres. Explícale que no soy malo. Todos somos buenos y malos. No hay bondad y malicia plena. Yo no quería matarlos. Sólo me dolía. No sabía cómo hacer que el dolor parase. Mi conciencia pesa, lo sabes. Pesa como la tuya, pero era necesario. Algunos de ellos habían quemado a otros vampiros. ¡Dile! Dile eso si quieres o guarda silencio. Quizás necesita reflexionar por él mismo y comprenderlo sin que tú le ayudes. Recuerda que se parece a ti en algo más que en el físico. Aunque tenga ropas más elegantes que las tuyas, parezca más maduro y refinado, es salvaje y ama ser rebelde. Tiene tu sangre. Posee tus genes. Esos genes que le han dado esos labios carnosos, esos ojos tan azules, el cabello dorado como si hubiesen arrancado rayos de sol para crearlo y sus manos. Posee unas manos tan magníficas como las tuyas. Pero él no ha vivido… No ha vivido el mismo dolor. Deja que se equivoque.  Permítele esa oportunidad, amigo.

—No, somos fruto de algo más—respondí.

—Eso quieres creer.

—Viktor, yo no creo en nada— le recordé—. Me  he pasado la vida creyendo y descreyendo. Podía haber seguido esos pasos, torpes y ciegos, hacia la santidad.

—Gracias a Dios, o al Diablo, que dejaste esa estúpida teoría. ¡Era disparatada!—exclamó girándose para mirarme a los ojos.

—No tanto cuando un espíritu, lo que fuese, se presenta ante ti y te habla de ese modo. Pero ahora no es tiempo de discutir. Por favor, Viktor, dime cómo está mi querida Rose. Háblame de mi hermosa niña, de mi rosa de sangre—dije tomándolo de los brazos, deslizando mis manos hasta sus muñecas, para sostenerlas con mis dedos mientras le miraba a los ojos—. Háblame de cuánto la amas, pues haces que me sienta en paz.



Lestat de Lioncourt 


1 comentario:

Elany dijo...

Sencillamente magnifico, es bueno volver a leerte, no se cuanto tenía sin pasar a tu blog pero fue demasiado.

L.W.

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt