Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

martes, 17 de enero de 2017

Vida en el amor

Algunos creen que decir "Te amo" es todo por romanticismo. Yo amo a muchos. Amar a Rowan es fácil porque los hombres de verdad amamos a las mujeres que luchan por sus sueños, por salvar a otros y comprender este mundo.

Lestat de Lioncourt 


Conocía algunos misterios de este mundo, los cuales me habían sido un fuerte impacto que dejaron cicatrices muy profundas en mi alma. Mi vida cambió radicalmente después de conocer a mi marido Michael Curry y buscar mis raíces más allá de la adopción que ocurrió ya hace más de cuatro décadas. Era una mujer joven todavía, con grandes planes de futuro y una fortaleza extraña que se debía a un duro caparazón. Evitaba mostrar mis verdaderos sentimientos y me había convertido en una figura fría, ligeramente enigmática y decidida a realizar los cambios necesarios para alcanzar algunas metas. En mis manos había sangre, pero no de mis pacientes a la hora de intervenir quirúrgicamente. Había sangre de mis asesinatos provocados por mis poderes en circunstancias penosas.

No soy una santa. No quiero serlo. No deseo que nadie me vea como una mujer buena. Eso sería pueril y barato. Agradezco al mundo en general el haberme hecho como soy. Tengo sentimientos, que muchas veces oculto, y poseo unas habilidades superiores a la de cualquier humano. He decidido hacer con mis poderes psíquicos el bien, no el mal. Desde hace tiempo dirijo mi propio hospital fruto de una herencia descomunal y descompensada. Me convertí en la heredera de una familia llena de misterios, fantasmas, monstruos y dolor. Fue una hecatombe. Muchos lo saben. Mi historia se convirtió en libro y el libro en trilogía.

Hablemos ahora de la sucesora en mi cargo, en el cargo de ser la máxima representación de la familia. Ella se llamaba Mona Mayfair y era mi prima. Una prima de tan sólo trece años asumiendo las responsabilidades de un adulto. Lamento sonar apática y miserable, pero sabía que no iba a llegar demasiado lejos. Sobre todo cuando decidió arrojarse a los brazos de lo único que me sustentaba en esta vida. Logró cautivar a mi marido, el cual cayó como un imbécil, y le dio una hija tan monstruosa como el hijo que yo le ofrecí.

Michael cayó en un extraño bucle de dolor cuando tuvo que asumir que Morrigan, como llamaron a la criatura, se marchara de su lado y del lado de su madre en busca de algo más que una familia. Morrigan era un Taltos como lo era el hombre que se la llevó. Los Taltos se reproducen rápido, crecen aún más rápido y viven durante miles de años si no se ven afectados por enfermedades peligrosas o armas.

Mi vida no fue sencilla desde mi nacimiento, pues fui arrebatada de los brazos de mi madre. Ella fue sedada y tratada como enferma mental muchos años. La madre de Mona Mayfair era una mujer alcoholica, igual que su esposo y su abuela, Evy, no era capaz de corregir a esa maleducada que no lograba dar amor a la pobre niña. Un hogar desecho, en una ciudad demasiado activa y demoledora, dio como resultado a un animal salvaje que no dudó en hacer de las suyas desde temprana edad. Admito que la adoro. Que adoré a esa niña de ojos verdes tan vivos como los mechones rojizos de su cabello, pero estaba enferma debido a los múltiples abortos de Taltos que tuvo.

Desde que conoció a Tarquin Blackwood pareció descender su forma de vivir. Ya no quería encontrar sólo a Morrigan, sino que deseaba aferrarse a un jovencito que se parecía demasiado a Julien Mayfair. Nada más verlo en el entierro de su tía Queen, allí parado de pie sollozante y lleno de amargura, contemplé en sus rasgos y movimientos al líder indiscutible de la familia. Todos sabíamos ya que era un Mayfair, pero hasta ese momento no me di cuenta que sus rasgos eran idénticos.

En ese mismo funeral, a esa misma hora, apareció otro joven que jamás había visto. Creo que nunca pude calificar un encuentro de altamente tóxico y extraño. Era muy atractivo, pero llevaba cubierto sus ojos con unas estridentes gafas con tintado violáceo. Me quedé impactada por sus cabellos rubios alborotados y ondulados cayendo sobre su levita con camafeos por botones. Era como si hubiese salido de una de esas extrañas revistas para jóvenes inconformistas amantes del rock, la moda más extrema y los vampiros. Su piel no era humana. Él no era humano. Pude percatarme de inmediato.

Mi lado científico se avivó. Quería saber qué clase de ser era. Profundizando en esto me enamoré de él pero simbólicamente. Creí que él lo era todo. Pensé que solucionaría mi angustia por no poder darle un hijo a mi marido, por verme cada vez más vieja y frágil. Ashlar Templeton, el Taltos que se llevó a Morrigan, me dijo que yo era femenina; porque lo femenino no era tener hijos y haber jugado con muñecas cuando se es muy joven sino sentirse mujer. Lestat, como así se llamaba este hombre de aspecto no mayor a los veinte años, me hizo sentirme deseada y eso me agitó. Todas mis hormonas se agitaron. Incluso cuando supe que Mona era un vampiro ahora, gracias a él, siguieron agitadas. Quise ser uno de esos monstruos milenarios con colmillos y adictos a la sangre. Dejé atrás todo lo que soñaba en este mundo por ser parte de ese selecto club. Fui estúpida.

Cuando Lestat me rechazó regresé a casa. Entré en la vieja mansión de First Street, me senté en el sofá en el cual suele aparecerse Julien, y suspiré. Michael estaba despierto. Se encontraba en la cocina bebiendo una cerveza y garabateando algunos pensamientos en su libreta. A veces lo hacía. Los días más ocupados, debido a las reformas y los nuevos proyectos en su empresa de arquitectura, se los pasaba en aquella enorme mesa de madera escribiendo sobre proporciones, tipos de madera o la forma más precisa para recuperar la belleza desgastada de alguna mansión sureña.


En el momento que rompí a llorar como una tonta él vino, corrió a mí como si fuese un héroe y me habló dulcemente al oído. No me lo merecía. Él mismo vio como jugueteaba con aquel monstruoso y seductor ser. Él mismo sabía que había ido en busca de Lestat para ser uno de los suyos. Pero no le importó. Me perdonó. Como perdonó la vez que le abandoné para salvar a Lasher, nuestro extraño hijo, y los gritos de horror cuando regresé. Esos gritos fruto de un trauma severo debido a las múltiples palizas y sometimiento que me ofreció Lasher. Yo, por mi parte, admití sus errores con Mona para después ver como él lo hacía con Ashlar y con Lestat. Deseaba sentirme amada por alguien más que Michael, al cual no le podía dar hijos. Él siempre quiso hijos. Si bien me di cuenta esa noche que lo único que le interesaba en esos momentos era mi felicidad. Me sentí estúpida y poco a poco he olvidado muchas cosas. Sólo me he permitido quedarme con el amor intenso de Michael. 

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt