Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

jueves, 26 de mayo de 2016

Guerra abierta

Landen y Rhosh no se llevan bien y no sé cuál es el problema en concreto, aunque aquí hay ciertas pistas.

Lestat de Lioncourt 



—¿Debería tenerte lástima?—dijo Landen conteniendo sus ganas de golpearlo—. Tú, el imponente y sabio Rhosh, te has convertido en el gusano que siempre fuiste. Jamás te importó alguien más que tú y tu estúpido Benedict. ¿Y ahora debo tenerte lástima?—comentó dando un par de pasos hacia el frente para dejarse iluminar por la pequeña lámpara de mesa la biblioteca.

Aquella figura tan conocida y a la vez repulsiva para él le miraba sin rastro alguno de pecado. Rhosh carecía de sentimientos, ni buenos ni malos, para Landen. Para él era una creación que se torció, algo que se perdió en las arenas del tiempo, y que no debía tener importancia en un futuro. Pero no era así para Landen que guardaba un rencor terrible.

Recordó como la Secta de la Serpiente se convirtió en un nido de víboras agradable. Era atractivo sentirse comprendido y arropado por una especie de jauría sangrienta que devoraba todo a su paso, igual que las termitas y la plaga de langostas de la Biblia.

—¿Qué sucede?—preguntó dejando las palmas de las manos sobre el borde de la mesa—. No tengo culpa de todas tus desgracias.

—Pudiste salvarnos con tan sólo unas palabras. Habríamos creído cualquier cosa viniendo de ti. Pero te rendiste y te ocultaste como una rata cobarde. Decidiste dejarnos a nuestro libre albedrío—tomó aire y lo dejó escapar intentando calmar su ira.

—Landen, no estoy de humor—dijo—. Tengo cosas que hacer.

—¿Qué cosas?—dijo—. ¿Las cosas de un cobarde?

—¡Preferí a Benedict, es cierto! ¡Pero tú seguiste los pasos de Eleni porque la amabas! ¡Igual que a otros compañeros! Pudiste salvarte, Landen, pero decidiste caminar por la Senda del Diablo. ¿Y qué iba a hacer yo? ¿Qué? ¿Acaso creías que podía hacer algo persiguiendo a mis creaciones? Vosotros me habíais abandonado—replicó conteniendo su rabia.

—¿Sabes por qué lo hicimos? Porque tú nos dejaste primero—contestó clavando sus ojos oscuros y profundos en los de Rhosh—. Fuimos abandonados. Éramos obras que tú decidiste dejar tiradas en mitad de la oscuridad como si no valiéramos nada. Tanto los que creaste directamente como aquellos que surgimos de tus hijos, todos nosotros, fuimos apartados de tu presencia porque jamás te adoramos como un Dios entre los vampiros. Te creíamos nuestro líder, nuestro amigo, padre o hermano, pero jamás como tú codiciaste. ¿Sabes por qué la voz te convenció? Porque tu ego es tan grande que opaca siempre tus virtudes.


Esa noche abandonó la asamblea. Dejó Nueva York y regresó a Roma. Necesitaba volver a la coqueta cafetería donde le recibían como si fuera el propietario. El periódico de media tarde, el café recién molido y las tazas minúsculas de porcelana le esperaban con ansias. Del mismo modo que querían verlo ocupar su lugar los camareros que siempre se sentían afortunados por las cuantiosas propinas que ofrecía de vez en vez. Quería volver a ser el hombre extraño y elegante, ese sutil desconocido, que a todos escuchaba y que jamás se quejaba porque parecía que todo estaba a su gusto. Por otro lado, Rhosh se quedó pensativo durante días pues Landen había hundido sus largos dedos en la yaga.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt