Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

lunes, 9 de mayo de 2016

Silencio en la oscuridad II

Segunda parte del Archivo de Talamasca. 


Lestat de Lioncourt



La vivienda había tenido problemas de venta porque el padre de la familia se había suicidado días antes del desalojo. Decidió quitarse la vida tras tomar una gran cantidad de pastillas, que en un primer momento no le hicieron efecto, y colgarse del techo en aquella estancia en la que todos compartían horas de televisión, lectura o conversación en terribles días de lluvia mientras los niños correteaban de habitación en habitación.

La tormenta se intensificó convirtiéndose en un viento salvaje que azotaba con furia la ciudad. Sin embargo, el verdadero caos parecía revolotear por el polvo acumulado de la estancia. En medio del sonido de la tormenta se podía escuchar un murmullo. Alguien se movía por la habitación arrastrando los pies y rezando un padre nuestro al que le faltaban algunas frases. Daniel era incapaz de ver el espíritu, pero lo sentía cerca casi respirando al lado de su nuca. David podía contemplarlo a la perfección.

Era un hombre joven de casi cuarenta años, corpulento y de ojos oscuros. Las ropas que llevaba era un pijama simple de color azul marino con botones cuadrados de color negro. Estaba descalzo y el pelo lo tenía revuelto. Parecía que no podía dormir. Él era el hombre que se había suicidado en aquellas cuatro paredes. Su familia no lo vio venir. Nadie de su barrio sabía las deudas que acumulaba. Para él, un hombre que jamás había debido dinero, era una vergüenza haberse quedado desempleado y no poder pagar lo que el banco pedía. No pudo pedir siquiera un aplazamiento de un par de meses, pues la orden de embargo era firme y ni siquiera pagando una pequeña porción de la deuda, gracias al dinero prestado de su padre, evitaba su triste final.

David Talbot se interesó por la vivienda cuando Daniel Molloy decidió investigarla. Una noche pasaron frente a la casa deshabitada y los ruidos del interior llamaron la atención al inquieto periodista. Posiblemente era su deseo de conocer, comprender y aportar datos lo que había provocado que estuviese en esa situación buscando dios sabe qué. David rogó a su amigo que no fuese a investigar solo, que ya irían en otro momento, pero el joven desoyó a su compañero y dos noches más tarde se personó en la vivienda derribando la puerta trasera.

La investigación fue rápida. En el ordenador de su compañero estaban todos los datos necesarios, pero aún así rogó a un contacto de Talamasca en la zona que le enviara lo que él poseyera. Sólo tenían un par de referencias más y eran alarmantes. En ese lugar había existido una finca donde se habían matado a numerosas personas. Todo el barrio era un semillero de poltergeist y posiblemente había influido ese hecho. Algunos vecinos tenían sueños terribles que provocaban angustia, tristeza e incluso depresión. Varios se habían marchado por incendios fortuitos en su vivienda que no tenían explicación alguna, otros se fueron cuando vieron a sus hijos jugar con un amigo imaginario que les pedía que se dañaran entre ellos y tras un veredicto de un experto decidieron huir, también el único cura que vivía cerca, debido a la proximidad de la iglesia, desapareció un día y todavía está siendo buscado por las autoridades locales aunque su caso ya tiene más de dos años.

El suicidio de Fred, como se llamaba la víctima de aquella mala gestión económica, supuso una nota más para un archivo cubierto por la duda de las afirmaciones de los vecinos. Algunos datos no habían sido corroborados y otros aún no eran siquiera descrito salvo por un número de la vivienda, una referencia breve a la peligrosidad de los hechos y nada más.

David no estaba allí para investigar sino para arrancar de la zona a Daniel y arrastrarlo hasta donde estuvieran seguros. Pero el hecho de ver a aquel hombre allí merodeando provocó que su curiosidad también despegara.

—Daniel, no hagas nada. Quiero que te quedes quieto—dijo girándose suavemente hacia el viejo inquilino.

David empezó a intentar llamar la atención del fantasma. Comenzó una conversación trivial y finalmente logró que este se girara hacia él. El rostro pálido y demacrado le alarmó. Aquello era sólo un truco de un ser mucho más poderoso. El espíritu maligno que había estado desde siempre en esa zona, cubriendo de dolor y desgracia todo, se había apropiado de la imagen de aquel hombre derrumbado. Posiblemente incluso había absorbido su energía cuando llegó su hora.

De inmediato sacó una reliquia y la arrojó al suelo hablando en un idioma desconocido para Daniel. El sacerdote del Candomblé volvía a hacerse con la situación. La furia y rapidez de esas palabras parecían balas, pero a la vez invitaba a bailar de forma desenfrenada a su alrededor. Sacó un pequeño saco de especias que olían bastante mal mezclada con cenizas. Arrojó aquello a sus pies y tiró otro amuleto. El espíritu se agitó con rabia y arrancó algunos de los tablones provocando que la lluvia penetrara en la vivienda. Los escasos enseres rodaron por la habitación y la luz se hizo dentro de la casa aunque hacía meses que no había interruptor alguno que funcionase, pues la compañía eléctrica había dado de baja sus servicios. Daniel logró ver el espectro durante unos segundos y lo que vio no fue un afligido padre de familia. El espíritu ahora era un monstruo sin forma con cientos de ojos rojos por toda su figura.

El viejo hombre de Talamasca, una de las creaciones más poderosas de Lestat, sacó de su bolsillo derecho un frasco de agua bendita y lo arrojó pronunciando esta vez en latín mezclado con las extrañas palabras, las cuales provocaron incluso terror en Daniel aunque no las podía traducir, en dirección hacia la masa oscura que se movía siniestramente por la habitación. Después de un estallido de energía, de volver a quedar todo a oscuras, el silencio vino de nuevo en la vivienda. David agarró a Daniel de un brazo para levantarlo y este a duras penas agarró la ropa que estaba sobre la silla. Ambos salieron disparados de la casa.


No había eliminado esa extraña energía, pero durante algunos minutos quedaría consumida por el ritual que había practicado David. Era sólo una estrategia para salir de allí e informar a Talamasca que se personara en la zona con sus mejores hombres.  

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Lestat de Lioncourt