Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

miércoles, 24 de febrero de 2016

Grandes amistades

Arjun quiere compartirnos como es la amistad con Flavius. ¡Me encanta cuando dos inmortales se llevan bien! 

Lestat de Lioncourt

Había oído sobre aquel nombre de los propios labios de Pandora. Ella parecía ensimismada cuando recordaba la época en la cual fue humana. Aunque no sé si podemos decir que dejamos de serlo gracias a los recientes estudios del doctor Fareed, el cual logró regresar la pierna a este hombre. Flavius siempre destacó en los relatos de mi amada creadora. Era como una figura esencial en un acto teatral que tuvo que finalizar por miedo al monstruo de la función.

Frente a mí tenía un hombre que rondaba los treinta años, de rostro limpio de cualquier vello, con los ojos claros apuntando a los míos y una boca carnosa envolviendo una sonrisa fresca. Su piel era blanca como la leche, pero no parecía una estatua de mármol. Allí de pie se mostraba humilde aunque impresionante. Entre sus manos no había libro alguno, pero sabía que era un amante de la literatura. Conocía bien sus pasiones y sus buenos gustos. Sin duda el hombre ideal para muchas mujeres, pero que rechazaba a todas porque sus sentimientos no iban encaminado hacia ellas.

Fue un esclavo. Yo era príncipe. Dos vidas opuestas. Él no tuvo nada a lo que aferrarse jamás salvo al respeto de su amo. Yo, por el contrario, me encontraba sumido en una depresión porque las numerosas responsabilidades me agobiaban. Siempre detesté tomar un arma pues no era hombre de acción. Yo no deseaba matar a nadie. Flavius no le hubiese importado matar para sobrevivir, pues era un excelente cazador. Pero ambos teníamos algo que no poseía Marius y era el profundo respeto de Pandora. Nosotros la deseábamos libre para pensar y actuar, él la deseaba atada a un estilo de vida que era impropio ya de cualquier género.

No fue extraño que nos apartáramos para conversar. Él me dio un abrazo sincero rodeándome con sus fuertes brazos, acariciando mis oscuros cabellos y diciéndome en tono bajo que era un hombre bueno. Me sentía sucio y cobarde al haber asesinado vilmente a decenas de jóvenes, quizá cientos, aquella horrible noche. Pero no era yo sino Amel quien ocupaba mi cuerpo. Todos lo sabían. Pandora me había perdonado y Flavius parecía compadecerme.

He descubierto en este inmortal a un hermano, un amigo, un ser excepcional y un gran hombre. Comprendo bien porque Pandora lo transformó en vampiro para que fuese una leyenda. Alguien como él merecía un premio a su honradez y lealtad. Podía imaginarlo en la antigüedad con su pierna de mármol y su pose de erudito abrazándola, consolándola como buenamente podía, mientras ella sentía el peso del mundo sobre sus hombros. No sentía celos, sino un profundo afecto y agradecimiento.


Escuchar de labios de Flavius el amor puro y sincero que tenía hacia Pandora me animó a confesar el mío apasionado, puro y sincero. Hablé con él de mis largos sueños donde ella tomaba mi mano y bailaba conmigo; pero también de los poemas que imaginé ocasionalmente y de las palabras que no podía olvidar. Él reía contándome las historias de los libros que había leído, las distintas sociedades que había conocido y la sensación que era tener una nueva pierna. Jamás olvidaré esa conversación. 

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt