Armand tiene razón en muchas cosas... pero en esto... no. No creo que yo destrozara algo que ya estaba roto.
Lestat de Lioncourt
No sé qué fue lo que realmente me
impulsó a hacerlo. Supongo que me sentí aún más perdido que
cuando observé las gigantescas llamaradas consumiendo el palacio
veneciano de Marius. Tuve una sensación similar en mi corazón, la
cual se ahondó hasta casi ahogarme en unas aguas turbulentas y
sucias. Me quedé sin voz. Durante algunos días quise averiguar si
realmente Lestat había sido sincero, pero me di cuenta que era
imposible acercarse a él. Por un lado temía la reacción de su
cuerpo, impulsado por propios mecanismos de protección innatos en
cada uno de nosotros, y por otro que fuese cierto y hubiese negado a
Dios.
Hace siglos dirigía una secta. Bajo
París, en sus catacumbas, adoctrinaba lejos de discursos
tradicionales sobre Satanás, que era quien nos protegía y nos
guiaba para realizar el trabajo divino. Era de carácter secreto para
los que no pertenecen a ella; especialmente para humanos. Aunque
siempre había curiosos que terminaban amontonándose junto a los
restantes cadáveres. Me dedicaba a ello desde que tenía memoria
como vampiro, pues fueron pocos los virtuosos meses con mi creador.
Santino me inculcó sus ideas, las cuales parecían totalmente ajenas
a la verdad que se fue promulgando más tarde.
Lestat la destruyó. Me arrebató la fe
que era lo único que me mantenía con vida y a salvo de mi propio
dolor. Dios no era un aliciente para curar mis heridas, sino para
mantenerme vivo a pesar que estuviese lleno de cicatrices y llagas.
Su insolencia, su ruindad, su desparpajo y su fuerza aniquilaron todo
lo que creía con un discurso bastante simplista. Desde entonces
vagaba intentando comprender si era cierto o no, si tenía razón o
no, y si podría encontrar la verdad.
Entonces, ya en esta época moderna
donde Internet ahonda más aún en estos temas, apareció Lucifer y
lo arrastró con él. Como si lo hubiese invocado en santo ritual
durante estos siglos le reprochó el ser un impertinente, aunque
también hay que recordar que ama conocer y comprender. Lestat sabe
escuchar a pesar que no te crea.
Creo que escuchar una teoría similar a
la que promulgaba mi secta, quedarme envuelto en esa nebulosa de
poder que él transmitía y todo lo que vi al morderle, me hizo
desear huir de la capilla y dejar que el sol me destruyera. Pero no
lo hizo. Vi a mi madre, mis hermanos, un hermoso huevo de Fabergé
del cual salía el Espíritu Santo y a mí mismo. Caí a un techo
cercano y después, sin saber cómo, terminé matando a un
desgraciado que estaba a punto de matar a su propia hermana. Así fue
como salvé a Sybelle y jovencito Benjamín.
Supongo que mi fe sigue aquí,
tomándome de la mano y acariciando mis cabellos cobrizos. Tal vez
jamás deje de ser el niño perdido en este mundo lleno de pecados,
horrores y sueños infelices. Pero sé que no voy a morir. Quiero
vivir. Me he dado cuenta que quiero vivir. No importa si existe un
Dios o no. Ya sólo importa el hecho de vivir.
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