Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

viernes, 23 de diciembre de 2016

My only wish

Sigo sin creerme que "él" sea Lucifer.

Lestat de Lioncourt 


Debido a la contaminación lumínica habitual, aumentada por la típica de las fechas, era imposible ver las estrellas. Los edificios parecían grandes monumentos al ego de sus propios arquitectos. Las empresas aún tenían los despachos iluminados, pese a ser ya algo tarde. Era el día que se celebraba la Noche Buena, una fecha especial en el calendario de todo creyente y también de aquellos que desean reunirse con la familia. Las avenidas estaban colapsadas por el tráfico urbano, vehículos y peatones habían asaltado las tiendas, comercios y distintas empresas de servicio. El consumismo era tal que me provocaba cierto mareo. El estrés se elevaba más allá de las pequeñas nubes acumuladas próximas a las chimeneas de la industria pesada de las afueras.

Cerca de un cajero de un banco cualquiera, apoyado contra la pared empapelada con cartelería habitual de estas fechas, me hallaba observando el ir y venir de mujeres, hombres y niños. Las risas y las miradas furtivas, llenas de una ilusión extraña por el ruido del papel de regalo y el brindis de la cena, me desconcertaba. La última vez que había descendido era todo menos ruidoso y plástico.

Una pequeña niña se detuvo en mitad de la gran masa, su madre estaba hurgando en su enorme bolso, y ella me miró. Sus enormes ojos azules me hablaron de una bondad y una ilusión que pocos sostenían ya. Dio dos pasos hacia el frente y me sonrió. Para mí fue como ver a un querubín intentando llamar la atención sin necesidad. Devolví de inmediato la sonrisa sin pensarlo siquiera.

—Mira mamá, un ángel—dijo regresando a su lado, tirando insistentemente de ella, por el borde del chaquetón oscuro que vestía.

—¡Sólo es un vagabundo!—espetó sin molestarse demasiado.

—¡Pero tiene alas!—insistió.

—¡María, no tiene alas! ¡Sólo mugre y sabrá Dios si alguna enfermedad!—dijo tomándola en brazos para apresurarse, caminando con un repiqueteo por entre los grupos de jóvenes cargados de bolsas de regalos, adultos deseos de llegar a casa y tomar algo caliente, compañeros de trabajo algo ebrios o con posibilidades de estarlo en breve... Esa mujer parecía odiar todo lo que fuese la pobreza, pero luego regalaba ropa usada a la iglesia una vez al año para limpiar su conciencia.

—Un ángel...—dije llevándome a los labios el cigarrillo que había empezado a fumar nada más llegar a mi puesto habitual.

—Bueno, eso eres—insistió una voz—. ¿Y mis diez almas?

—Ah... estoy de vacaciones—contesté frunciendo el ceño—. ¿Qué deseas? ¿Acaso no llegó mi tarjeta de felicitación por tu cumpleaños? Ah, espera... Naciste en Agosto y aún no la eché al buzón—dije riendo bajo mientras mantenía el filtro cerca de mis labios.

—Ah, deja de burlarte. Los seres humanos festejan mi nacimiento.

—Bueno, técnicamente el de tu hijo—dije encogiéndome de hombros—. Mi hermano el poderoso Jesús...

—¿Eso ha sido una burla?—la voz se escuchó esta vez algo molesta, por lo decir arritada.

—Dios Padre, todopoderoso, misericordioso y lleno de virtudes se está molestando con su hijo Lucifer... otra vez—murmuré tirando la colilla al suelo, para luego pisotearla y quedarme allí mirando las luces tintineando.

—¿Por qué no regresas al cielo?—preguntó.


—Porque no admito mi derrota, ya que aún tengo planes—respondí apartándome de aquella esquina para desaparecer a la vista de todos. Fue sencillo, pues todos siempre intentan apartar la mirada de los mendigos y sin techo que se arremolinan en las calles.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt