Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

domingo, 8 de mayo de 2016

Silencio en la oscuridad

Este Archivo no ha sido revelado por David ni por Daniel, sino por un tercero. Aún desconocemos quién ha podido filtrarlo pero me han asegurado ambos que es cierto.

Lestat de Lioncourt




La tormenta arrasaba la ciudad y el fuerte viento estaba destruyendo algunos árboles que se doblaban con facilidad. Las ramas caían a los pies de los gruesos troncos y los vehículos empezaban a hacer sonar sus alarmas porque algunas caían sobre ellos. El sonido de los cristales rotos, las tejas levantadas y las sirenas de los bomberos se repetía una y otra vez. Él estaba refugiado en el interior de aquella vieja vivienda vacía hacía tantos años. Las ventanas estaban selladas por gruesos tablones de madera tanto en el interior como en el exterior.

Se cubría a duras penas con una manta vieja y sucia que había encontrado dentro. Su ropa, que estaba empapada, la había dejado sobre un par de sillas que aún aguardaban a sus dueños. Era una de esas casas que han sido arrancadas de manos de sus dueños para quedar en manos de los bancos, tan miserables como ruines tras estafar con los créditos de las hipotecas. Fuera la tormenta seguía, pero dentro todo parecía demasiado sosegado. Su cabello rubio estaba revuelto sobre su frente y sus ojos violetas perdidos en mitad de la nada.

El sonido de la puerta le alertó y prestó atención al sonido de los pasos, al corazón de la bestia que se aproximaba y al aroma de su perfume masculino. Cuando atravesó la primera estancia sonrió para sí y cerró los ojos agotado. Sabía que era él y que había ido hasta allí en busca de su “discípulos” de estos asuntos tan peculiares.

—David, no tienes por qué hacer de mi niñera todo el tiempo—dijo relajando su cuerpo que hasta el momento se había mantenido en una tensión insufrible.

—Si algo malo te pasara tendría muchos problemas—explicó.

—No me pasará nada malo, David—abrió los ojos y lo miró aguantándose la risa.

Su carísimo traje Armani estaba hecho un desastre, tenía el pelo encrespado y revuelto, los zapatos estaba llenos de fango y goteaba formando un pequeño charco donde se había detenido.

—Has empezado a investigar en una zona que puede comprometer tu vida—dijo sacándose la chaqueta para dejarla contra el respaldo de una de las sillas.

La camisa blanca transparentaba ligeramente y dejaba ver su cuerpo marcado por un entrenamiento que él no había realizado. Aquel cuerpo esculpido con detalles de Adonis no era suyo, pero al no encontrar dueño y perder el propio decidió obsequiarse con esa musculatura casi perfecta.

—Ya empezamos con las reglas, ¿verdad? El genio de los fantasmas, el playboy de Talamasca, viene a salvarme el culo porque cree que voy a morir. He salido de cosas peores—respondió abrigándose mejor con aquella manta que olía a polvo y humedad.

—Memnoch era un espíritu, estoy seguro, y ese acaba casi con la vida de Lestat—le reprendió sacándose la corbata.

—Ah, pero yo no voy a dejarme engañar de ese modo—susurró antes de notar algo extraño en el ambiente.

—Daniel, no eres el más listo ni el más entrenado—dijo percatándose él también que algo los observaba.

—¿Y tú sí?—preguntó.

—Yo tampoco, Daniel—musitó en tono bajo.


La vivienda había tenido problemas de venta porque el padre de la familia se había suicidado días antes del desalojo. Decidió quitarse la vida tras tomar una gran cantidad de pastillas, que en un primer momento no le hicieron efecto, y colgarse del techo en aquella estancia en la que todos compartían horas de televisión, lectura o conversación en terribles días de lluvia mientras los niños correteaban de habitación en habitación. 

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt