Aquí tenemos pelea de "Macho de lomo plateado, pelo en el pecho y milenios a la espalda" con Landen siempre metiendo un poco el dedo en el ojo.
Lestat de Lioncourt
—Me pregunto qué demonios hacías
bailando con mi mujer—dijo entrando en la biblioteca donde me
encontraba recluido.
Landen seguía jugando con el globo
terráqueo algo desfasado, pero terriblemente hermoso. Sus largos
dedos eran muy atractivos, aunque sobre la pieza parecían patas de
araña. El cabello azabache lo tenía algo revuelto y rozaba algo más
que sus mejillas.
—¿Disculpa?—pregunté alzando la
vista para ver a ese impresionante guerrero con aquellas prendas tan
bárbaras. Creo que el diseñador de tal esperpento era el cotizado
Ermenegildo Zegna, pues había adquirido algunos trajes suyos hacía
algún tiempo para pasar desapercibido entre el populacho.
—Deberías pensar más en lo que
haces—me escupió directo mientras acomodaba los hermosos gemelos
de oro y diamantes que lucía de forma coqueta.
—Gregory, no quiero discutir por algo
tan estúpido—dije intentando restarle importancia.
Con cuidado dejé la pluma en un lado
de la mesa y recogí mis largos cabellos color paja hacia un lado. La
túnica árabe que lucía, prestada por Seth, me quedaba como un
guante y me hacía lucir muy distinto a ese hombre surgido de los
milenios con una belleza sobrehumana.
—Verás, Marius, para mí mi
Chrystanthe es muy importante y no permitiré que te propases—comentó
apoyando sus grandes manos de guerrero sobre la mesa. Me pregunté a
cuantos había matado con ellas desnudas o empuñando una cimitarra.
—Sólo fue un baile—contesté
cansado mientras Landen se giraba para husmear mejor la situación.
—Conozco a los hombres como tú—dijo
frunciendo el ceño uniendo esas cejas espesas, pero delineadas.
—De acuerdo, digamos que estuve
coqueteando pero ¿acaso tú no tienes un joven de piel atezada y
ojos profundos por el cual te desvives?—dije con una sonrisa pícara
que él se encargó de borrar.
—Sí, como un padre. No soy tan
despreciable como tú—respondió.
—Comprendo...
—Aleja tus sucias manos de artista
del engaño, las mentiras y desilusiones de mi esposa—me reprendió
golpeando la mesa para apartarse con furia. Aquel hombre tenía sólo
dieciocho años cuando fue creado, pero su aspecto era el de un
hombre maduro y sensato salvo cuando tocaban a la mujer de su vida—.
No te quiero cerca—siseó caminando hacia la puerta—. Ella es lo
más importante que tengo en mi vida.
—¿Y si ella se acerca a mí?—dije
con algo de malicia simplemente para comprometerlo. Admito que a
veces puedo poner el dedo en la herida únicamente para ver la
expresividad de ciertos rostros, y más cuando estos rostros son tan
bellos.
—Ella jamás se acercaría a un
cretino por su propia voluntad—esa frase me enfureció.
—Marius, una cortina está
ardiendo—susurró Landen.
—¡Me ha llamado cretino!
—Eso es lo mínimo que te ha
dicho—dijo aquel dichoso vampiro mientras se subía en la mesa y
Gregory se marchaba airoso de aquella pelea—. ¿Ahora comprendes
por qué la mayoría deseamos golpearte? Tienes la absurda manía de
molestar a todos para divertirte. A Lestat le sale bien, pero tú no
tienes la misma suerte—guiñó su ojo derecho y luego me tomó del
mentón con ambas manos—. Yo aún sigo queriendo golpearte—dicho
aquello se bajó del mueble y se fue hacia el extintor para apagar
las llamas que consumían aquella costosísima tela—. Armand no va
a estar feliz cuando veas qué hiciste, Marius.
—Al diablo todos...
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