Diremos que yo también la amé, pero la vi como una auténtica mujer y no como un animalillo herido o una poderosa bruja.
Lestat de Lioncourt
Llevaba años con aquella idea
forjándose en la cabeza, taladrando en mi cerebro, y logrando una
especie de tortura que no podía abandonar. Era como si estuviera
interno en un psiquiátrico y me ofrecieran descargas eléctricas
para cambiar mi comportamiento. Sí, era así de doloroso. Cada vez
que pensaba en ella sufría y no podía dejar de hacerlo la mayor
parte del tiempo. Me culpaba de su muerte, de su sufrimiento vida y
de haber conducido a Lestat hacia ella. También era culpable que
ambos se odiasen.
Ella era especial. David decía que
podía lograr todo lo que se propusiese. Acepté entonces que se
reuniera conmigo y estableciéramos una relación de amistad. Aunque
admito que la conocía. La vi en un callejón una vez. Me recordó a
un gato. Era salvaje, con unos hermosos ojos verdes y una piel
tostada como el caramelo. Jamás vi una mujer más hermosa que esa
pequeña diosa vudú. Habían sido varias las veces que nos habíamos
tropezado, pues Nueva Orleans no es tan grande como se cree. El mundo
es un pequeño pañuelo y nosotros nos vamos encontrando.
Esa bruja, esa poderosa y hermosa
mujer, se llamaba Merrick Mayfair. Pude vislumbrar en ella cierta
emotividad y una sensibilidad única. Me arrastró hacia sus dominios
y me sedujo sin prisas, pero tatuándose en mi alma para siempre.
Supe algo de su historia con mi buen amigo David y, admito que me
sentí frustrado y preocupado por ella. Él no se comportó como el
caballero que es y ella se convirtió en un animal herido en busca de
una venganza infructuosa.
Admito que puse todas mis esperanzas en
no hallar una solución tan dolorosa, una verdad tan amarga, pero era
algo que no pude evitar en ningún momento. Caí derrotado. Claudia
apareció, tal y como ella dijo que podría hacer, pero lo hizo para
hundirme en un pozo de dolor aún más profundo. Sentí como miles de
litros de brea caían sobre mi cuerpo como si fuera petróleo,
cubriéndome por completo y logrando que me ahogara. Decidí entonces
ofrecerle la mejor recompensa a Merrick por sus esfuerzos y fue
transformarla.
Después de más de un siglo di vid a
otra criatura. La primera fue Madeleine, la cual murió junto a
Claudia. Merrick parecía fuerte, decidida, ansiosa de poder vivir
eternamente para estar en continuo vínculo ancestral con los
espíritus y consigo misma. Quizá buscaba llenar el vacío que había
dejado el desamor y desencanto hacia David. Por eso, una vez
convertida me inmolé frente al astro rey. Decidí que debía
olvidarme de este mundo. No pensé en Lestat, ni en su amor
hipnótico, tampoco en mis amigos o en todo lo vivido. Sólo quería
desvincularme del dolor y la terrible angustia de saber que Claudia
me odiaba y jamás me perdonaría.
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