Armand siempre amará a Benji, pues es para él "su hombrecito". Digamos que le ocurre lo mismo que a mí con Rose y Viktor.
Lestat de Lioncourt
Se había quedado dormido sobre mi
hombro y no pude evitarlo. Con cuidado moví su cuerpo para que
quedase su revoltosa cabellera oscura sobre mis muslos, le arrebaté
el sombrero y me lo coloqué con la misma soltura y elegancia que él
lo hacía, para luego comenzar a peinar sus rizos. Eran rizos
gruesos, de pelo suave, que parecían no tener fin. Su rostro amable,
tan aniñado, me recordaba lo que una vez fue y no pudo disfrutar.
Era un niño sin inocencia cuando lo encontré de forma poco usual.
Ni él ni Sybelle podrían siquiera imaginar que monstruos como
nosotros existían entre los humanos, pues éramos seres fantásticos
de pomposas novelas o estúpidos libritos para adolescentes. Ahora
era un miembro importante de la Tribu, como ahora llamamos al vínculo
que tenemos entre todos nosotros, y posee gran fama, respeto y
admiración entre los humanos.
Todavía quedaba al menos una hora para
que cayese como él en la inconsciencia. Era demasiado joven para
durar hasta el amanecer, por ende se había quedado dormido mientras
conversábamos sobre el futuro de nuestro mundo. Eleni se había
marchado ya a su cripta, Antoine y Sybelle habían decidido volver a
la corte de Lestat, y nosotros estábamos solos. Killer nos había
visitado, pero sólo para hacernos llegar un mensaje de Gregory por
parte de Davis. Louis decidió irse a Nueva Orleans, pues de vez en
cuando necesitaba revolcarse en los recuerdos para sentirse él
mismo. Estábamos solos. Solos él y yo y una mansión enorme en
mitad de la “Gran Manzana”.
Decidí incorporarme y tomarlo entre
mis brazos, para luego caminar despacio por las diversas galerías
subterráneas hasta lo que se podía considerar su cuarto, su cripta,
su lugar de descanso y refugio de otros. Tenía una cama inmensa,
mullida y agradable, así como decenas de estanterías cargadas de
libros y numerosos aparatos tecnológicos que ocasionalmente usaba en
su programa de radio.
Al recostarlo desabotoné su camisa,
saqué sus jóvenes brazos de las mangas y lo dejé sin ella. Luego
hice lo mismo con sus zapatos, calcetines y pantalones. Despojé su
tierno cuerpo de las ropas de calle que solía usar con la elegancia
de un hombre de algo más de treinta años, la suma que realmente
debía tener y no demostraba, y por último busqué su pijama de
franela.
Me quedé mirándolo embelesado. Aunque
discutíamos, pues éramos de épocas y pensamientos distintos, nos
adorábamos. Para mí era duro verlo y sentir que había crecido. El
tiempo vuela cuando eres inmortal y a veces te decepciona. A mí me
han decepcionado muchos, pero no él. Incluso me he decepcionado yo
mismo al creer fervientemente en un Dios, con su causa y sus
justificaciones, porque necesitaba pensar que alguien me castigaría
por todos los actos violentos que he cometido. Desgraciadamente he
vuelto a una senda nihilista con respecto a la religión, así como
con algunos grupos de humanos y vampiros, pero aquí estoy. Sigo
vivo, sigo pensando, sigo soñando y sigo amando a criaturas como él.
—Ah... si te hicieras una pequeña
idea de cuánto te amo...—dije antes de besar su frente y
marcharme.
Aquella mañana me pareció más fría
que nunca. Había estado en los brazos de Marius, pero este había
decidido abandonarnos una vez más. La casa estaba muy silenciosa, el
mundo parecía un caos allí fuera, y yo presentía que algo malo iba
a ocurrir.
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