Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

domingo, 4 de septiembre de 2016

Ruinas

Si fuese Armand le hubiese dado con mayor brío el portazo pero en las narices.

Lestat de Lioncourt

—Ruinas. La vida son ruinas que se apilan como libros gruesos en mis recuerdos. Navego en cada una de ellas recordando cada palabra dicha y las malditas, las más malditas de todas, que son las que no dije por miedo u orgullo. Eso es todo—dije mirándole a los ojos.

Esos ojos castaños e inmensos se tragaban mi alma arrastrándola a su infierno personal. Tenía el cabello cobrizo cayendo por encima de sus hombros desnudos. Ante mí tenía un hermoso efebo de cintura estrecha y delicada piel ligeramente sonrosada. Había aceptado volver a permitirme pintarlo al natural. Sin embargo, la expresión de su rostro era distinta.

—¿Así te sientes?—preguntó indiferente.

—Sí, ruinas.

—Pues como has dicho es tu culpa—respondió.

Me sentí como si me hubiese lanzado una fuerte pedrada o dejado que la espada de Damocles cayese sobre mí, decapitándome.

—Armand...—contuve mi rabia y dolor sólo porque no quería que se marchase.

—Debiste venir a buscarme—dijo moviéndose con gracia por la habitación recogiendo las prendas que yo mismo le había quitado sin esfuerzo alguno. Eran prendas simples, pero elegantes. Aquel pulcro traje Armani, esa camisa de algodón celeste y la corbata negra.

—Akasha me pidió que buscara a Pandora—sintiéndome morir.

¿Por qué se empeñaba en complicar tanto las cosas? ¿Por qué no veía que estaba desesperado? No me merecía ser feliz, pero deseaba tener un poco de belleza en mis oscuras noches. Daniel se había marchado hacía variar y necesitaba matar cada segundo, pues los recuerdos me aplastaban. Seguía amando a ese maldito mocoso.

—Porque Pandora creía que ella era una diosa—dijo abotonando rápidamente su camisa—. Deseaba cerca a mujeres tan ciegas como ella, que se arrodillaran ante tu belleza y besaran sus pies—afirmó subiendo sus pantalones—. No te quería a ti para adularla porque se había cansado de lo viril, lo masculino, eso que tú representas tan bien.

—¡Demonios!—exclamé—. Deja de comportarte tan frío.

No iba a rogarle para que volviese a posar para mí; pero sí decidí exigirle, con muy malos modos, que dejase de juzgarme.

—¿Y cómo quieres que me comporte?—sus ojos se clavaron de forma seductora, para luego poner un expresión terrible en su rostro—. No soy lo que tú quieres.

—No, lo eres.

No era un querubín. Él era un demonio maldito, al menos así se sentía. Sabía que no resultó como yo esperaba y que me sentí defraudado, cuando en realidad debí sentirme dichoso. Siempre hablo de libertad, pese a mis normas, pero a él deseé moldearlo como si fuese una escultura que tallaba al fin con mis estúpidas manos.

—Ni pienso serlo, Marius— dijo acercándose a la puerta girando el pomo, para luego abrir la puerta con cierta rabia—. He decidido no ser tu esclavo.

Fueron sus últimas palabras antes de un estruendoso portazo.


—¡Armand!

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Lestat de Lioncourt