Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

sábado, 11 de agosto de 2007

Cuando los ángeles pierden el vuelo

caputa death note

Capítulo Tercero





Pobre niño rico




















Nada más llegar a la oficina teníamos a todos los chicos empleando las fuerzas necesarias para encontrar respuesta al crimen de esta apocalíptica ciudad. Hoy era día de hablar seriamente con todos los que rodeaban al muchacho, sobretodo con sus amigos. Eran cinco jóvenes los más cercanos a él y uno a uno fuimos tomándoles declaración.

El primero de todos era una muchacha de cabellos rubios, ojos de tigresa y ropas caras, lo que se suele llamar barbie o niña de papá. Me resultó curioso que un joven como aquel, con aquellos gustos y con sin duda un coeficiente alto fuera amigo de una chica de apariencia tan vacía.

-Sofía, no es así.-Dije cuando estuve a solas con ella.

-Sí.-Respondió en un susurro casi inaudible.

-¿De qué conocías a Samuel Ejido?-Interrogué poyando mis codos sobre la mesa que nos separaba.

-Es el hijo de los amigos de mis padres, es algo distinto a mí pero siempre me escucha.-Respondió serena.

-Es decir, os conocisteis por la amistad de vuestros padres y os hicisteis amigos.-Comenté.

-No amigos del alma, sin embargo lo éramos. Sé lo que ha pensado al verme, que no encajo con él. Yo le quería muchísimo porque era distinto a lo que me habían enseñado a ser, eso me agradaba y él me mostraba mundos desconocidos. Normalmente le lloraba en el hombro y él quedaba en silencio para decir las palabras apropiadas. Echo de menos sus susurros, sus palabras de consuelo y sobretodo sus consejos. Yo era una inmadura cuando lo conocí pero he ido haciéndome una mujer a su lado. Lo conozco de hace un año y he cambiado, aunque no físicamente por miedo a mis progenitores. Ellos no verían bien que su hija vistiera como una chica gótica o metal, lo odiarían y me apartarían de él por mala influencia.-Su mirada era un huracán, esa muñeca perfecta tenía vida y parecía ser un calvario. Samuel, sin duda, era su medicación para no caer en la histeria.

-Los buenos amigos hacen eso.-Dije buscando el formulario que había rellenado con sus datos. Les pedimos a todos que lo hicieran para conocer a fondo su entorno.

-No salía con él, no creo que saliera con los demás por las noches. Éramos sus amigos durante el día, por la noche era otro ser distinto.-Masculló jugueteando con una pulsera.

-¿Distinto?-Pregunté intrigado.

-Sí, iba a los bares donde van los demás chicos góticos. Él no era un chico normal de clase alta, odiaba serlo, además iba a un instituto público porque así se lo rogó a su padre. No le gustaba el formalismo y la dictadura que nuestra clase conlleva. Samuel era libre.-Comentó dejando escapar unas lágrimas.-Espero que siga siéndolo.-Su labio tembló y yo decidí dar por concluida la conversación.

-Puede marcharse y decirle al siguiente joven que pase, por favor.-Mientras yo hacía esto mis compañeros intentaban hacer retrato robot del joven que vio la mujer de la panadería, otros rondaban las calles y el resto procesaba información de otros medios. El siguiente era un chico de cabellos oscuros, mirada clara y rostro aniñado.-Buenas tardes, siéntate.-Dije al verlo cruzar la puerta.-Ciérrala, si no te importa.-Añadí.-Observé como se sentó ante mí, tras la mesa.-¿De qué conocías a Samuel?-Pregunté.

-Somos socios de la misma piscina privada, allí van chicos de nuestra posición y él solía tener la taquilla a mi lado.-

-¿Teníais mucha relación Alfonso?-Pregunté.

-Sí, desde que se quedó atorada mi taquilla y él me ayudó a abrirla. Habla poco, pero es inteligente. A mi me encanta la literatura y jamás habría leído libros como los que él me prestaba o hablaba.-Susurró.-Luego nuestras charlas dejaron de ser de literatura para ser más cercanas.-Dijo sonriendo levemente.

-Espero que esto no te importe hijo, pero debo de hacer una pregunta.-Interrumpí.

-De acuerdo.-Asintió.

-¿Eres homosexual?-Interrogué.

-No, yo no.-Mentía como un bellaco, aunque no importaba.

-¿Y él?-Pregunté.

-No puedo decir eso.-Titubeó.

-Me lo has confirmado.-Dije anotando sobre la hoja unas líneas sobre lo aclarado.

-Era un secreto.-Masculló

-Entonces eres homosexual.-Respondí.

-No, es aún peor si se enteran mis padres.-Dijo preocupado, mordiéndose el labio.

-¿Qué es? No lo sabrán.-Le aseguré la verdad, era un documento privado que pocos verían.

-Me siento mujer, soy una mujer y él solía tratarme en femenino. Es mi único amigo aunque nos veamos poco.-Comentó.

-Lo entiendo. Puedes marcharte y decirle al siguiente que pase, creo que contigo tengo una pieza del puzzle.-Dije contemplando como se levantaba tiritando aquella mujer atrapada en un cuerpo de hombre, aunque su rostro demostraba lo que era sin duda alguna. El siguiente era un muchacho bastante delgado y de una mirada melancólica bastante atrayente.-Siéntate y cierra.-Dije indicándole la silla.

-Buenas tardes.-Comentó sereno.

-Buenas tardes, dime, ¿de qué conocías a Samuel?-Pregunté de nuevo a otro rostro, si bien la frase era la misma.

-Somos vecinos.-Respondió.

-Vivís en el mismo bloque de pisos, no es así.-

-Sí es una zona ajardinada, bastante cara y tranquila. Los apartamentos son muy amplios y suelen ir a vivir personas con alto nivel adquisitivo, como nuestros padres. Aunque él tenía más suerte, podía escaparse de esa jaula de oro por las noches o en el instituto público.-Comentó gesticulando.

-¿Cuál era vuestra relación?-Interrogué intentando saber cuanto se conocían.

-Solíamos charlar cuando mis padres se marchaban, le hacía una llamada perdida y él bajaba a hablar conmigo. Le echo de menos en ese aspecto.-Parecía ser bueno aconsejando y que sus amistades coincidían en conversar o ayudar.

-¿Tienes muchos problemas?-Pregunté intrigado.

-Yo mismo.-Respondió con una sonrisa amarga.

-¿Tú mismo?-Cuestioné arqueando las cejas.

-Soy anoréxico, mis padres lo saben, y es porque me piden tal grado de perfección que me hacen volverme loco. Él solía venir a ayudarme a comer.-Dijo cerrando los puños.

-Entiendo.-Dije, sin embargo no podía comprender del todo su situación.

-No, no lo entiende. Me agradaba su compañía aunque escuchara esa música y se quedara en silencio jugueteando con su pelo. Lo importante es que él no era como el resto.- Ese chico se llamaba Eduardo, según su ficha tenía veinte años y su apariencia era el de un joven de dieciséis. Estaba escuálido, había más ropa que cuerpo ante mí.

-De acuerdo, puedes marcharte y avisar al que te siga.-Respondí viendo como se tambaleaba hasta la puerta, no tenía fuerzas y parecía que la desaparición de Samuel le afectaba demasiado. El siguiente, mejor dicho, la siguiente era una muchacha de catorce años muy parecida a Sofía aunque de cabellos oscuros y rizados.-De ¿qué conocías a Samuel?-Dije viendo como cerraba la puerta y se encaminaba al asiento.

-Soy la hermana de Sofía, lo conocía por ella.-Respondió.

-¿Teníais mucha relación?-Pregunté.

-Sí, algo pero no como mi hermana. Él venía a jugar conmigo a algunos juegos de ordenador y me ayudaba con problemas técnicos.-Comentó.-Aunque alguna que otra vez conversamos durante horas cuando Sofi no esta en casa.-Concluyó.

-Ellos eran muy amigos, ¿verdad?-Interrogué.

-Él venía tres o cuatro veces por semana.-Respondió jugueteando con sus cabellos.

-¿Te dijo si se llevaba bien con sus padres?-Interrogué de nuevo, una pregunta nueva que no había hecho al resto.

-Él para sus padres no existía, creo que era lo mejor.-Dijo segura de sus palabras.

-Gracias, puedes marcharte y decirle al último que entre.-Comenté y se levantó dejando paso a un muchacho de veinticinco años, moreno y de nombre Antonio.-Buenas, tome asiento.-Dije y acto seguido lo hizo cerrando la puerta.-¿De qué os conocíais Samuel y tú?.-Pregunté.

-¿Tengo que decir toda la verdad o me puedo callar algo?-Respondió con otra cuestión.

-Sería instrucción de la justicia y es delito.-Fui directo y bastante serio con el asunto, no podíamos permitirnos mentiras y falsos cauces de investigación.

-Él y yo nos acostábamos de vez en cuando, pero últimamente había otro chico en su vida.-Comentó acto seguido.

-¿Quién? ¿Sabe su nombre?-Interrogué ansioso de corroborar nuestros datos.

-Marcus.-Ese nombre, ese maldito nombre de nuevo.

-¿De qué lo conocía?-Pregunté.

-De un Chat de homosexuales, ese asqueroso le había comido el cerebro con compromiso y amor eterno.-Dijo algo enfurecido.

-Veo que no le cae muy bien.-Comenté la evidencia.

-Yo amo a Samuel, él a mí no. Solo soy un pasatiempo. Se lleva bien con todo el mundo, incluso aparenta una heterosexualidad deslumbrante. No entiendo a este chico, en serio. Conmigo lo tendría todo, pero solo quería que le follara bien y ya.-Masculló.

-¿Sabe si se reuniría con Marcus el día de su desaparición?-Interrogué.

-Sí, me dijo que habían quedado y apenas se conocían físicamente.-Comentó.

-¿Conoce el Messenger de ese Marcus?-Pregunté intentando atajar camino.

-Sé que se llama a si mismo Krow.-Dijo interrogándose a si mismo.

-Gracias por la información, intentaremos encontrar a Samuel.-Respondí.

-Mejor encuentren a ese tipejo, él y yo tenemos que hablar seriamente para romperle las pelotas.-Comentó alzándose del asiento y apoyando las palmas de sus manos sobre la mesa.

-Puede irse.-Tras mis palabras se marchó dando un portazo.

Si mis datos no fallaban Samuel era un chico que sabía consolar a todos menos a él mismo, que no tenía tan buena relación con sus padres y que estos no sabían realmente quien era. Además le añadimos que es homosexual y que tenía dos amantes, uno de ellos era con quien se iba a reunir ese día y del que apenas sabemos nada. Cordero estaba tras el espejo, había visto mi actuación y el diálogo que tuve con los chicos. Más tarde nos reuniríamos con el resto de los compañeros para exponer la nueva información.

viernes, 10 de agosto de 2007

Cuando los ángeles pierden el vuelo

Wotan by geaspirito de Deviantart


Capítulo segundo.



Paradero desconocido, punto 0.




















Permanecí sentado mirando al fondo donde están las taquillas más de media hora. Mi compañero Roberto vino a ver que sucedía, estaba bloqueado interrogándome a mi mismo que había hecho mal. Mi vida era un desastre y se ponía en duda mi valía junto con la del cuerpo. Se sentó a mi lado y me dio una lata de refresco, comenzamos a beber sin tan siquiera dirigirnos una mísera palabra.

-No dejes que te afecte lo que una idiota diga en televisión, ¿qué sabe esa? No sabe nada y su vida es tan carente de sentido que busca llenarla sintiéndose importante. ¿Sabes como se siente importante? Soltando bazofia en un programa basura que dice ser de máxima audiencia e importancia, cuando seguro que solo lo ven cuatro marujas amargadas. Gentuza así no debería existir, ojala se ahogaran todas en su veneno. Tranquilo el crío es mayorcito, estará por ahí en casa de algún colega y habrá hecho esto para llamar a atención.-Dijo terminándose el último trago.

-Este asunto me da mala espina y además no es sólo eso, sino mucho más. Apenas tengo contacto con mi familia por el trabajo y ahora este caso. No puedo descansar, necesito unas vacaciones. Cuando todo esto se solucione pediré tiempo para estar con mi familia.-Pasé el embase del refresco por mi frente, refrescándola.

-Todos los necesitamos, pero tú eres quién más las mereces.-Comentó. Roberto era un joven de cabellos oscuros, ojos pardos, blanco de piel y demasiado joven para estar tan encadenado. Había dejado a la novia hacía meses y vivía para el uniforme que llevaba.

-Volvamos al trabajo, no quiero que el jefe piense que estoy vagueando.-Respondí levantándome de aquella banca.

-Sí, tienes razón.-Dijo caminando detrás de mí, yo me había encaminado a la puerta y después apagó la luz tras mis pasos.

Hasta la hora del almuerzo no quité ojo de las direcciones que aparecían en el ordenador, junto con investigador de la brigada de delitos informáticos me ponía al día de todo lo que acontece ahí fuera, en la red. El chico supuestamente tenía varias cuentas en foros, un blog y varias páginas habituales. El contenido de estas era variado desde literatura pasando por música hasta anime. Lo que publicaba en su blog eran sus sentimientos, un diario, solía decir lo que le sucedía cada día con una madurez brutal. Normalmente no se abría del todo y una psicóloga tomó documentos que imprimimos para analizarlos. Se mostraba preocupado por un gran paso, quedar con alguien que realmente le llenaba y no le dejaba de lado. Supusimos que era un amigo en red y justamente era ese mismo día. Pareció claro, el chico se había largado junto a ese amigo o ese aliado resultó ser la guadaña de la muerte. Lo que decía de esa persona era poco exacto y difícil de precisar quien podría ser. No había ningún comentario de dicho sujeto, no sabíamos su edad y tampoco su sexo, sin embargo parecía tenerle una extraña devoción. En las páginas donde ingresó no había tampoco ningún usuario que pareciera corresponder a lo poco, aparentemente nada, que sabíamos de él; dimos entonces por hecho que seguramente se conocieron en un Chat. Como no llegábamos a una conclusión firme decidimos hacernos pasar por él en su Messenger.

Encargamos algo de comida a un restaurante chino cercano y nos sentamos ante la pantalla tanto Roberto como Ramírez, el chico del departamento informático. Miramos el correo detenidamente y todas las carpetas estaban borradas, no había ni rastro de correos que nos hicieran sospechar, sin embargo guardó algunas conversaciones y varios contactos le hablaron. Parecían preocupados y no paraban de interrogar sobre un tal Marcus. Intentamos sacar la máxima información posible si bien ellos sabían poca cosa, tan sólo que eran amigos y él deseaba verlo. Volvíamos al punto de partida, aunque hicimos una pregunta peliaguda sobre su sexualidad y todos respondieron afirmativamente sobre homosexualidad. El joven lo era por lo tanto ese amigo podría ser un amante o alguien de quien se había enamorado. Entonces cerramos la cuenta y decidimos descansar un momento, teníamos nuevos datos y debíamos reflexionar sobre ellos.

Eran las cinco de la tarde cuando tras varias anotaciones en un viejo cuaderno y un pequeño croquis llamé a Roberto. Teníamos que hablar con el jefe junto con los demás compañeros, cada cual tenía una misión en este caso además de la lucha por la seguridad diaria. Convocó una reunión y mostramos en un pequeño corcho todo lo que sabíamos. La información era contradictoria. Según Alberto Aguerrido el chico tonteaba con una muchacha de su instituto, aunque era acosado por dos chavales de su misma clase. Los que investigaban la familia no hallaron pruebas que los acusaran, ni al herma ni a los padres y mucho menos al resto que vivía fuera de la ciudad. Los amigos eran reacios a comentar nada telefónicamente o en sus casas, tendríamos que traerlos a la comisaría y dialogar cara a cara con ellos. Éramos la comisaría central, la que movilizaba a las otras cuatro. En todas había un dispositivo encargado del caso. Cuando pensábamos que había concluido la reunión entró un detective pagado por la familia.

-Os presento a nuestro nuevo colaborador, el detective Cordero.-Dijo Martínez, nuestro jefe y explotador.

-Tengo una pregunta.-Interrumpió Roberto.-¿Dudan tanto de nosotros? ¿De nuestra eficacia?-Su tono de voz era irreverente.

-Simplemente vengo a ayudar.-Respondió Cordero.

-Chicos no viene a quitarnos el sueldo, ni a dejarnos de brazos cruzados, sino a aligerar el proceso.-Comentó el jefe.-Ahora se quedará con el encargado de cada equipo y les hablaréis de cada dato que tengáis, ponedlo al día.-Dijo marchándose de la sala.

Yo era uno de los encargados y me encargaba de la nueva pista con ese tal Marcus. Elvira Sánchez, alias la teniente por su genio, echaba humo después de haber estado un día entero pateando la ciudad para que viniera otro a gorronear de sus méritos. Sergio López, un gran amigo, había hablado con la familia junto con sus otros compañeros. Alfonso había recopilado datos de los amigos más próximos junto al resto de su equipo. Mientras Emiliano había conversado con profesores y algunos compañeros. Días, horas eternas, trabajando para que el detective tan sólo tuviera que leer los datos asintiendo como un subnormal.

-Tengo datos sobre Samuel.-Dijo con su voz grabe.-Es un recorrido que normalmente hacía en sus paseos.-Comentó.-Algún que otro amigo había hecho esta caminata cuando él se sentía agobiado. Por cierto el muchacho fuma y ha tenido algún problema en casa por ello. Es lo único oscuro que he visto. Veo que vosotros habéis llegado a conclusiones y ramos de investigación muy elaborados, os honra. Yo he conseguido un testigo que lo vio con un muchacho de apariencia gótica, cabellos largos hasta la cintura y bastante fornido. Es decir, el típico chico de gimnasio de aspecto de muerto viviente.-Comentó.-Lo vio una mujer de una panadería en la plaza Fuente Ovejuna.-Concluyó mostrando su libreta.

-Hablé con esa mujer y no dijo nada.-Respondió Elvira algo furiosa.

-No le mostraste tu amigo dinero.-Dijo.-A veces para que hablen debes de darles un empujón.-Se sentó en una de las sillas cercanas a nosotros.-La vida funciona así.-Comentó.

Estuvimos hasta cerca de las ocho de la tarde sacando conclusiones y tomando decisiones. El chico no aparecía y mi familia estaba aparcada a un lado. Decidí volver a casa, me tocaba, y al llegar mi hija no estaba porque había ido a dormir a casa de una amiga. Mi mujer estaba sentada en el sofá mirando la televisión sin atenderla demasiado. Me senté a su lado sin decirnos nada. Me pregunté si ella se imaginaba acabar así, sin complicidad y sin magia. La quería, la adoraba, pero sin duda eso no me llenaba y el trabajo me alejaba cada día más. Fui a tomarme una ducha y me hice un bocadillo, ella no parecía dispuesta a cocinar nada. Me acosté tras una hora ella también lo hizo. No nos habíamos dirigido ni una sola palabra. Entonces cerré los ojos y clamé al cielo que al abrirlos fuera otro día.

jueves, 9 de agosto de 2007

Cuando los ángeles pierden el vuelo.

la peli de death note


Cuando los ángeles pierden el vuelo.


























Capítulo primero














Desaparecido
















“Interrumpimos el informativo local para dar una información de última hora”

Ese fue el inicio de todo un calvario. La presentadora de cabellos rubios, mirada felina y voz serena daba una puñalada en el corazón de todo un barrio. Sus dedos sostenían una nota informativa, su mirada al frente deslizándola levemente hasta las letras, daba un aspecto serio y profesional a un informativo bastante pobre.

“Se ha producido la desaparición de un joven de dieciséis años, que responde al nombre de Samuel Ejido Gómez, en las inmediaciones de la calle Castilla esquina de la Gran Vía Méritos. Llevaba chaquetón negro de tres piezas, vaqueros desgastados y camisa oscura junto con una bufanda del mismo color. Es un muchacho de un metro sesenta y cinco centímetros aproximadamente y cabellos castaños. Su familia esta preocupada porque no suele tener estos comportamientos, es un chico que no suele dar problemas en casa. Si alguien sabe algo o puede aportar pistas por favor contacten con la policía.”

Yo me encontraba sentado en la barra de un tugurio tomando una cerveza bien fría, acababa de salir del trabajo y sentía que mi cuerpo pesaba el doble. El camarero de detrás de la barra se distraía rellenando una sopa de letras, yo era su único cliente. El barrio no era muy acogedor sin embargo estaba cerca de la comisaría, mi mundo. Según mi mujer pasaba demasiado tiempo encerrado allí junto con mis compañeros o patrullando la ciudad tomando cafés constantemente. El cigarrillo se consumía en el cenicero, no sabía cuantas veces le había jurado a mi hija que lo dejaría, y aquella noticia en la pantalla no era nueva. Hacía un día que teníamos constancias de la desaparición, por ahora voluntaria, de ese imberbe quinceañero. Pagué mi consumición y me largué en busca de una caminata de media hora. Estaba harto de conducir toda la jornada, solo quería estirar las piernas. Al llegar a casa la comida para calentar, mi mujer durmiendo y mi hija sentada ante el ordenador.

-Un día tu cara será idéntica a la pantalla.-Comenté apoyándome en el marco de la puerta.

-No digas tonterías.-Me reprochó.

-Apaga o lo apago.-Dije con mirada severa desabotonándome el primer botón de mi camisa.

-Ya voy.-Suspiró sin remedio desconectando el aparato.

Fui a la ducha dejando la ropa en el cesto y sintiendo un alivio enorme al notar el agua deslizándose por mi cuerpo. Un hombre cuarenta años bien cumplidos machacado por el gimnasio y su trabajo junto con la desidia de una familia que poco le importaba; ese era yo. Cuando salí me miré al espejo mientras pasaba la toalla por los brazos, me di cuenta de cómo pasan los años y que el tiempo se lleva lo mejor de cada uno. Mi cuerpo seguía casi intacto por culpa de mi disciplina, pero ya asomaba entradas y las arrugas en mi rostro. Me pregunté dónde se habría metido aquel mequetrefe y si estaría bien, después me puse una camiseta y un boxer para caer rendido en el colchón.

Antes no era así, ella me esperaba y comíamos juntos, sin embargo el amor se convierte en monotonía y acaba desapareciendo. Por las mañanas poco nos comunicamos, creo que seguimos juntos por su manía de salvaguardar las apariencias. Cuando desperté me fui a la cocina, tomé un vaso de leche fría y seguí buscando una explicación para que un chico se marchara así de casa. Había mil posibilidades y una era un mal ambiente familiar, cosa que había sido desechada, otra era problemas en la escuela, parecía no tener ninguno, y el resto era una laguna. Tomé una magdalena, luego me anudé bien la corbata y me puse la gorra. Mi hija aún no se había levantado para el instituto y mi Samanta, mi mujer, hacía la cama.

En la comisaría no estaban satisfecho que se filtrara su búsqueda en los medios pues quedábamos como inútiles, cosa que no éramos. Me senté en mi mesa y ordené el papeleo, las denuncias del día anterior y trámites necesarios para multitud de funciones. Estaba agotado, prefería montarme en el coche y espiar tras los cristales la ciudad. A media mañana nos pidieron que intensificáramos los esfuerzos porque ya era retransmitido todo a nivel nacional. El chico no era un muchacho normal, era de una familia influyente y podría haber rescate o posibles colisiones. Barajábamos múltiples hipótesis y la un posible enemigo de la familia cobró fuerza, un rescate o un trabajador descontento de la fabrica paterna.

Por la información que disponíamos los padres tenían una posición holgada y se podían permitir lujos, aunque desde hacía un tiempo aminoraron gastos por cuestiones de bajada de beneficios empresariales. La fábrica de caramelos no estaba dando sus frutos con sus nuevos productos, demasiada gama en el mercado y una mayor preocupación por la línea. Para emprender nuevos productos bajos en azúcar y calorías tuvieron que hacer una inversión terrible. Su padre como mayor único propietario intentó plantar en bolsa acciones de su compañía, no fue fructífero y tuvo que hacerse cargo a pérdidas. Dado a esto recortó presupuestos y tuvo que echar a la calle a unos veinte empleados. Habían salido de un bache tremendo y estaban levantando la cabeza. Sus caramelos sin calorías y ricos en vitaminas estaban arrasando el mercado así que estaba dispuesto a volver a contratar a sus antiguos trabajadores. Su madre era socia de una compañía de seguros y no iba nada mal el negocio. Su hermano mayor, contable novato, trabajaba en la empresa familiar tras el término de sus estudios. Lo que se entreveía una familia normal, con aspiraciones de futuro y sin ningún enemigo serio salvo la competencia de sus negocios. Sin embargo pensamos en que podría haber un cauce de investigación dentro de sus casi doscientos cincuenta trabajadores, tanto los que trabajaban en el transporte y distribución como los que manipulaban el producto.

El segundo cauce o posibilidad era problemas en casa, alguna discusión que no habían comentado o ciertas tiranteces. Quizás la relación de hermanos no era tan sólida o cualquier otro motivo que no parecía relevante. Así que decidimos incautar su ordenador, con ello toda su vida en red y poder entrar en sus cuentas de correo ya que llevaba la clave anotada en su agenda. Esas pruebas aún no habían sido analizadas y no teníamos constancia de si eran fiables o no.

El tercer punto era mucho más abierto, problemas fuera de casa. Los chicos de su edad tenían líos en el instituto porque no saben respetarse. Antes se tenía mayor respeto a los profesores y no había tanto clasismo. Es cierto que siempre ha habido problemas entre compañeros por ser el obeso, el de las gafas o simplemente el listillo de turno sin embargo no ha estos límites. No sabíamos si tenía alguna dificultad por su sexualidad, gustos personales o de cualquier campo. Según lo que sabíamos de él era un chico serio aunque con algún que otro amigo íntimo. Tendríamos que mirar el ordenador para este caso, como en el punto número dos, e interrogar a su entorno.

Hicimos un mapa de la ciudad con los recorridos normales, los lugares más frecuentados y los marcamos con distintos colores e insignias. Sin duda pusimos banderas en edificios donde vivían amigos, conocidos y compañeros de clases. Además pateamos la ciudad haciendo preguntas discretas sobre el tema, pero nadie vio nada ni nadie sabe nada. Este lugar cosmopolita, donde millones de personas caminan por las calles y vías, se hace un panal inmenso de abejas haciendo que el ruido sea ensordecedor. Era imposible hacer un campo de trabajo reducido, el chico podría estar en cualquier escondrijo o haber salido desde el primer momento incluso de la provincia. El país entero tuvo noticias en cada comisaría, sabían bien del chico y su foto colgaba del corcho de desaparecidos.

Se puede decir que estábamos en el punto cero y en todas las cadenas había información sobre el caso. Me repateaba que una estúpida comentarista sin título periodístico pusiera en duda nuestra profesionalidad, mi profesionalidad. Era tan sólo medio día y quería largarme a descansar, sin embargo se decretó jornada intensiva porque las primeras horas eran indispensables. Todo tenía repercusión porque el muchacho podía haber sido secuestrado y sus padres eran influyentes. Llamé a Samanta para confirmarle que me quedaría lidiando con el teléfono y después con el coche patrulla, que no hiciera mi comida y su contestación fue tan fría como su comportamiento alejado de lo que una vez fue. Me sentía cansado, como si una repentina fatiga me azotara, así que pedí ir a una pequeña zona de descanso que tenemos en la comisaría. Es un lugar donde guardamos la ropa de calle y solemos usarla para parar unos minutos tomando un café o meditando.

miércoles, 8 de agosto de 2007

Comentario del Autor



Como ven ha sido una novela corta o relato corto sobre la supervivencia de un vampiro o ser de sombras o Principe de las Tinieblas. He tomado el nombre de Eicca de un joven músico finlandes violonchelista que toca Metal con sus instrumentos. El joven concretamente se llama Eicca Toppinen toca el cello y según mis gustos tiene un hermoso físico. Su verdadero nombre es Eino Matti Toppinen y que desde los nueve años toca instrumentos como el cello o la batería. A los diecisiete años formó este grupo llamado Apocalyptica donde sigue actualmente. ¿Quién dijo que no existían los Mozart o Beethoven actualmente? Puedo dar fe que existen jóvenes como él en todo el mundo y que empiezan a hacer grandes trabajos en sus campos. Mi pareja sigue a esta banda desde hace mucho tiempo, él tocó su primer violín con cinco años y toca cinco instrumentos. Este relato con este personaje se lo dedico a él, porque proximamente cumplirá diecisiete años y con ellos una vida cargada de altibajos. Todas mis obras se las dedico a él, aunque también al resto de mi "clan" pero esta vez tan sólo a él.

El escritor de la noche


Naguru (no tiene mucho que ver, pero la vi y me encantó)
Meow by celesse de DeviantArt


Capítulo segundo

Finales.




























He vuelto de nuevo a estar sentado ante este aparato, una máquina bastante ingeniosa que permite que nos podamos comunicar a grandes distancias en un segundo. Estoy desfallecido por la pesadilla de la mañana, aunque antes quiero expresar mi dolo por la perdida de mi maestro. Ezequiel me creó, sí, pero no me adiestró salvo por sus apuntes. Tuve un profesor en las sombras años después de haberme convertido en lo que soy, añadí información al cuaderno de anotaciones de mi creador; se llamaba Abel.

Abel era un nórdico de un metro noventa de estatura, me sobresalía en unos veinte centímetros, y que caminaba a un ritmo lento, casi fantasmal. Tenía una espesa cabellera rubia, mucho más que la mía, y unos ojos azul claro como un día de verano despejado. Sin duda era albino y su tez aún más blanca que la de un noctámbulo más. Sus rasgos eran finos aunque varoniles y estaba bastante curtido su cuerpo en batallas. Por lo que sé era un guerrero que convirtieron en vampiro para proteger a su creador. Normalmente nos diseñan para disuadir la soledad o como protección, al cabo de los años nos abandonan con un legado de verdades a medias. Si bien somos más jóvenes y tenemos menos poder, pero somos más temerarios y eso nos hacen ser enemigos duros. Yo no alcanzo ni los doscientos años, Abel tenía unos setecientos cuando vino a mí. Él había conocido a Ezequiel, era un hombre de la vieja Europa del sur y que había sido creado para ser el concubino de su maestro. Por lo que sé Duncan, su creador, era proclive a que cada cien o doscientos años convirtiera en un humano a su servicio. Se hacía llamar Ducan aunque su verdadero nombre nadie lo sabe, apostaría que ni él mismo, y tenía más de cuatro mil años. Probablemente era tan anciano y sabía vivir por la corte que creaba y que hacía que le deleitara tanto sexualmente como con incursiones contra otros vampiros. Abel era un hombre culto y bastante inquietante, me tomó como discípulo porque su hermano siempre estuvo ahí cuando fue herido. Podemos morir aparte del sol por numerosas heridas y quemaduras, conjuntamente, de ahí que cuando hay batallas se de todo por salir ileso. Viví con él unos cincuenta años, aprendí a manejar la espada y cualquier arma que cayera en mis manos además de numerosas historias sobre nuestro pueblo. Tras esto desapareció y poco después de oídas de otro de los nuestros supe que construyó su propia pila funeraria, estaba cansado de ser un guerrero y de vivir como un muerto. El joven que me lo contó fue una sorpresa inesperada en una noche de invierno, tal como vino se fue y no supe más.

Por el periodo de más de veinte años vagué por Europa buscado a Duncan, quería encontrarlo para encontrar lo que llamamos familia. Pero jamás lo hallé y di por echo que este ser también se cansó de ser eterno. Poco a poco vi como los más antiguos desaparecían, o me llegaban a mis oídos que se enterraban vivos en la tierra para consumirse hasta los huesos en un letargo enigmático. Supe entonces que la soledad afecta de manera desigual a los de nuestra especie, algunos la sufren desde el primer instante y otros cuando ya han transcurrido demasiados siglos de matanzas en sus venas. También esta el remordimiento, no dejamos de ser humanos simples a asesinos carismáticos. Cada nueva victima es doloroso para nosotros, aunque sea un villano y se lo mereciera. Solemos pensar que somos como la guadaña de la muerte, sin embargo nuestro utensilio son los dientes. Conquistamos, cautivamos y enamoramos a cientos para ser nuestro manjar nocturno. La supremacía de un vampiro también es su desgracia, su cruz, y la arrastra hasta el fin de sus días. La antipatía de muchos por mostrarse ante otros es muy usual, sufrimos de soledad pero tememos a nuestros iguales o discutimos acaloradamente con ellos. Somos sin duda muy humanos, salvo que nuestras guerras tan sólo nos afectan a nosotros y no a todos los seres vivientes. Sobre guerras sin cuartel he visto cientos, algunas siguen vivas y otras son apenas rescoldos apagándose, sin embargo no son vampíricas sino humanas y mucho más destructivas además de crueles.

Por último conocí a un joven llamado Gilgamesh lo cual me causó una conmoción terrible. Había leído junto a Abel su magnífica leyenda sumeria y la búsqueda imposible de la inmortalidad que quedó reflejado en un poema y tablillas. Era increíble que alguien se hiciera llamar de esa forma. Encontré semejanza en una de las partes del poema a una tal escritora Anne Rice donde habla de dioses de los árboles como seres inmortales o deidades que son vampiros, en el poema Gilgamesh y su amigo continúan una aventura por el bosque donde se encuentran seres parecidos a los citados en su libro. Este ser era bastante joven, mucho más que yo, y sin duda se aplicó el nombre por la leyenda. Era hermoso y usaba su ambigüedad para atraer a los hombres. Estuve en su compañía un par de años, no sé a ciencia cierta si fueron dos o tres, para descansar de mi soledad. Me recordaba dolorosamente a Ezequiel, tanto por sus rasgos físicos como por su sexualidad. Cuando me sonreía notaba una daga en mi pecho, algo que me decía en mis sienes tuviste la culpa y un ansia terrible de llorar abrazado a él. Le dejé porque no podía soportar más el recuerdo de mi padre y me marché.

Llevo más de sesenta años sin saber nada de ninguno de los nuestros, sin tener constancia escrita u oída. Quizás siguen vivos y tan sólo duermen bajo tierra o quizás son tan jóvenes y débiles que ni noto su presencia. Yo doy bailes casi todas las noches, como un viejo Duque o Conde, mostrándome alegre y encantador. En realidad no deseo mostrar felicidad pues no la tengo, si bien soy quien crea esa fantasía. Hoy he pedido que se clausure mi celebración nocturna, deseo estar a solas conmigo mismo y sufrir el dolor que me causa haber perdido a un buen hombre. Las culpas siempre vienen a mí, me martirizo pensando que pude ser más cortés o simplemente hacerle amena su vida. Sé lo doloroso que es estar solo, terriblemente solo, en un mundo lleno de vida y de futuro incierto.

En ocasiones enciendo el televisor y miro fijamente las noticias, el desplome de las bolsas o la subida de las acciones junto con el ritmo frenético que lleva el mundo. La realidad es desastrosa en confines tan cercanos como África o tierras de Mayas y Aztecas que fueron saqueadas durante cientos de años. La iglesia sigue igual, no ha cambiado ni un ápice, y tiene el descaro de decir que se modernizan día tras día. Yo sinceramente los veo igual o peor, cada vez defienden menos su grito de igualdad y amor. Cuando las cruzadas según supe por Abel decían que los musulmanes eran apestosos, que no sabían que era el jabón cuando realmente iban perfumados los más laureados y se lavan cada vez que rezan. Mentiras y más mentiras no solo en la religión cristiana sino en todas. Me da pena el ser humano tan anclado a tradiciones nefastas que destrozan a animales, como en la tauromaquia o en la caza de focas para un simple abrigo de piel, y en filosofías tan vacías como un libro en blanco. Lo único maravilloso que suelo ver son los triunfos, los logros tan maravillosos en distintos campos. La ciencia esta revolucionando al mundo junto a la tecnología o la robotecnia. En la radio emiten canciones de todos los tiempos, sobretodo estridente metal con toques revolucionarios junto a otras melodías de origen Africano o de sus nietos libertos. Las noticias, programas, imágenes, publicidad engañosa o música acompaña a las letras de los periódicos con su humor socarrón en las críticas más amargas a la política. No entiendo porque el hombre no usa todo lo que tiene para el beneficio de todos, sino para el perjuicio y el consumismo más atroz. Me encantaría ser un joven en esta época, vestir como cualquier chico de la tribu social que sea y estudiar en una facultad codeándome con compañeros que quizás no vuelva a ver jamás. A veces he fantaseado con esto, pero no envejezco ni puedo llevar una vida normal. Amaría tener una mujer a mi lado, la única de mi clase que conocí caminaba del brazo de otro camarada. Era tan hermosa que por un instante fantaseé con tenerla. Si quiero una esposa debería crear a una, convertir a una jovencita en mi amante a la fuerza y eso me haría sentirme aún más solo. No quiero que otros sufran el calvario que yo. Se puede decir que soy un joven anciano y que en mi mundo debería estar haciendo locuras; sin embargo tengo el mal moderno de la depresión y mis ojos se nublan cuando pienso en cómo hubiera sido mi camino, si Ezequiel no se hubiera interpuesto.

Por todo esto he nombrado heredero a un joven que normalmente viene a mi casa, es un chico agraciado y honesto. En su mente hay un mundo de ingenios, de deseos por alcanzar el triunfo en las letras o en las artes plásticas. Más de una vez se ha apartado conmigo en una de mis habitaciones y ha hablado animadamente sobre su futuro. Sus miradas son cómplices, lo noto y sé que me desea. Una vez me porté mal con alguien que me amó y esta vez quiero ser afectuoso con alguien que siente el mismo deseo. No soy homosexual por ello no puedo darle mi cuerpo y entregarme a sus caprichos, sin embargo puedo cumplir sus sueños cuando ya no esté.

Estas son mis últimas líneas y quizás no se lean hasta dentro de unos años, quizás mañana mismo en la noche cuando llegue una carta avisando de mi muerte y repatriación de mi cuerpo a tierras holandesas. Una mentira más no hará daño. Así que he dejado todo bien atado para volver a ver hoy de nuevo al sol, hace tanto que no lo veo sin ser en una película o fotografía que deseo experimentar su esplendor antes de morir. Mi conciencia estará en paz por tantos asesinatos y por actos innobles en mi supervivencia. La noche ha sido hermosa sin duda mientras escuchaba a los grillos en mi jardín, la fuente jugueteando con sus aguas o los pasos silenciosos de mis sirvientes. Sin duda ha sido un hermoso final y mi despedida concluye en este punto con una sonrisa.


Hasta siempre,










Eicca





Fin

martes, 7 de agosto de 2007

El escritor de la noche.

Kamijo es gay, kamijo... es gay... *hace una ola*

Capítulo primero

Inicios



























En estos renglones mal trechos voy a exponer mi supervivencia en las sombras. Soy un ángel caído o un hijo de la noche, aunque no sé donde voy ni cual es mi pasado. Vivo sin memoria y perduro en pie buscando una razón para despertar en cada ocaso. Me encuentro a media luz recostado en un sillón de cuero frente a un escritorio. Mis manos teclean el sufrimiento de mi alma y el desconocimiento de qué soy realmente. Todo ha venido a mi carcomida y milenaria mente al cese de una fiesta que yo mismo daba en mi salón. Hombres y mujeres de alta clase engalanados con sus mejores galas danzando y bebiendo elixires, meras marionetas en mis manos de decadente titiritero, que me hacen sentirme más vacío de lo que estoy. Normalmente me siento junto a ellos, hago como que como junto a ellos y bebo los vinos que les sirven mis sirvientes, pero no soy uno de ellos y jamás volveré a serlo. Hoy estaba demasiado cansado de todo, de una farsa bien montada bajo una nube de humo llamada dinero, así que hice que cesara la música y todos se marcharan a sus casas. Me he quedado a solas escuchando como mis sirvientes retiran los cubiertos y limpian el salón de bailes.

Como he dicho me encuentro en mi despacho, sentado y pensativo con la mirada fija en la pantalla. No sé realmente que demonios estoy escribiendo, pues no sé bien que relatar y que deseo hacer. Permitan mi interrupción en sus vidas como un deseo de encontrar a alguien igual que yo, sea hombre o vampiro. Estoy perdido y sé lo que sucede cuando la noche no es suficiente para un ser como yo, se extinguen inmolándose al sol o prendiéndose fuego dejando las cenizas expandidas al aire. La música de Beethoven hace las delicias de mis oídos en un solo de violín, tan mágico como magnífico, que parece transportarme a los inicios de mi existencia. Un mundo distinto al que hay ahora, sin tecnología y con las comunicaciones imposibles, que me vio nacer bajo la oscuridad. Era mil ochocientos veinticuatro y el magnífico compositor alemán aún vivía, o dejaba que la muerte no se lo llevara, las ciudades eran completamente distintas y más parecidas a un estercolero por la mala higiene que reinaba. Me hallé recostado sobre una lápida algo antigua, tenía un ángel custodiándola con los brazos alzados al cielo y la mirada perdida, y mis ropas estaban empapadas en mi propio sudor. Me levanté aturdido y tambaleante caminé unos escasos metros para volver a caer. Entonces vi unos zapatos inmaculadamente brillantes, un semblante sereno con una tez tan pálida como el papel y ropas elegantes cubriéndolas. Era un ángel, o al menos parecido al que se encontraba sobre la tumba, tenía portes juveniles y también de viejo señor colonial. Me tomó de la mano y me alzó del suelo e intenté a poyarme como pude en él. No sabía quien era y no importaba pues sólo quería salir de allí.

-Me alegra que despertaras Eicca.-Masculló mientras sentía que una extraña fiebre hacía arder mi cuerpo.

-¿Eicca?-Dije aturdido notando como me empujaba hacia un carruaje.

-Ese es tu nombre.-Respondió acomodándose a mi lado.

-¿Por qué no lo recuerdo?-Susurré apoyándome en él sintiendo el traqueteo constante del vehículo. Fuera se escuchaba el silencio de la ciudad machacado por los cascos de los corceles.

-Es habitual, ya entenderás mañana en la noche.-Sus manos jugueteaban con mis cabellos empapados, estaban pegados por el sudor a mi frente y cuello, tenía una cinta recogiéndolos medio caída, por ello mi espesa melena rubia rozaban mis hombros, mientras con su otra mano me desabrochaba el chaleco y la camisa.

-Tengo sed, necesito agua.-Dejé escapar de mis labios semiinconsciente sintiéndome en el borde del infierno.

-Yo te la calmaré hijo mío, te alimentarás de mí.-Susurró y caí en un profundo trance.

No sé cuanto tiempo permanecí en aquel estado de inconsciencia, tan sólo que desperté en plena noche. Estaba recostado en un colchón mullido de una cama con dosel y elegantes cojines de pluma. La habitación al completo tenía un estilo sobrio sin embargo cálido. Las telas usadas junto con el papel de la pared eran color beige con dibujos en tonos marfil, dama una sensación de extraña luminosidad. La ventana estaba abierta y el frescor entraba aliviando mi calor. Aún permanecía con aquel infierno bajo mi piel, mi corazón palpitaba demasiado rápido y mi cuerpo pesaba. Todo empezó a dar vueltas y mi vista se nublaba.

-Sed.-Susurré con la garganta agrietada.-Tengo sed.-Mascullé intentando levantarme del mullido lecho. Entonces noté como se giraba el pomo de la puerta; aquel hombre de cabellos azabaches, mirada azul océano y sonrisa esculpida parecida a la de un demonio entró en la habitación.

-Buenas noches hijo mío.-Sin duda se dirigía a mí, pero era imposible que fuera mi padre por su juventud. Estaba desconcertado y él lo notó. Se sentó a mi lado y acarició mis cabellos con parsimonia como en nuestro último encuentro.

-¿Por qué me llamas hijo?-Dije a duras penas.

-¿Tienes sed mi pequeño?-Masculló incorporándome en la cama.

-Sí.-Respondí con voz quebrada girando mi cabeza hacia él.

-Bebe de mí querido, yo seré el vino más dulce que jamás hayas tomado.-Dicho esto se hizo un corte en el cuello y posó mis labios sobre la herida.-Bebe mi amado pequeño.-Susurró haciendo que lamiera el corte, bebí después aferrándome a él como un condenado a muerte a su celda.-Así mi criatura, así.-Sus brazos me rodearon subiéndome sobre sus rodillas.-Bebe todo hasta saciarte.-Susurró acariciando mi rostro para instantes después apartarme. Sentí una punzada tremenda en mi cuerpo que me hizo aullar como un lobo en medio de la estepa.-Calma mi tesoro, calma, tan sólo mueres para volver a la vida.-Dijo jalando de mis ropas y dejando mi pecho descubierto.-Eicca eres mi hijo, jamás cree a uno de los nuestros y tengo miedo a que no vuelvas a la vida, pero quiero que sepas que has sido minuciosamente elegido. Nunca pensé en crear a nadie si bien soy demasiado mayor, la soledad me abruma y tú eres tan hermoso mi pequeño.-Hablaba mientras mi corazón palpitaba aún más a prisa, mi aliento se contaminaba con el suyo y mis dedos se aferraban a las colchas.-Serás mi ofrenda a la Madre Noche, a la sangre y a la eternidad. Eres encantador, te vestiré con las mejores ropas y lucharemos por la supervivencia como acostumbro. Te guiaré, lo haré con perseverancia y tesón. Te quiero mi bello hijo.-Besó mi frente y luego levemente mis labios. En la vida habría permitido a un hombre acercarse tanto a mí, sin embargo no podía moverme y él tenía una ambigüedad que me atraía.

-¿Quién eres? ¿Quién soy?-Dije aterrado aún por lo que había sucedido y había hecho, algo me impulsó a tomar su cuello y beber su sangre.

-Soy Ezequiel y te guiaré por tu nueva vida.-Sonrió dulcemente como un amante satisfecho.-Tú eres mi bello Eicca, mi hijo y aliado, no tienes que saber nada más.-Dijo recostándome correctamente en la cama para dirigirse a la ventana.-Ahora todo lo que ves te pertenece, todo lo que quieras podrás cogerlo y poseerlo por siempre hasta que te canses.-Susurró apoyándose en el marco de la ventana.

-¿Eternidad?-Mascullé.

-Ahora eres un vampiro, ven a mi lado querido.-Dijo haciendo un gesto cómplice con su mano extendiéndola hacia mi dirección.

-¿Vampiro?-Debía de haber un error, no sabía que sucedía y tampoco quien era yo.

-Sí, como yo.-Susurró acariciando mi rostro cuando pude llegar hasta él.

-Creí que no existían, meros cuentos de terror.-Dije aún tambaleándome mientras me apoyaba en el bordillo de la ventana.

-Sí, existimos, y tú serás mi consorte.-Comentó en mi oído notando un escalofrío por todo mi cuerpo.

-¿Consorte?-Interrogué confuso.

-Te creé para ser mi amante, mi hijo, mi custodio y mi hermoso discípulo.-Dijo coqueteando con mis cabellos dorados, sonrió levemente y me tomó por la cintura en un abrir y cerrar de ojos.-Llevo admirándote desde hace años.-Besó mis labios y yo me aparté.

-No estoy dispuesto a ser amante de ningún hombre.-Dije empujándolo con las pocas fuerzas que tenía, mi cuerpo estaba moribundo y aún no había conseguido la fuerza necesaria.

-¿Dispuesto? ¿A caso no te atraigo?-Comentó aproximando su rostro al mío.

-No, si fueras una mujer quizás podría sentirme halagado por tu insistencia.-Respondí recuperando el aliento, mi pulso parecía estable y dejé de temblar.

-He cometido un error, pensé que quizás podrías amarme.-Dijo dejando caer una gota de sangre de sus ojos.-Debí de darme por vencido en todos estos años.-Comentó alejándose de la ventana caminando hacia la puerta.-Ruego que me perdone, pero ya esta realizado el rito.-Masculló.

-¿Ahora me abandonarás a mi suerte?-Temí por mi vida ya que no le servía.

-No, serás mi pupilo y luego puedes marcharte.-Respondió con una amarga sonrisa.

-Aún no me creo que existan los vampiros y que yo sea uno de ellos.-Dije contemplando su espalda, se había girado ante mí mientras posaba su mano sobre el pomo de la puerta.

-¿Tienes sed?-Dijo sin mirarme, muy frío y distinto al hombre que momentos antes me había arrullado como un niño.

-Sí.-Afirmé notando mi garganta como si fuera un desierto.

-Sólo te saciará la sangre, sea de animales o de personas. Si capturas una presa humana intenta que sea de los bajos fondos, un moribundo o alguien despreciable. Verás, así tus crímenes no tendrán resonancia.-Susurró girando y tirando de la puerta.-Acompáñame te daré nuevas prendas, las hice exclusivamente para ti y de los colores que sueles elegir.-En esos momentos era su voz la quebrada mientras me dirigía por el pasillo hasta un vestidor.

-No hacía falta que me compraras ropa, ni que tomaras molestias.-Respondí intentando no parecer ingrato.

-Ibas a ser mi consorte, era lo mínimo por un poco de compañía.-Ahora le comprendo, comprendo su terrible miedo a verse tan destrozado y solo. El paso del tiempo nos hace una impronta de orfandad que nos ahoga. Él quería tenerme como a un príncipe o un elegante hombre de negocios, como yo quisiera, dándome todos los lujos para que no me apartara de él. Conozco esa sensación de pavor ante un destino imposible de remediar. La eternidad no es completa, si no tienes a alguien se hace dura y pesada.

-Lo lamento.-Susurré.

-Dicen que no amamos, que no tenemos sentimientos y desearía que así fuese.-Dijo girándose y apoyando sobre mí sus manos. Eran unas manos de pianista, sus uñas largas y cuidadas junto con unos dedos finos.

-Las ropas se ven caras.-Dije apartando mi mirada de la suya.

-Lo son, antes de ponértelas tendrás que asearte.-Masculló.

Escogí algunas de las prendas que había atesorado para mí. Eran de corte elegantes, telas caras y engarzadas con joyas. Luego me dirigió al baño, mientras elegía me había preparado el agua y jabones. Se quedó de pie expectante a que me desnudara y yo deseaba hacerlo por mi mismo.

-¿Puedes marcharte?-Estaba incómodo ante él.

-Pensé que querrías ayuda.-Su rostro ya no mostraba ternura, ni felicidad y mucho menos tristeza sino resignación.

-No la necesito.-Susurré quitándome la chaqueta.

-De acuerdo, dejo la puerta abierta por si deseas algo.-Tras esto se marchó y yo me desnudé. Cuando estaba en aquellas exquisitas aguas, seducido por la fragancia de los perfumes, él entro y sin previo aviso introdujo sus manos acariciando mi torso.-Eres varonil, siempre soñé acariciarte así.-Susurró mientras yo le agarré sus muñecas apartándole de mí.

-Me marcharé esta misma noche.-Comenté terriblemente irritado y saliendo de la bañera.

-¿Dónde irás? No puedes irte, te lo prohíbo porque apenas sabes nada de las sombras.-Me miró escrutándome cada milímetro de mi piel.

-¡Deja de mirarme así!-Grité sin inmutarle, aunque tomó una toalla y me la lanzó.

-Te daré anotaciones que hice por si todo salía mal, léetelas y me iré.-Dijo apartándose los cabellos de su rostro. Era afeminado y noté su deseo hacia mí, era un efluvio imposible de apartar de la mente.

-¿Dónde?-Pregunté curioso sin embarga me importaba poco.

-La casa, el carruaje y todo lo que ves te pertenece junto con una plantación en América. Haz lo que quieras con ellas porque yo me marcho, ya entenderás el porqué cuando encuentres mi carta mañana en la mañana.-Si hubiera sabido donde se marchaba le hubiera detenido y tomado como amante. Quería tan sólo que le fuera protector, que le halagara y que le mintiera diciéndole te amo. Necesitaba vivir a mi lado para sobrevivir a la soledad. Se había hecho millones de ilusiones y su carta me conmovió, aún rechina en mi mente cada palabra con un dolor de impotencia aguda. Se inmoló al sol y corrió la suerte de tantos que al llegar al milenio no son capaces de continuar sin alguien a su lado. Los vampiros eran para mí gente sin escrúpulos, asesinos despiadados y guerreros sin sentido de los sentimientos; él me dio otra visión amarga y a la vez tan humana que me desmoronó.

La noche la pasé correteando por las calles, trepando a los árboles y tomando a dos víctimas a punto de morir. Como dijo él esos consejos iban bien para las matanzas. A mi regreso pensé que continuaría allí, aún no era demasiado tarde y podría estar haciendo el equipaje. En las notas me había dicho como dormir, como engañar a mis sirvientes y millones de trucos para aparentar estar vivo. Me acosté en la bodega, donde se hallaba su ataúd oculto entre las tablas porque el mío aún no había sido creado. Su perfume aún estaba en la almohada y encontré un dibujo, era yo recostado sobre una cama. Me sentí mal por haberle tratado mal y pensé que quizás a la noche siguiente habría vuelto. Sin embargo me encontré la carta y me sentí culpable, realmente no lo era y él tuvo también su parte al hacerme su hijo sin explicación ninguna.

Se ha hecho tarde y tengo que descansar, mañana seguiré con mis recuerdos que no ocuparán más de veinte folios o eso espero. Será mi legado o mi purgación por mis pecados.

lunes, 6 de agosto de 2007

Comentario del Autor


Imagen tomada de Kristian Of Kamisol que sacó a los chicos de THE 69 EYES a los cuales admiro.


En esta última novela he revelado parte de mi historia, de amigos que conozco y de gente que ha tenido dos huevos para salir adelante. Yo he sido un niño asustado por los golpes pero que se levantaba tras ellos. La lucha no ha acabado y estoy recopilando información para machacar a ciertos individuos por sus ofensas contra mi persona y el colectivo GLTB. Me parece penoso que vayan diciendo que son buenos cristianos, que hablen de igualdad y de paz para luego mostrar su lado más sádico y estúpido. Decirles desde aquí que he luchado demasiado, que he encontrado mi camino y lo sigo, por lo tanto no me voy a quedar parado para que me hundais. Soy alguien distinto a quien vosotros creéis. Defenderme, mostrarlo que valgo, escrutar en cada palabra los recobijos de mi alma o deciros lo que sois...por lo tanto no es egocentrismo sino poner un espejo y mostrar lo que hay. Aquí el único que da pena sois vosotros, quedáis a la altura de la escoria más repulsiva con vuestros supuestos comentarios hirientes.




¿por qué no aceptais que la transexualidad es sentirse en un cuerpo distinto? Que no hace falta operarse para ser un hombre completo, que tan sólo mostrando HONOR (palabra que parece escasea en vuestro vocabulario) se es más hombre y luchar con unos principios de igualdad es lo que forja a un Varón.




¿Por qué no aceptáis que estais confundidos? Creéis que insultando hacéis daño, el único daño que causáis es a vosotros mismos porque no los aceptamos. Cuando un insulto no se acepta carece de valor y por lo tanto daña al que lo emite, no al receptor porque el receptor jamás lo tomó.




¿Qué os mueve? Yo creo que os mueve el aburrimiento de estas fechas, también la vida infeliz que lleváis y que os destroza deseando destrozar otras.




¿Qué causais? Al principio risas, te ríes de sus estupideces, pero luego tienes que lamentarte al ver como sus cerebros estan tan corrompidos.




Aquí solo hay un ganador y es el colectivo GAY, LESBICO, TRANSEXUAL Y BISEXUAL....no vosotros, porque sois los perdedores.




Cuidado con lo que decís en vuestro foro, en vuestros blog y esflog...mucho cuidado porque es tan denunciable como una paliza. Estoy recogiendo información, tomando nota incluso de las conversaciones modificadas que pasáis por msn a amigos míos que desconocéis que estan a mi lado. Sé que estoy malgastando palabras, porque dirigirme a ustedes es como tirar a la basura las letras con las que escribo.




Mi novela es parte de mí, es decir, he vivivo parte de lo que cuento y estoy orgulloso de estar en pie. Sigo en pie y desafiante como dice la canción de WarCry en la Nana porque soy un guerrero, esa es la actitud y es lo que demuestro.




La próxima novela será un tema que un amigo me desafió a comentar...la vida de un vampiro pasados unos siglos... ya veréis... será más bien social y reflexiva que otra cosa.








Os saluda y os habla,






Lestat de Lioncourt

Anotaciones Existenciales.


zetusai

Capítulo catorceavo: La desgracia.



























Mi madre entró en el cuarto a eso de la siete de la mañana, parecía preocupada porque no me levantaba y yo dije que era porque me encontraba mal. Parece que se tragaron mi mal estar y me quedé recostado sobre el colchón aún vestido de la noche anterior. Me desnudé al rato y tomé una ducha bien caliente, volví a la cama y esta vez me fundí en las sábanas. Mi hermana entró a despedirse deseándome un feliz cumpleaños, aunque jamás lo he celebrado y nunca he tenido regalos. Había decidido pasar el día durmiendo sin embargo a eso de las diez de la mañana sonó el timbre, me levanté adormilado y tomé la bata. Al abrir era él, Héctor, empapado por la lluvia con la mirada perdida.

-Te dije que no quería volver a verte.-Le reproché intentando cerrar.

-Yo creí que no me querías.-Respondió empujando y colándose en mi hogar.

-No me encuentro bien para hablar.-Dije cruzándome de brazos.

-He salido de clases al ver que no venías, me he empapado viniendo hacia aquí, y no quiero irme sin decirte lo que tengo que contarte.-Comentó tomándome de la cintura.

-Apártate de mí, no quiero saber nada. Además en cuanto me de la vuelta te liarás con una tia.- Respondí quitando sus manos de mí.

-No estas en condiciones de decir nada al respecto, no he sido yo quien se ha liado con Iván. Además hoy tampoco fue a clases y pensé que estaría aquí. Me puse enfermo y colérico, así que por eso me he colado en tu casa.-También tenía sus reproches y parte de razón, solo parte, porque yo había abierto mi corazón y no había ido allí por un mero desahogo.

-¿En serio piensas eso de mí?-Mi voz se quebró y tartamudeé.

-No es eso, sino que tenía miedo a perderte de nuevo.-Me abrazó empapado y pude notar sus cabellos en mi rostro, sus labios sobre mi piel y sus manos desatando mi bata.

-Vamos a mi cuarto.-Susurré notando sus ropas empapadas sobre mi cuerpo.

Y fuimos a mi habitación, allí me sentí único de nuevo mientras mordisqueaba mis pezones. Se deshizo de su sudadera, camiseta y pantalones vaqueros para quedarse desnudo sobre mí. Me excitaba de sobremanera su mirada y su firmeza en cada caricia. Pedí que buscara en los cajones de mi mesilla y allí encontró tanto el preservativo como una pomada. Entró en mí como un guerrero en la batalla, frenético y escurridizo, sentí que el mundo se evaporaba quedando solo él y yo. Sus jadeos se intensificaron, con mis gemidos, hasta caer rendidos dejando que nuestras esencias se vertieran manchando nuestros cuerpos. Besé sus labios con intensidad y mordí una de sus orejas. Me sentía satisfecho al fin, pletórico. Luego nos duchamos y le presté una camiseta para dormir a mi lado. Fue una buena mañana de tormenta, el frío azotaba fuera y dentro me encontraba cálido junto a él.

Más tarde decidimos levantarnos y recoger su ropa metiéndola en la secadora, yo encendí mi móvil mientras para ver si alguien había llamado. Había un mensaje de Iván a eso de las cuatro de la mañana, decía algo de no poder vivir sin mí y que había sido un cerdo durante demasiado tiempo. Yo había decidido dejar de ser algo para él, algo más allá de una amistad, sin embargo no rehusaba a ser aliados. Entonces encendí la televisión en la cadena local y dieron una noticia de un suicidio, un joven de diecisiete años se había arrojado desde el bloque de edificios donde vivía. Era Iván el de la fotografía, volvía a cernirse una desgracia el día de mi cumpleaños y de nuevo me sentí más culpable que nunca. Comencé a llorar y Héctor vino a mi encuentro, tenía un ataque de nervios y acabé en el suelo por un desmayo.

Por lo que sé me llevaron a urgencias porque tuve una subida de tensión, vino incluso una ambulancia. Me pasé un día entero inconsciente y mis padres conocieron todo lo que había pasado estos días; porque sin duda Héctor se vio obligado a explicarlo por la nota de suicidio. Hoy he ido a hablar con Paula y hemos conversado más de cinco horas intentando reestablecerme, creo que lo ha conseguido y según ella esto ya no es necesario. El libro quedará en una estantería por si vuelvo a encerrarme en mi mismo. Todo ha sido más sencillo porque él esta ahí, como siempre, sin embargo no deja de ser duro. Con estas últimas líneas me despido de mi pequeño diario, anotaciones o simplemente cuaderno de vida. Lo más probable es que le de a leer estas anotaciones a mi pareja, aunque ahora no porque esta demasiado fresco todo.







Hasta siempre Alexis.
Fin

Anotaciones Existenciales


Ryo Takagi
Capítulo treceavo: Lágrimas.



























Mañana será mi cumpleaños y hoy solo he tenido un día triste además de Apocalíptico. Odio los lunes y sobretodo si son como hoy. Iván no me dejó ni un segundo, mandaba pequeños papeles o anotaciones en la esquina de sus libros. Héctor no aceptaba ni una mirada mía, ni una palabra y mucho menos una cita en el parque para hablar detenidamente. Los amigos de mi supuesto novio comenzaron a darse cuenta del comportamiento de este, lo rodearon en el recreo y comenzaron la zurra al maricón. Yo logré salvarle de los puñetazos y patadas, estaba claro que Iván iba lejos y no era un juego. Lo llevé a los baños para curarle el labio como buenamente pudiera cuando me sorprendió besándome como un loco, aunque tuviera el labio mal no le importaba.

-Te amo.-Susurró cuando se despegó de mí.

-¿Estas bien?-Dije mirando si tenía algún rasguño más que el labio roto.

-Sí, estoy bien si estoy a tu lado. Gracias por salvarme de esos idiotas, no sé como han podido ser mis amigos.-Comentó sentándose en el borde de los lavabos.

-¿En serio estas bien?-Susurré mientras notaba sus manos posándose en mi cuello y las mías en el borde de mármol. Mi mirada distraída en el espejo me recordaba a mi espectro, al ser que yo no era.

-Me duele un poco el labio, pero tus besos me lo cura.-Masculló ronroneando como un felino, parecía feliz en mis brazos.

-Tengo que marcharme a clases, tú también.-Susurré besándole en la mejilla.

-Salgamos antes y vayamos al parque.-Sonrió levemente, seguramente por la herida.

-No, antes están los estudios.-Respondí firme.

-Vale, pero a la tarde quedamos para hacer la tarea e ir por ahí a pasear.-Dijo bajando sus brazos de mis hombros hasta mis caderas.

-No tengo ánimos de salir a pasear.-Comenté.

-¿Por qué?-Preguntó preocupado arqueando las cejas.

-Mañana es mi cumpleaños, no estoy de humor.-Dije desviando la mirada.

-¡Felicidades! Te compraré algo.-Me apretó contra él efusivamente.

-Es también el aniversario de la muerte de mi hermano gemelo, odio celebrar que sigo vivo y él muerto.-Comenté apartándome de él caminando hasta la puerta de salida de los aseos.

-Lo siento, nunca supe nada de eso.-Masculló bajando de los lavabos.

-Lo sé.-Susurré adentrándome en el pasillo.

Cuando acabaron las clases corrí detrás de Héctor, quería decir que su amistad era muy importante y que no podía dejarme en unos momentos tan duros. No logré que parara, ni siquiera volvió su rostro para mirarme, se montó en su moto y se alejó de mí. Caminé pensativo hasta llegar a casa, más de media hora deambulando sin sentido. Me senté en el sofá y esperé a mis padres, no quería cocinar y mucho menos moverme del asiento. A su llegada pidieron comida al restaurante más cercano y esperamos sin muchos ánimos.

No me encontraba mentalmente bien y decidí ir después de comer a consulta. Paula me esperaba sentada en su despacho con la mirada fija en la pantalla de su ordenador, quizás arreglando algunas anotaciones o mirando el historial de algún paciente. Me senté esperando que me pidiera el libro, como así hizo. Miró detenidamente mi escrito y luego a mí.

-Expresas bien tus sentimientos, cosa que no haces en la realidad. Es extraño te estas abriendo cada vez más en ambos sentidos. Creo que fue buena idea de hacer esto. Además te distrajo hasta hoy mismo de la muerte de tu hermano, aunque esta presente. Incluso creías que faltaba más para ello. Tu vida ha dado un vuelco con lo de Iván, me alegro, sin embargo te va mal en la amistad. Deberías tomarte este día como reflexión para que te dieras cuenta de que no es tu culpa de que Adán no este con nosotros, tampoco lo es que Héctor esté enamorado de ti y que no quieras estar con Iván como cree.-Dijo dejando a un lado el libro.

-Yo no sé que siento, estoy confuso y tengo un pánico terrible al verme sin él.-Respondí temblando en el asiento.

-¿Has vuelto a tener aquellos sueños?-Esas pesadillas mejor dicho eran sobre mi hermano, el día de su muerte y que sobrevolaba mi mente días antes de la conmemoración de su adiós.

-No, lo habría escrito.-Respondí.

-Si vuelves a ver a Adán en tu subconsciente dile que le quieres, que no fue su culpa y mucho menos tuya. Aunque sea en sueños te liberará.-Dijo tomando nota de lo que le decía, como siempre.

-De acuerdo.-Comenté en un suspiro.

Tuvimos una sesión ardua de hipnosis para cerciorarse de que estaba evolucionando, según sus datos mi madurez estaba apartando levemente el sentimiento de culpa. Debía aprender a ver que no tengo la culpa de no haber fallecido, sino que tendría que estar feliz porque vivo por ambos y experimento la confusión del amor. Sobre mi homosexualidad dado el hecho de que mis padres la tomaran con tanta firmeza y sabiduría no sería un problema, quizás sí para la sociedad pero que para eso cree que estoy preparado de sobra. Además de psicóloga era amiga y me dio un consejo sabio, debía retirarme a meditar y nada más salir de la consulta apagué el móvil. Al llegar a casa me encerré en mi habitación y puse música a todo volumen de los Bodom, necesitaba quitarme el estrés con el saco de boxeo.

Cuando llegó la hora de la cena tomé varias piezas de fruta y me las comí sentado en el suelo de la habitación; no había música, pero sí el sonido de mi lapicero rondando el silencio. Hice un pequeño diálogo conmigo mismo en papel, al principio fue una caricatura estúpida de mi junto a frases que venían a mi mente. Las frases son las siguientes:”Eres mi amigo, jamás te abandonaré”, “Eres mejor que una chica porque eres mi aliado”, “Ven y vamos juntos a recorrer mundo”, “Se esta bien en la azotea, pocas veces se siente uno tan bien en verano”, “Tengo que decirte algo y es que eres importante para mí”, “No llores ahogas tus ojos en un mar de amargura, sonríe y muestra lo cautivador que puedes ser”, “Si te doy un consejo es porque te quiero, eres como mi hermano”, “La verdad, es que eres insoportable pero si te alejas se te echa en falta”, “Tenemos que hacer una novela juntos”, “Quiero ir donde tu vayas, mi vida se quedaría vacía”, “¿Tengo una oportunidad?” y “Te amo”…todas son de Héctor, ninguna de Iván.

Entonces encendí el teléfono y vi varias llamadas perdidas, ninguna de mi amigo. Decidí llamar a Iván y confesarle que me había equivocado, que no le amaba a él aunque me sentía halagado de que él me amara. Sinceramente, jamás pensé que se lo tomara tan mal. Rompió en llantos cuando siempre había sido yo quien rompía en amargura tras sus golpes o insultos. En estos últimos meses había aprendido a ser más fuerte y que nada me afectara demasiado. Luego tomé una ducha y salí de casa, no dije a donde iba y nadie me preguntó. Caminé durante casi una hora deambulando y divagando sobre lo que había hecho; me sentía un ser despreciable por haberle dado esperanzas a Iván, aunque se merecía pasarlo mal, y por otro lado nefasto al perder lo que realmente amaba. Por casualidades, o porque mis pies me dirigían hacia donde inconscientemente deseaba, me encontré frente al portal del edificio donde vivía Héctor. Llamé al telefonillo, y contestó él, pedí que tenía que hablarle urgentemente y pedirle disculpas. Me abrió si bien le noté frío.

-Hola.-Dije titubeando cuando me abrió la puerta.

-¿Qué quieres?-Preguntó. Estaba en boxer como si estuviera deseando provocarme.

-Ser tu novio.-Susurré acerándome a él, quería notar un abrazó o algo parecido como una bienvenida.

-¿Ahora? ¿No tenías a Iván?-Dijo apoyándose en el marco de la puerta.

-Me he dado cuenta de a quien amo realmente.-Respondí firme de mis convicciones.

-¿A qué juegas?-Interrogó.

-Sé que no merezco una oportunidad, pero te amo.-Dije nervioso jugueteando con mis cabellos.

-Estoy con alguien, ya me entiendes, mejor hablemos de esto mañana.-Comentó cerrando la puerta.

-¿Ya has buscado sustituto?-Me enfurecí y evité que cerrara del todo.

-No es eso, simplemente invité a una chica para olvidar.-Respondió.

-Que te vaya bien el olvido, puto cerdo asqueroso. Me he preocupado por ti y tú follando.-Comenté achacándole algo que no debía, yo hice lo mismo con Iván.

-Espera.-Dijo abriendo la puerta mientras me agarraba del brazo.

-Suelta.-Comenté revolviéndome.

-La voy a echar y hablamos.-Susurró en medio del rellano, casi completamente desnudo y forcejeando conmigo.

-No tengo nada que decir.-Dije empujándolo hasta su apartamento.-Olvídame.-Escupí lleno de ira.

Después de eso me fui a llorar a un parque cercano y luego tomé un autobús hasta mi hogar. Me metí en mi llamada guarida y me acosté en mi cama sin apartar las sábanas o quitarme la ropa. Dejé el móvil apagado, no quería saber nada de nadie y tras un rato dormido desperté. Ahora me encuentro escribiendo esto, como ves he perdido algo que apreciaba por encima de mi mismo y no me había dado cuenta. Soy un desgraciado. Mañana no iré a la escuela alegando que me encuentro mal del estómago.

domingo, 5 de agosto de 2007

Anotaciones Existenciales.



Mamiya Oki

Capítulo doceavo: La extraña pareja.



























Nada más llegar a su apartamento me empujó desesperado, su rostro estaba empañado en lágrimas y sus manos arrojaban mis ropas al suelo. Cerró la puerta con nerviosismo y me llevó hasta el dormitorio de sus padres, allí me arrojó al colchón subiéndose violentamente sobre mí y comenzó a rozarse usando sus nalgas contra mi entrepierna. Posé mis dedos sobre su piel deslizándolas por la totalidad de su torso. Me había esperado desnudo por completo y por lo que vi bastante ansioso. Su boca se deslizó por mi cuello hasta mi vientre. Mordisqueó la zona mientras sentía sus dedos acariciarme y su mirada cautivarme como una fiera indomable. Con su boca bajó la cremallera para luego tirar de mis pantalones con brutalidad. Descubrió su pequeño edén y lo saboreó hambriento. Parecía un perro callejero voraz y feliz de haber encontrado dueño. Rebosaba de placer mientras me observaba, luego corrió a su cuarto y tomó lubricante. Su forma de cabalgar sobre mí me desquiciaba, no tenía límites y su cara se contraía por la mezcla de emociones. Iván se había vuelto un sumiso a mis deseos, parecía conocerlos y sus instintos más primarios afloraban a cada paso. Sus gemidos me destrozaban mientras pedía que no me separara de él. Me maravillaba ver como un homófobo se volvía una criatura tan excitable en mis brazos. Terminé vertiéndome inundándolo de calor sin saciar su locura, se recostó sobre mí e hizo que mi mano le masturbara hasta dejarlo agotado.

-Soy tu mascota, no me puedes abandonar ahora.-Susurró aún con el aliento ajetreado.

-No quiero perder a Héctor.-Respondí jugando con sus cabellos alborotados.

-Haremos como siempre, miéntele dile que no sales conmigo.-Comentó tras un dulce y apasionado beso en mi cuello.

-Héctor no es solo un amigo.-Dije agarrando fuertemente su trasero con la mano que tenía libre.

-Dijiste que no era tu novio, ni tu amante, ni nada por el estilo solo un buen amigo.-Parecía una mujer celosa.

-Él me ama.-Susurré haciendo que su rostro tuviera muestra de su enfurecimiento.

-Miéntele, te quiero tener contento y satisfecho.-Dijo enérgico.

-Así no perdonaré cuantas veces me has golpeado, tú y los tuyos.-Le tomé por la mandíbula para dictar aquella verdad.

-Por eso te regalo mi cuerpo.-Susurró mientras introducía mi dedo corazón entre sus nalgas.

-¿Me venderías tu alma?-Mascullé mordiendo el lóbulo de una de sus orejas.

-Sí.-Dijo entre gemidos.

La tarde cesó y vino la noche, tras esta la mañana y no descansamos de tocarnos además de hacerle sentir lo hombre que podía llegar a ser. Tomábamos algo de alimento, pero no habíamos terminado cuando volvíamos a comenzar. Era sexo sin compromiso, no había llegado a un acuerdo de pareja con él y no pensaba hacerlo. Sin embargo tenía otros planes y otras ideas metidas en la cabeza. Era medio día cuando comenzamos a tener un diálogo que tan sólo tienen los amantes de verdad.

-¿Vamos al cine esta tarde?-Interrogó jugueteando con mi pecho.

-¿Para? Yo solo quiero sexo.-Respondí.

-Somos una pareja, las parejas no solo follan.-Susurró enfuruñado.

-¿Pareja?-Pregunté confundido.

-Sí, tú y yo somos una.-Sonrió dulcemente besando mi mejilla.

-No llegué a ese acuerdo contigo, que yo sepa.-Era la realidad, además no sé que sucedió en mi mente que tuve miedo al compromiso.

-Te amo.-Dijo subiéndose sobre mí.

-Me gustas y también te quiero, pero no estoy dispuesto a tener pareja.-Comenté mientras clavaba su mirada en la mía.

-Según lo que te leí me querías como tal.-Dijo recordando como metió sus narices en mi diario.

-Sí, pero Héctor…-Comenté aún más extraviado en mis pensamientos.

-Deja ya al puto Héctor, ¿vale?-Interrumpió mi frase intentando alejarme de la mente a mi único amigo.

-¿Tienes celos?-Comenté sonriendo.

-Eres mi novio y solo hablas de él.-Dijo abrazándome mientras dejaba a poyar su cabeza sobre mi torso.

-No soy tu novio, no hemos hablado aún de eso.-Argumenté.

-Pues yo sí quiero serlo.-Dijo enfuruñado.

-Ah claro, y en clase soy el apestado ¿no?-Le reproché.

-¿Es el precio que quieres que pague? Lo haré.-Respondió.-Pero vayamos al cine como una pareja normal.-Susurró notando como de su rostro caían lágrimas. Jamás le había visto llorar.

-De acuerdo, iremos.-Dije poco convencido.

Después de una hora remoloneando entre las sábanas nos duchamos y decidimos comer fuera, luego ir al cine y pasear como una pareja en apariencia normal. Claro que todo me parecía extraño. Iván siempre me había atraído, incluso había tomado como amor todo lo que sentía. Pero ahora que lo tenía, que podía amarlo y besarlo cuando deseara sentía rechazo. Se había vuelto un perro faldero, hacía lo que yo deseaba y me trataba como a un Dios. A todos nos gusta que nos halaguen, nos acaricien y pidan que seamos sus parejas aunque sea solo por halago. Sin embargo me sentía mal, vacío, sin Héctor no era nada y mucho menos alguien con la felicidad alcanzada. En la calle se cortó en darme abrazos, besos o simplemente gestos cómplices aunque a solas no cesaba en decir cuanto me amaba. El domingo fue prácticamente igual y ahora me encuentro en casa tumbado en mi cama, meditando en todo lo que sucede y temeroso de hablar con Héctor en clases. Necesito hablar contigo Paula, necesito saber que pasa.

Anotaciones Existenciales

foto: angel, deviantart


Capítulo Onceavo: Lo más importante



























“Eres tú, que más da seas lo que seas” fueron las palabras que obtuve hoy cuando me declaré homosexual delante de mi pequeña y particular familia. Pero eso fue después de venir de clases, el infierno, donde tanto uno como otro me acosó con notas diciéndome lo desesperados que estaban.

Deseaba quedar con Iván en los baños, probar su piel y devorar su cuerpo, pero sin embargo decidí hablar claro con Héctor y dejarme de rodeos innecesarios. Fuimos a nuestro lugar de encuentro habitual, él parecía satisfecho y deseoso de algo que no iba a ocurrir. Nos sentamos bajo el árbol y comencé a escuchar lo feliz que era a mi lado, que yo también lo sería y que me perdonaba lo que le había dicho la última vez que hablamos.

-Para.-Intervine en su discurso de “el mundo es bello y yo te amo”.

-¿Te sucede algo?-Preguntó con media sonrisa en sus labios, me rodeó con su brazo izquierdo y sentí su aliento en mi rostro.

-Yo no te amo y estoy con Iván.-Su mirada se volvió distante y apartó su brazo de mí.

-¿Qué?-Su sonrisa se había borrado mientras sus ojos se bañaban en lágrimas.

-Cuando no te cogía el teléfono él y yo lo hacíamos en mi cama, no te lo quise decir para no dañarte. Te quiero mucho como amigo, pero no…-Jamás pensé decir eso a nadie, es más no me dejó ni acabar.

-Ahórrate tus palabras, guarda fuerzas y traga tu almuerzo porque no te voy a molestar. Quédate ahí sentado, me largo. Ahora soy yo quien no quiere saber nada de ti.-Dijo levantándose de mi lado.

-Pero…-Balbuceé.

-Estoy enamorado de ti desde que te conozco, eso fue hace mucho. ¿Por qué te defendía? ¿Por qué no me unía a todos? ¿Por qué recibía insultos cuando podía pasar desapercibido? Porque te adoraba, amaba como me sonreías solo a mí y como te dejabas abrazar sintiendo la felicidad más absoluta. Aunque uno crece, evoluciona, y necesita algo más que simples miradas cómplices junto con juramentos absurdos de hermandad. No me lo dabas y yo seguía con mi vida intentando llenarla con otras parejas, tanto hombres como mujeres. En estos momentos estoy aguantando las lágrimas porque no te las mereces, como tampoco estos años a la espera y mucho menos las letras que componía en secreto para ti.-Fueron más o menos sus palabras, exactamente no las recuerdo.

-Yo no sabía nada de eso, simplemente eres mi amigo.-Me levanté e intenté agarrarlo por el bazo, pero se zafó de mí.

-A ver cuando te enteras que no puedo serlo.-Dijo conteniendo las lágrimas.

-¿Por?-Pregunté clavando mi mirada en la suya.

-Te amo por eso no puedo ser tu amigo. Eres un puto idiota que prefiere a otro como él antes que a mí.-Esa frase quedó grabada en mi mente.

-¿Te he perdido?-Pregunté con un nudo en la garganta.

-Se puede decir que sí.-Respondió.

Después de esto no pude comer y me arrojé a la desesperación. No me había hecho elegir entre Iván y él, sino que él mismo se había ido de mi vida como si nada. Lo conozco desde que tengo memoria, siempre me ha defendido y me ha enseñado a hacerlo por mi mismo. Él fue quien me llevó a artes marciales, él quien me dejó su Katana para que la sostuviera sobre mis manos y él quien siempre me ha tenido a su lado como un perro faldero. He sido su perro faldero muchos años y no me ha importado, pensé que sin él mi vida sería más amena y menos sometida a presión. Su peor enemigo me gustaba, sin embargo ese enemigo no era de él sino mío. Me sentí un inútil y me odié. Cuando regresé a clases él seguía en su asiento mirando a la nada, como si yo no existiera. Iván me dedicó una mirada extraña llena de encanto, pero eso no me animó en nada.

Tras las clases decidí volver a mi apartamento junto con mi familia y esperarla al completo, tenía que liberarme y centrarme en algo. Necesitaba que otros supieran mi secreto y poder notar complicidad, aunque fuera falsa. Me armé de valor y reuní a todos en el salón. Mi hermana, mi madre y mi padre me esperaban sentados mientras yo balbuceaba intentando emprender la conversación.

-Tengo que deciros algo.-Dije clavando la mirada en un punto fijo.

-¿Es importante?-Comentó padre mirando una revista automovilística.

-Sí, y deja de leer por favor.-Le recriminé su actitud.

-De acuerdo.-Apartó la revista y se quedó clavado escrutándome.

-Yo soy homosexual.-Dije sin dar rodeo alguno.

-Eso lo sabía.-Respondió mi hermana.-Nunca tuviste novia y tu habitación esta empapelada con chicos casi desnudos.-Comentó.

-Jussi de The 69 eyes es mi ídolo, uno de tantos como los que cuelgan en mi pared.-Balbuceé asombrado de que mi madre y mi padre no intervinieran.

-Yo a mis heroínas femeninas no las miro con cara de idiota mientras babeo.-Respondió sarcástica.

-Cariño, me da igual con quien te acuestes pues eres mi hijo.-Añadió mi madre.-Eso sí, no traigas chicos a casa diciendo que son tus amigos cuando son tus líos. El día que tengas pareja, una pareja formal, estaré de acuerdo pero mientras no quiero verte salir y entrar con muchachos para hacer dios sabe qué.-Dijo levantándose del sofá.

-Mamá son mis amigos, no hice nada con ellos y apenas hice nada con chicos. Soy el marginado de instituto, apenas tengo amigos y cuando los tengo hago un lazo extraño con ellos.-Mentí, aunque no del todo pues algo de cierto tenían mis palabras.

-Así que eres como mi hermano.-Respondió mi padre a todo lo dicho.

-¿Hermano?-Interrogué confuso porque que yo supiera su único hermano era heterosexual.

-Sí, tenía un hermano que murió más o menos con tu edad. Jamás hablo de él porque para mi es doloroso, igual que para ti lo de tu gemelo. Verás, éramos uña y carne, le adoraba. Siempre me dijo que era y estaba seguro de haber encontrado el chico apropiado, sin embargo no pudo con la presión y se suicidó. Me recuerdas mucho a él y pensé desde un principio que tal vez podrías serlo. Da igual a quien ames, lo que importa es como eres. No soy nadie chapado a la antigua, sabes mi ideología de izquierdas y no sé porque te torturaste todo este tiempo ocultándolo. Sé que es un trago amargo, no puedo comprenderlo del todo porque no lo he vivido, pero seguro que te ha costado. Yo no soy quien para juzgarte, nadie lo es. Ahora entiendo tu actitud algunas veces, los comentarios o como te cabreaste por no ver a ese actor que tanto te gusta cuando vino a un preestreno en la ciudad. La homosexualidad no es un delito ni es antinatural, es algo normal aunque no hay nada normal en el mundo y siempre hay algo que sobresale. Preocúpate de quien te enamoras, de tus estudios y de tu futuro, no de qué piense yo cuando salgas a pasear con un chico.-Su discurso me descolocó, mi madre le apretaba la mano quizás en señal de ánimos por el recuerdo de mi tío y mi hermana simplemente se quedó sentada mirando fijamente la escena.-Ahora déjame leer el número de este mes y a tu madre descansar de la oficina con una buena película de sobre mesa.-Dijo volviéndose a sentar tomando la revista entre sus manos. No supe como reaccionar y tan sólo sonreí, me acerqué a él para abrazarlo. Me sentí cómodo en casa, algo que jamás creí poder decir sin embargo aún llevaba un lastre. Héctor había dejado de ser mi amigo, alguien que creí que siempre iba a estar ahí.

Luego de esto me encerré en mi habitación, busqué mi álbum de fotografías y en todas salía él. Incluso una donde estábamos los tres, mi hermano y yo junto su rostro endiabladamente encantador. Siempre pensé que pude sobrellevar la muerte de Adán gracias a él. Tan sólo se quemó mi habitación, bueno nuestra habitación, y él más bien murió por el humo. La casa se reconstruyó y volvimos a vivir en ella, mi madre apenas podía dormir de noche, pero no quería dejar el domicilio porque también le venían los buenos recuerdos. Héctor sonreía en todas las fotografías agarrándome como si fuera de su propiedad, en más de una aparece abrazado a mí y cualquiera podría decir que somos pareja. Recordé en ese instante las noches en vela tirados en mi cama, recostados pensando en nuestro futuro. Sus brazos rodeándome cuando tenía pesadillas, miedo o flaqueaba ya no estarían. Entonces me di cuenta que alejarme de él fue un error. Un amigo es más importante que un lío de cama.

Cogí el teléfono móvil y llamé a Iván, quería explicarle que no podríamos volver a vernos como él deseaba. Comenzó a decir entonces que no podía ser, que me necesitaba y que no podía quitarse el deseo de su cuerpo. Me pidió entonces suplicando que el fin de semana sí, que al menos complaciera por última vez su cuerpo. Le dije que cuando podría ir, él respondió que en ese mismo instante porque sus padres se acaban de ir. Así que le pedí una hora, me duché y aquí estoy escribiendo esto para irme a su encuentro. Espero que todo vaya bien y entienda; no quiero perder a Héctor.

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt