Estos son los pensamientos de mi hijo Viktor hace unos años... ¡Ah!
Lestat de Lioncourt
He leído sus pensamientos, acciones y
cientos de detalles que mi padre ha arrojado sobre persona. Urdí mis
pensamientos, buenos y malos, hacia Louis desde que tengo uso de
razón; pues mi madre siempre se esmeró en ofrecerme todo la
educación, así como pequeños caprichos, porque yo era su tesoro,
su único hijo, el pequeño eslabón en una cadena y el culmen de una
búsqueda que se había iniciado cuando era joven, indefensa en
muchos aspectos y demasiado soñadora. Nunca evitó que yo supiese
toda la verdad. Así que me sentaba en mi pequeño e iluminado
escritorio, ponía los libros de mi padre, así como los de sus
compañeros inmortales, frente a mí y decía ir a las páginas que
yo mismo marcaba para releer una y otra vez frases que me diesen una
ligera idea, aunque fuese demasiado sencilla, sobre cómo pensaba mi
padre y la forma en la cual pronunciaba cada palabra.
Sabía que Louis tenía un acento
francés que no podía negar, pero mi padre a veces tenía uno más
neutro debido a sus viajes y que solía conversar con más gente,
influyéndose y moldeándose continuamente. Me preguntaba cómo sería
esas discusiones, casi eternas, que ambos tenían frente a Claudia y
los ojos de esa niña, los ojos de una mujer adulta, deleitándose
con la rabia y los celos de ambos. Incluso meditaba sobre las normas
que Marius parecía haber impuesto basándose en la lógica y
experiencia recaudada durante siglos. Podía imaginar el olor a
pantano cuando Tarquin Blackwood entró en escena como un príncipe
de sangre azul, aunque casi todos los príncipes destiñen y muestran
un monstruo hambriento. Él lo tenía, pero lo vi justificado.
Conforme crecía los libros parecían
insuficientes. Con diez años, aproximadamente, llegó a mi poder
Cántico de Sangre. Fue el último. Mi padre dejó de comunicarse.
Con la historia de Mona todo se perdió. Pude conseguir otra, no muy
distinta, que estaba vinculada con la familia de la joven pelirroja,
aunque fue amargo saber todo sobre ellos porque comprendí aún más
su dolor, desasosiego y problemas de unos con otros. Lloré. Creo que
lloré durante algunas noches. Entonces me percaté que puedo ser tan
sensible como mi padre, pero no entro a lo blasfemo cuando se
molesta. Mi padre tiene un carácter pésimo a veces tan similar como
el de Marius. Yo soy más calmado y me preguntaba si tenía que ver
con la sangre o simplemente había salido a mi abuela, la cual
parecía siempre distante cuando debía actuar de forma apasionada.
Tenía diecisiete años, casi
dieciocho, cuando fui al despacho de Fareed exigiendo conocer a mi
padre. Él me miró, suspiró, miró a Seth y este me echó fuera de
la habitación donde terminaban de analizar mis últimas muestras de
sangre y ADN. Pronto iba a cumplir dieciocho años y estaba dispuesto
a llamar la atención. De no ser por las Quemas, por esas horribles
Quemas, habría lanzado un libro al mercado llamándome el “Hércules
del Zeus vampírico” o algo así. ¿Acaso no era el enviado de un
“dios” por muy oscuro que fuese? ¿Acaso no era una mezcla entre
ese “dios” y una pobre mortal por aquel entonces? Podría ser un
prodigio de la ciencia, pero me gustaba la forma pomposa, y
ocasionalmente desacertada, que tenía mi padre para hacerse notar.
Supongo que si escribo todo esto en mi
portátil es porque necesito desahogarme. Esta noche iba a conocerlo
y no ha dado señales de vida. Dicen que está ocupado con unos
asuntos, que pronto vendrá y que quizá mañana aparecerá
abrazándome, agarrándome del rostro y diciéndoles a todos con
orgullo, y algo de egocentrismo, que somos idénticos.
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