Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

lunes, 4 de julio de 2016

Armand es como un perro abandonado... pobre...
Lestat de Lioncourt 


—¿Qué haces?—preguntó interrumpiendo mis pensamientos.

Estaba frente a mi ordenador investigando como cada noche. El programa de radio estaba a punto de emitirse para todos aquellos que necesitaban un bálsamo para sus heridas, un abrazo a distancia o simplemente explicar una noticia que les mantenían inquietos. Ellos eran mis aliados en la oscuridad. Podían ver más allá de una simple discusión porque sus oídos eran tan magníficos como los míos. Yo me encontraba en Nueva York pero tenía incluso noticias de Nueva Delhi o Melburne.

—Mi trabajo—respondí.

Tenía justamente los correos electrónicos que me habían llegado horas atrás. Se repetía una pregunta constantemente. Era como si me enviaran una cadena de plegarias llenas de desesperación y llanos o abnegación ante el mundo que les rodeaba.

—¿Han vuelto a llegar correos extraños?—dijo acercándose a la mesa.

En ese momento alcé la vista para contemplar un hermoso lienzo en movimiento. Ante mí tenía lo que parecía un muchachito desarrapado con el cabello cobrizo revuelto y sucio, sus ojos de almendras de color castaños brillaban por una mezcla de emociones que aún hoy no sé explicar, su ropa estaba mal colocada y llevaba una de esas típicas camisetas de con el logotipo de Batman. Me fijé que no llevaba zapatos y que sus pies estaban sucios de barro.

—¿Dónde demonios te has metido?—pregunté molesto. Odiaba que tuviese esa imagen de niño extraviado porque me recordaba demasiado a mí. Al niño desesperado y hambriento que robaba para comer en esta enorme metrópolis de almas corruptas y corazones de piedra.

—Eso no interesa—susurró sin apenas voz—. ¿Han vuelto a contactar contigo? Benjamín realmente son problemas serios. No son atentados terroristas como están haciendo creer a los humanos...

—Sí, son vampiros descontrolados por varios países—dije incorporándome mientras la silla sonaba contra el mármol—. Báñate. Hablaremos luego, Armand.

—¿Por qué nadie me quiere?—esa pregunta me destruyó. Deseaba abrazarle y jurarle que yo aún le amaba, que le quería por encima de todo e incluso por encima de la fama que estaba ganando gracias a mi esfuerzo, pero no fui capaz. Sólo le miré en silencio mientras rompía a llorar.

—Ve a bañarte. ¿Acaso quieres que Sybelle te vea así?—pregunté.

—A veces estoy demasiado hundido y te arrastro... Arrastro a todo el mundo a la locura—dijo aquello provocando que recordara la mirada violeta y enloquecida de Daniel. Me pregunté como estaría aquel enfermizo periodista que fue introducido en la sangre en mitad del caos. Hacía meses que no preguntaba por el al amo. Necesitaba verlo porque quizás aún tenía instinto—. Benji...

—Te amo, Armand—respondí saliendo de detrás de la mesa para estrecharlo—. Ahora debes reponerte. Deja de estar perdido por esta ciudad. Deja de perseguir a otros vampiros. Deja de consumirte en sus miedos.


Horas más tarde Armand era un ser calculador y ensimismado en sus alocados pensamientos. Redactaba cartas, firmaba informes y vigilaba la bolsa. Era un lado completamente distinto a los momentos de depresión y ansiedad que tenía. Poco a poco comprendí que cuando Marius venía él se convertía de nuevo en el niño de Venecia, en el jovencito que él adoraba, y cuando se marchaba caía en una espiral de desesperación de la cual no sabía salir.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt