Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

domingo, 12 de marzo de 2017

Fantasmas del pasado

Archivos de Talamasca... ¡De nuevo! 

Lestat de Lioncourt 




El contacto con la muerte para muchos es lejano y desagradable, aunque es algo tan cotidiano como necesario. En nuestro cuerpo hay una continua lucha entre la vida y la muerte. Hay células que mueren cada día y dejan su puesto a otras nuevas. Muchos creen que empezamos a morir desde el momento de la concepción, pues empezamos a restarle tiempo a nuestro reloj biológico. Sencillamente no se puede concebir esta vida sin su contrario. Las apabullantes ciudades llenas de miles de personas tendrán sepelios cada día, las ambulancias recogerán heridos o enfermos cada hora y las funerarias harán caja con el dolor ajeno. Drogas, conducción temeraria, problemas de seguridad en el trabajo, asesinatos o suicidios son tan sólo parte de algunos hijos que posee la muerte.

Nadie quiere morir. Pocos son aquellos que desean realmente que llegue el momento. No obstante, pocos son tan bien los valientes que desean ser inmortales. Hay quienes piensan que se aburrirían y pedirían su exterminio. También están los que sienten que se confundirían terriblemente al verse al espejo sin cambiar ni un ápice. Por eso hay muchos que han rechazado esta idea y han olvidado que la ciencia nos está postergando. Al menos, a los que no son inmortales del mismo modo que nosotros, los vampiros.

Si estoy contándote esto es porque me parece interesante y necesario. Hay cientos de científicos que como Jekyll inyectan y modifican su cuerpo, es decir, experimentan con ellos mismos. Es peligroso, pero a veces la ciencia sólo avanza de este modo. También hay mentes enfermas, o supuestamente enfermas, que pasan años encerrados en centros, que para mí son penitenciarías, para enfermos mentales y da la casualidad que esos monstruos, esos seres terribles y deformes, no son parte de su torturada mente. Son parte de una verdad incómoda y ellos son sensitivos. No siempre es así, pero a veces ocurre.

Hace unos años conocí a un científico al cual se le había tildado de loco. Estaba en su celda rodeado de la nada, del más auténtico vacío, aunque él decía que sus viejos pacientes le visitaban para torturarlo. Había estado experimentando a espaldas de ellos, usando sus cuerpos aún jóvenes y sanos, porque no entendía otra forma de avanzar. Los chimpancés se habían quedado inservibles y las ratas no eran idénticas a los resultados que se podía dar en el cuerpo humano. Ni siquiera los cerdos. Para él era necesario de la confianza y fe ciega de personas enfermas, a las cuales condenó a una muerte más rápida y dolorosa. Los medicamentos probados eran para la tuberculosis y otras afecciones pulmonares serias.

Quería salvar vidas usando el tiempo restante de otras. Condenó a decenas. Y, según él, ellos le visitaban torturándoles. Hablaba en voz baja pidiendo perdón y a veces, que no siempre, gritaba arrepentido por sus malos actos. Sus lágrimas parecían sinceras, igual que sus ojos llenos de miedo. Todos creyeron que su mala conciencia le habían hecho entrar en ese estado. No. No fue su mala conciencia.

Lestat estaba arrojado en la capilla tras el evento con Memnoch y Pandora estaba terminando de escribir sus memorias esa noche. Merodeaba el centro, pues estaba en las afueras de Londres, y escuchaba a los guardias comentar sobre el caso. Si podía inmiscuirme en Talamasca, con una seguridad más elevada, podía rondar los pasillos de la institución como si fuese un joven aprendiz de psiquiatría. Me coloqué una bata blanca y eché a caminar bajo los flexos fluorescentes de los distintos pasillos. Olía a muerte, a insalubridad, pese al aroma predominante de antisépticos.

Al llegar a su celda abrí la ventana y lo vi gimoteando. A su alrededor había varias mujeres, un niño y un muchacho larguirucho. Todos le maldecían y gritaban por su muerte, por la esperanza de vivir algunos años más, por el horror a la hora de llegar el último estertor y este rogaba morirse. Prefería la muerte a seguir vivo.


Los rumores eran ciertos, aunque no como los guardias pretendían creer. Aquel hombre no estaba loco, sino que estaba siendo carne de fantasmas. Se merecía esa tortura y por eso yo no intervine. Sólo observé con mis ojos castaños el dolor y la miseria que habitaban en su alma. Así que se puede decir que la muerte se vengaba de su vida constantemente.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt